05 - Enero 2002. Cuestión de cuestionar         

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Boletín ENCOMÚN

01/02

Año nuevo ¿Iglesia nueva?

Antonio Silvestre

Levante

04/01/02

La diócesis de Orihuela-Alicante apoya las investigaciones con células madre

Isabel Olmos

El Correo

06/01/02

La Paz mundial y la religión

José María Mardones

El País

09/01/02

Una canonización inoportuna

Juan José Tamayo

El Mundo

09/01/02

Responsabilidad de quienes nos sentimos Iglesia

María Angustias Moreno

El Mundo

09/01/02

Centenario del fundador

José Manuel Vidal

Avui

01/01/02

Josemaría

Joan Estruch

El Mundo

13/01/02

Ludmila, la única cura con faldas

José Manuel Vidal

ECLESALIA

Agencia Zenit

30/01/02

Internet un nuevo foro para la proclamación del Evangelio

Juan Pablo II

La Razón

30/01/02

239 Sacerdotes anglicanos han entrado en la Iglesia Católica tras la ordenación de mujeres

Diego Mazón

ECLESALIA

30/01/02

Quizá sea cuestión de cuestionar

Redacción de Eclesalia

Noticias Ecuménicas

31/01/02

Un compromiso común a favor de la paz

Declaración de Asís

BOLETÍN ENCOMÚN, enero de 2002

AÑO NUEVO ¿IGLESIA NUEVA?

Acababa de sonar la última campanada. ¡Feliz año nuevo!

ANTONIO SILVESTRE / Comisión Realidad Eclesial

MADRID.

- ¡Hombre, ¿cómo estás? Me alegro de verte!

- Yo también me alegro de verte. La verdad es que hacía tiempo que no te veíamos por aquí.

- Es cierto. He estado muy ocupado. Pero ahora que es año nuevo, es tiempo de cambio y de nuevos propósitos. De momento voy a dejar de fumar y a perder unos kilitos.

- Yo pensé que lo del cambio era por la Navidad, la esperanza... ya sabes. Pero nunca están de mas unos buenos propósitos. ¿Qué piensas hacer?

- Mira, de momento he puesto a buen recaudo mis ahorros. Nada de agencias ni inversiones. Lo destinaré a obras sociales.

- Eso si que es un buen propósito. Hay mucha necesidad, y con todo lo que tu tienes se podrían mejorar muchísimas cosas.

- Eso digo yo. Con las obras sociales de las Cajas de Ahorros se pueden mejora muchísimas cosas y hasta se puede restaurar alguna iglesia. Por eso me ha decidido a guardar los ahorros ahí.

- Bueno yo estaba pensando en algo más... ¿solidario?

- Hombre claro eso también. Todas esas organizaciones tienen mi aprobación, hasta las que se dicen "aconfesionales", fíjate. Además, voy a hacer más cosas.

- Estupendo. ¿qué más?

- Voy a pedir perdón.

- Fantástico. ¿por la injusticia con las mujeres? ¿Por alejarte de nosotros?

- No hombre, no. Por un primo mío que, hace cientos de años se dedicaba a quemar a la gente inocente. Oye y ¿por qué dices que me alejo?

- Hombre, la verdad... Tus actuaciones no van muy de acuerdo con los tiempos que vivimos.

- ¡Qué injustos sois! Yo solo velo por la salvación de todos y además sois vosotros los que no me comprendéis. Yo he sido así siempre. ¿Qué hay que cambiar?

- Se me ocurren tres o cuatro cosas...

- Bueno, bueno. No me interrumpas, que te estaba contando mis propósitos de año nuevo.

- Vale sigue

- Voy a mejorarles las condiciones a los profesores de Religión.

- Eso está muy bien. Te habrás dado cuenta de que no era justo lo que pasaba...

- No, que va. Me lo manda el juez. Oye, y tu ¿qué vas a hacer?

- Pues lo de todos los años. Seguir caminando pasito a pasito. Con todas las imperfecciones de mundo, pero con un poco de alegría, de solidaridad... Bueno, casi como tú, con buenos propósitos para intentar seguir a tu jefe.

- Bueno, bésame el anillo que me retiro. Por cierto, ¿cómo has dicho que te llamas?

- Pueblo, me llamo pueblo.

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Levante, 4 de enero de 2002

LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE APOYA
LAS INVESTIGACIONES CON LAS CÉLULAS MADRE

La comisión para la Cultura dice que «nadie de buena voluntad se negaría a respaldar» a los científicos

ISABEL OLMOS

VALENCIA

La Comisión para la Cultura de la Diócesis del Obispado de Orihuela-Alicante, cuyo portavoz es el sacerdote Ginés Pardo, ha hecho público su apoyo «sin fisuras» al «avance científico» y ha reclamado iniciar un «diálogo para que no se crispe la sociedad ni se generen enfrentamientos», en relación con las investigaciones científicas con células madre que han sido prohibidas en España recientemente y que ha ocasionado un debate social sobre la huida de investigadores a otros países para poder proseguir con sus trabajos.

De hecho, el comunicado hecho público ayer por la Comisión para la Cultura de la Diócesis se produce días después de conocer la posibilidad de que científicos como el responsable del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández de Elx, el valenciano Bernat Soria, abandonen el país por la prohibición legal para utilizar células madre embrionarias, como ya informó en su momento Levante-EMV. Soria es el primer científico del mundo en transformar células madre de ratón en otras capaces de producir insulina en el páncreas con la que se puede curar la diabetes del tipo I.

A este respecto, la Diócesis del Obispado de Orihuela-Alicante se ha mostrado favorable a obtener las células madre de otros tejidos que no sean embrionarios, al tiempo que ha reclamado a los responsables políticos «más inversión económica», ya que «nadie de buena voluntad o con sensibilidad se negaría a apoyar a estos hombre y mujeres de ciencia».

Llamada al diálogo

«Queremos hacer una llamada al diálogo para que no se crispe la sociedad y se provoquen enfrentamientos, cuando lo que se trata es de unir todas las fuerzas para que enfermedades como la diabetes o alzheimer o cualquier otra puedan ser erradicadas», según indicaron las mismas fuentes.

El obispado va más lejos en su apoyo a la investigación y ha afirmado también que sus firmas serán «las primeras que se recojan para impedir la marcha de estos científicos, o lo que sería peor, la desatención a unas investigaciones que afectan de lleno a la calidad de los seres humanos».

Asimismo, la diócesis se ha pronunciado «a favor de todo aquello que suponga un bien» para la persona y ha rechazado las críticas contra la Iglesia en las que se les acusa de mantener «posturas inflexibles y duras» al respecto. «De manera equivocada se atribuye a la Iglesia, a sus obispos, posturas que nada tienen que ver con lo que pensamos y queremos» han afirmado en el comunicado, «aunque es cierto que en algunas cuestiones relacionadas con la vida humana mantenemos posturas defensivas que pueden parecer inflexibles».

Así, la diócesis aboga por «dialogar» con las instancias culturales, científicas y sociales para que aporten sus puntos de vista «a una tarea que ha de ser común». En el caso de la Iglesia, afirman, desde la perspectiva del evangelio, al tiempo que han aprovechado para reivindicar su papel: «siempre hemos estado ahí aunque haya quien quiera acordarse sólo de la parte inquisitorial».

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El Correo, 6 de enero de 2002

LA PAZ MUNDIAL Y LA RELIGIÓN

JOSÉ MARÍA MARDONES

La Navidad renueva nostalgias de paz: «paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Pero después de lo ocurrido en estos últimos meses quedan serias dudas de si la religión es un hecho humano que sirve para la paz. Parece más bien lo contrario: incentiva ideas que son una locura; legitima comportamientos inhumanos; añade un plus de resistencia y coraje que hace más peligroso el fanatismo. Y si la religión es monoteísta, todavía el peligro parece acrecentarse. La intolerancia de la verdad única está clavada en el fondo de sus presupuestos y actitudes, aunque predique el amor y diga que el prójimo está en el centro de sus preocupaciones. Estamos tentados de decir que la mejor religión es la religión muerta o desaparecida. ¿Es verdad que la religión debiera desaparecer para garantizar un mundo más humano y en paz?

Quizás el siglo XX que termina de pasar nos puede ayudar a ser un poco más críticos. Su profunda inhumanidad y barbarie fueron cometidas en nombre del ser humano. El humanismo ateo, pardo o rojo -por no hablar de los tremendos costes humanos del materialismo de mercado-, ha costado más de cien millones de muertos. Demasiados cadáveres para las dos grandes «guerras de religión secular», como denomina E. Hobsbawm a estas catástrofes europeas. No parece que el dejar de lado la religión haya traído más humanidad por sí solo, ni más paz. Han surgido ‘religiones’ en forma de ideologías y guerras espantosas en nombre de nacionalismos, intereses y proyectos de un ‘hombre nuevo’. Tenemos que buscar la vacuna por otra parte. Incluso se descubre que la planta ‘religiosa’ persiste y se transmuta en formas aberrantes. ¿Por qué esta persistencia? ¿Por qué este camuflaje religioso?

La religión, por otra parte, al menos la bíblica, está en la raíz de la compasión humana. M. Horkheimer, el fundador de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, defendía que la religión estaba en el trasfondo de una ética de la compasión con los vencidos y víctimas de la historia. Claro está que entendía por religión no tanto un conjunto de dogmas, cuanto la salvaguarda de un anhelo, esperanza de que haya un futuro, una justicia plena, para estos vencidos. La religión es el clamor de la compasión por el destino de los otros dolientes, excluidos y reventados. Desde ahí surge una comunión de humanidad o solidaridad en la finitud que brota de la compasión de participar de la misma condición humana, que tiende, en un anhelo esperanzado, hacia un Absoluto. Dios será la Bondad que recoja este anhelo insatisfecho de las víctimas. De lo contrario, este clamor y el mismo pensamiento humano con su pugna reconciliadora desembocarían en la inutilidad y el vacío. ¿Será así? ¿Cúal será la verdadera respuesta, la del sinsentido y la inutilidad, o la de la esperanza cumplida para las víctimas?

A estas cuestiones nada baladíes responde la religión. Por eso es una planta de hoja perenne. Por esta razón, entre otras, tiene una impenitente presencia y a menudo ofrece enérgicas pero temibles reacciones que pueden desvariar.

Porque la historia de la religiones es -y, sin duda, ésta es la parte de verdad de los críticos- una historia nada pura, salpicada de violencias. Pero cuando se observan las raíces de los problemas, nos encontramos con un uso y abuso del nombre de Dios y de la sustitución de la religión por ideologías, intereses de grupo o estado, etcétera. Lo que da que pensar de la fragilidad y maleabilidad de la religión y de la necesidad de una vigilancia crítica.

La religión termina apareciendo como una dimensión muy importante del ser humano, que toca aspectos y fibras muy hondas y sensibles, pero que puede ser fácilmente manipulada. De ahí que la primera condición para que la religión sea un factor de humanización y paz es la autocrítica: la vigilancia sobre la propia religiosidad y la misma tradición religiosa que se profesa. Una religión no formada ni ilustrada es una religión potencialmente peligrosa. Una religión centrada en el culto y que olvida la centralidad del otro, la compasión, cuidado y respeto al otro es también muy frágil y manipulable. La religión puede ser una defensa contra la deshumanización, de hecho ha animado muchas resistencias contra la barbarie y ha desarrollado grandes generosidades, pero con tal de que no pierda el norte de la solidaridad con el otro sufriente ni el espíritu crítico. No toda religión es sana, ni siquiera humana.

Mirando hacia este futuro que tenemos encima nos parece claro que la religión está llamada a contribuir a la paz. Para ello tiene que haber, como dice H. Küng, paz entre las religiones. Y para que haya paz entre las religiones tiene que haber diálogo entre ellas. Y para que exista diálogo y valoración recíproca -más allá de cuatro especialistas- tiene que haber mutuo conocimiento. Y para que haya mutuo conocimiento debemos estimular planes y planteamientos pedagógicos que lo hagan posible. La educación no puede ser una mera máquina de producción de individuos para el mercado y la economía. Los sucesos sangrientos de estos últimos meses nos llevan a la consideración de que en Occidente debemos revisar muchas cosas en nuestras relaciones con ‘los otros’ y también en nuestra educación cívica y humanista. Con sólo mercado y secularización no hay garantía de caminar hacia la paz mundial.

La educación para un mundo en paz pasa por una educación sensible al factor religioso y que incorpore el conocimiento de las otras religiones, así como la propia postura y actitud, de un modo donde se conjuguen el respeto, la sinceridad, la tolerancia y el espíritu crítico.

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El País, 9 de enero de 2002

UNA CANONIZACIÓN INOPORTUNA

JUAN JOSÉ TAMAYO-ACOSTA / teólogo y autor de iglesia profética, iglesia de los pobres

MADRID.

El 9 de enero de 1902 nacía en Barbastro Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei -'por inspiración divina', según el perfil de monseñor facilitado por la propia Obra-, la organización católica más influyente hoy en el Vaticano, extendida por 60 países. Su beatificación, hace 10 años, estuvo envuelta en una fuerte polémica, que quizá vuelva a repetirse con motivo de su canonización, anunciada para este año, centenario de su nacimiento.

Para empezar, sorprende la celeridad con que ha culminado el proceso: en 1981, seis años después de su muerte, se introducía el caso de la canonización; en 1990 se hizo la declaración de la heroicidad de sus virtudes cristianas; en 1992 fue beatificado; en este año será canonizado. Tanta celeridad contrasta con la demora seguida en otros procesos. Juan XXIII falleció en 1963 con el reconocimiento unánime de santidad por propios y extraños, tras haber puesto en marcha una verdadera revolución en la Iglesia con la encíclica Pacem in terris, que asumía la cultura de los derechos humanos, y con la celebración del Concilio Vaticano II, que abría los ventanales del catolicismo a los valores de la modernidad. Fue beatificado hace poco más de un año y no está prevista su canonización a corto plazo.

Más llamativa resulta todavía la demora en el caso de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 por los escuadrones de la muerte de su país, que ni siquiera ha sido beatificado cuando es venerado como santo y mártir por el pueblo latinoamericano, y de los jesuitas asesinados en 1989 por miembros del Ejército salvadoreño. Es bien conocido que monseñor Romero no contaba con simpatías en el Vaticano. En la audiencia que, tras varios meses de tediosa espera, le concedió el papa Juan Pablo II en 1979, éste le despidió con un mensaje descorazonador para él: 'Trate de estar de acuerdo con el Gobierno'. El arzobispo de San Salvador salió llorando de la audiencia y comentó: 'El Papa no me ha entendido, no puede entender, porque El Salvador no es Polonia'.

Quizá la respuesta se encuentre en una de las máximas de Camino, 'evangelio canónico' del Opus Dei, que parece haber hecho suya la Congregación de los Santos: 'Me hablas de morir 'heroicamente'. ¿No crees que es más heroico morir inadvertido en una buena cama, como un burgués [subrayado mío]..., pero de mal de amor?' (n. 743). El martirio por mor de la justicia que brota de la fe no parece contemplarse hoy entre las causas preferentes de canonización.

Hay dos características que parecen definir e incluso identificar al Opus Dei y que, a mi juicio, deberían disuadir de la canonización de Escrivá: el paternalismo y el patriarcalismo. Y no se trata de desviaciones del espíritu originario de la Obra, sino que se encuentran en los mismos textos fundacionales. La referencia habitual entre los miembros al fundador es a través de la palabra 'Padre', y la relación de éste con ellos fue paternalista en vida y lo sigue siendo tras su muerte. Buena prueba de ello es que en la lápida de su tumba aparece tallada la inscripción 'El Padre'. Este tipo de relación paternalista choca con la recomendación de Jesús de Nazaret a sus discípulos: 'No llaméis a nadie 'Padre' vuestro sobre la tierra, porque uno es vuestro Padre, el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar 'Directores', porque uno solo es vuestro Director: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor' (Mt, 23, 8-10).

En Camino son constantes las referencias a la necesidad de tener un padre o director espiritual. Hay una tendencia a mantener a los cristianos en una permanente minoría de edad. He aquí una de las máximas que lo ponen de manifiesto: 'Sé pequeño, muy pequeño. No tengas más que dos años de edad, tres a lo sumo. Porque los niños mayores son unos pícaros que ya quieren engañar a sus padres con inverosímiles mentiras' (n. 868).

Esto contrasta con las experiencias de igualdad y libertad que definen al movimiento de Jesús y con la conciencia de adultez que caracteriza al cristianismo. En una comunidad de hermanos y hermanas iguales no deben dominar los padres.

Otra característica que constituye casi una segunda naturaleza en el Opus Dei es su pertinaz patriarcalismo, que llama todavía más la atención en tiempos de emancipación de la mujer como los que vivimos actualmente. La virilidad se convierte en una especie de imperativo categórico: 'Sé recio. Sé viril. Sé hombre. Y después..., sé ángel', puede leerse en Camino (n, 22). Provocadoramente machista es una frase de la obra de Escrivá Santo Rosario: 'No se escriben estas líneas para mujercitas. Se escriben para hombres muy barbados y muy hombres'. Escrivá reproduce los estereotipos más extendidos sobre la mujer. Considera como cualidades específicamente femeninas la 'delicada ternura', la 'generosidad incansable', el 'amor por lo concreto', la 'piedad profunda y sencilla', la 'discreción', no así la sabiduría. La consecuencia de este enfoque sobre la mujer no puede ser otra que su invisibilidad en el Opus Dei.

No es frecuente, sin embargo, encontrar en Camino referencias a la opción por los pobres, la virtud evangélica por excelencia. Escrivá de Balaguer y la Obra por él fundada no se han destacado precisamente por desarrollar el apostolado entre los sectores marginados. Sus lugares prioritarios de presencia y sus ámbitos de influencia han sido los sectores encaramados en el mundo del saber, del poder y del tener. De nuevo hay que decir aquí que no estamos ante una desviación del espíritu originario. La actitud elitista parece responder a la intención del fundador, de cuyo sentido de la justicia y de la igualdad hay que dudar tras la lectura de la siguiente máxima de Camino: '¿No crees que la igualdad, tal como la entienden, es sinónimo de injusticia?' (n. 46).

A mi juicio, el fundador del Opus Dei y su obra más emblemática, Camino, se encuentran más cerca de la Imitación de Cristo o Menosprecio del mundo, de Tomás de Kempis, que del Evangelio o Buena Noticia de Jesús de Nazaret; son más acordes con el Concilio de Trento que con el Concilio Vaticano II; conservan una sintonía mayor con la antropología dualista de san Pablo y la moral sexual represiva de san Agustín que con la antropología unitaria hebrea. Causa cuando menos perplejidad, por tanto, que se presente a Escrivá como ejemplo a imitar por los católicos del siglo XXI, se recomiende la lectura de Camino sin mediación hermenéutica alguna cuando es un libro que sirvió para legitimar el nacionalcatolicismo, y se haga descansar el peso de la Iglesia o, al menos del Vaticano, sobre una organización como el Opus Dei, que no ha asumido la reforma puesta en marcha por el Concilio Vaticano II.

La canonización del fundador del Opus Dei será, sin duda, una buena noticia para quienes defienden un catolicismo política y económicamente influyente, religiosamente preconciliar y culturalmente premoderno. No lo es, sin embargo, para quienes trabajamos por un cristianismo plural, tolerante, crítico, comprometido con los sectores excluidos y en diálogo multilateral con las culturas y las religiones de nuestro tiempo.

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El Mundo, 9 de enero de 2002

LA RESPONSABILIDAD DE QUIENES NOS SENTIMOS IGLESIA

MARÍA ANGUSTIAS MORENO / autora de autora de El Opus Dei-Anexo a una historia y Entresijos de un proceso

El día 9 de enero de 1902 nacía en Barbastro (Huesca). Jose María Escriba, luego Escrivá de Balaguer, que más adelante adquiriría el título de Marqués de Peralta. En el año 2002 que acabamos de comenzar, monseñor cumpliría 100 años. Fecha prevista por los suyos para su canonización. Ahora ya anunciada por el Vaticano para que así sea.

Evidentemente, no es ninguna sorpresa. Lo que no quiere decir que no sea un aldabonazo a la responsabilidad de quienes sintiéndonos Iglesia hemos tenido que ver con el tema.

Mi experiencia personal, tanto de la Obra fundada por dicho señor, a la que pertenecí durante 14 años en vida de Monseñor y, por tanto, de él mismo, quedó ya aportada en los dos libros que en su día publiqué sobre el tema (y no contra como algunos se empeñan en decir). Por lo que lo que ahora me propongo no es ninguna cruzada para desmontar nada, sino la más elemental llamada a la reflexión que conlleva la responsabilidad a que antes aludía.

Durante todos estos años, desde que salí del Opus, además de recuperar mi vida de familia, de amistades, profesional y social, he cursado estudios superiores de teología en el C.E.T. de mi ciudad, y trabajo asiduamente en la profundización y difusión del conocimiento del mensaje bíblico. Mi perspectiva y mi opinión es la de alguien que cree, que practica (o que vive comprometida con lo que cree), que es precisamente lo que me motiva. Ahora ya gracias a Dios desde la perspectiva y la libertad de quien se siente al otro lado de la movida, aunque de una movida, y ésa es la cuestión, que se da en una Iglesia que es también la mía.

Si bien la beatificación supone sólo una propuesta al discernimiento público respecto a la santidad de alguien, la canonización es ya una definición pontificia, que hace que el problema sea bien distinto.

En principio no deja de ser significativo que en una época en la que la teología más cualificada se esfuerza por dar al milagro, a los milagros de la revelación, el contenido y el sentido debido (y no estoy ni mucho menos en la línea de quienes pretenden reducirlos a puro lenguaje simbólico), es curioso que en base a testimonios no siempre imparciales que califican algo de milagro (en el caso de que lo fuese) se pretenda fundamentar una canonización. Creo que ni el mismo Cristo, con todos sus milagros, si no hubiera sido por el testimonio de su vida y el contenido de su mensaje, hubiera sido el que es.

Canonización, sin embargo, que en este caso no me es posible entender sino como consecuencia de la argucia de unos, la mentira de muchos, la cobardía de otros, y la irresponsabilidad o frivolidad de no pocos. Ya que, ¿qué es lo que con ella se canoniza?

Dicen que cuando lo que se canoniza es un fundador, más que a la persona lo que se canoniza es el espíritu de su obra. Lo cual complica aún más las cosas. Pues ateniéndonos a las repetidas manifestaciones de la institución en cuestión, ellos no se consideran una organización más de la Iglesia, sino algo así como la misma Iglesia, por lo que, ¿de qué espíritu hablamos? Es evidente que en la Iglesia existen, y es bueno que existan, grupos distintos, con misiones diferentes, como consecuencia de la diversidad de carismas, mejor o peor identificados con el Espíritu del Evangelio, y por tanto susceptibles de ser criticados como tales, sin más problema que la superación que de ello debe derivarse; algo que el Opus nunca admitió precisamente por esa identificación con la Iglesia misma en la que siempre se sienten inmersos.

¿Qué es, por tanto, lo que canonizando a Escrivá se canoniza?.

Honestamente, y en consecuencia con mis propias vivencias, hoy por hoy ratificadas ya por muchos, publicadas como decía, y sin más replica o desmentido que la calumnia y el ensañamiento, lo que en principio y fundamentalmente se canoniza, porque son los pilares sobre los que se mueven, creo que sin contar con algo tan básico en moral cristiana como es el que ningún fin, por bueno que sea, justifica los medios, serían:

Una canonización que, por los motivos expuestos, y dado que se trata de una declaración solemne desde la cátedra de Pedro, habrá quienes además se la tengan que cuestionar ahora como materia de fe. ¿Ex cáthedra?

Hoy como ayer. Por aquello de que nos encontramos en lo que San Pablo llamaba tiempo de la paciencia de Dios, o de la necesidad de que, aunque tenga que ser metiendo la pata, aprendamos dónde están los agujeros, hasta conseguir que la autenticidad de las cosas, pueda (con la colaboración de todos) abrirse camino, y sobren los atropellos, sean de la clase que sea, y vengan de donde vengan.

Esa es mi esperanza.

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El Mundo, 9 de enero de 2002

CENTENARIO DEL FUNDADOR

Josemaría Escrivá de Balaguer, cien años de 'Camino'

JOSÉ MANUEL VIDAL

Josemaría Escrivá de Balaguer, padre del Opus Dei, se convertirá en santo cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, el 9 de enero de 1902 en Barbastro (Huesca). Será el primer San Josemaría (escrito todo junto) y el primer beato en lograr esta máxima posición en un corto periodo de tiempo: 21 años. De hecho, no pocos detractores de la institución que fundó en 1975, la Obra, aseguran que sus seguidores han forzado la máquina (presiones a alto nivel, inversiones millonarias...) para conseguir la beatificación y la canonización en tiempo récord. Aún hoy, el Opus Dei, «un camino de santificación en el trabajo», que cuenta con 85.000 fieles, sigue despertando opiniones encontradas entre los expertos y los teólogos. .

Si viviera cumpliría hoy cien años. Josemaría Escrivá murió en 1975, tras crear en Madrid el Opus Dei, «un camino de santificación en el trabajo», pero sin ver cumplido su sueño de una Prelatura Personal. Sus hijos, hoy 85.000 en todo el mundo, le adoran y le llaman padre. Y con su decisiva influencia en Roma han conseguido no sólo la Prelatura Personal para la Obra, sino también la beatificación de su fundador. Y en el año de su centenario, el broche de oro de su canonización.

El Opus Dei exulta de gozo y tiene motivos más que sobrados para celebrar el centenario de su fundador por todo lo alto. «El motivo principal de esta efemérides es que muchas personas se acerquen a Dios y descubran la alegría de la vida cristiana.

El fundador del Opus Dei gastó todo su tiempo en anunciar a Jesucristo, recordando que se puede ser plenamente discípulo de Cristo en medio del mundo. El centenario ha de ser un eco de esa verdad cristiana radical, que llena la vida de sentido y de alegría», explica el prelado de la Obra, Javier Echevarría.

Pero los seguidores de Escrivá de Balaguer no quieren sólo mirar al pasado, sino también al futuro. De ahí que quieran dedicar el centenario «a reflexionar sobre las enseñanzas del fundador y dar a conocer mejor su figura», convencidos como están de que «su herencia es algo lleno de vitalidad, de impulso, de propuestas y de sugerencias». Como suelen decir en la Obra, «el mensaje del Padre encierra palabras de vida. Su vida y su ejemplo siguen interpelando a los hombres y mujeres del siglo XXI».

Y para que nadie siga diciendo que el Opus Dei está sólo con los ricos, el centenario estará también marcado por el signo de la solidaridad, con la inauguración de varios proyectos de formación y diversas iniciativas sociales en varios países del Tercer Mundo.

El año de la «gloria»

El año del centenario de José María Escrivá será, pues, el año de la «gloria» del Opus Dei. Con la previsible canonización del beato prevista para el otoño , la Obra podrá presentar a su fundador como un ejemplo de santidad universal, su imagen podrá figurar en cualquier iglesia del mundo y su culto podrá ser promovido en todo el orbe católico.

Y es que, con la aureola en la cabeza, el Opus Dei consigue que su fundador quede inmunizado contra cualquier crítica y su Obra especialmente bendecida para ser propuesta como camino de salvación para todos los católicos.

Atrás quedan décadas de luchas, sufrimientos, polémicas e incomprensiones procedentes, muchas veces, del interior de la propia Iglesia. Josemaría Escrivá nace en Barbastro (Huesca) el 9 de enero de 1902. A los dos años sufre una grave enfermedad y es desahuciado por los médicos, pero se cura sorprendentemente gracias a la intercesión de la Virgen de Torreciudad. Seminarista en Zaragoza, es ordenado sacerdote en 1925 y destinado como coadjutor a Perdiguera, un pueblecito de 870 habitantes.

En 1927 se traslada a Madrid y, el 2 de octubre del año siguiente, mientras participaba en unos ejercicios espirituales en la casa central de los Paúles, «Dios le hizo ver el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano».

Desde entonces, Escrivá se dedica a difundir su genial idea de que la santidad está al alcance de todos. En 1939 publica Camino, una recopilación de máximas, que se convierte en el libro de cabecera de sus seguidores con cuatro millones de ejemplares en 41 idiomas. Y con tesón aragonés, extiende su Obra por todo el mundo. Cuando muere, en 1975, el Opus Dei contaba con más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades en los cinco continentes.

Pocas instituciones religiosas han conseguido tanto y han llegado tan lejos como el Opus Dei en tan poco tiempo. Hoy la Obra es, sin duda, una de las instituciones eclesiales más potentes del mundo. Cuenta con 85.000 fieles (27.000 en España), con numerosos políticos de renombre en todo el mundo, 1.684 sacerdotes, varios obispos y un cardenal, el arzobispo de Lima Juan Luis Cipriani. Sus poderes en la Curia han crecido como la espuma. Uno de sus hombres, Joaquín Navarro Valls, está al frente de la portavocía de la Santa Sede desde hace 17 años. Y son públicas y notorias las simpatías hacia el Opus de los dos grandes centros de poder del Vaticano: la Secretaría de Estado y la Congregación para la Doctrina de la fe, presididas por los cardenales Sodano y Ratzinger, respectivamente.

La estima del Papa

Y lo que es más importante, cuenta con la total estima de Juan Pablo II, que le concedió la Prelatura Personal en 1982, beatificó a su fundador en 1992 y lo canonizará presumiblemente en 2002.Por eso en Roma suelen decir que «el Opus Dei suplantó a la Compañía de Jesús en el corazón del Papa». Sea lo que fuere, el 2002 será el año de las mieles para la Obra, que alcanzará el cenit de su gloria, tras haber desactivado a todos sus críticos.

Antes, sus enemigos la acusaban de «secretismo y conservadurismo».Hoy, todo son alabanzas para una institución bendecida por Dios (con un milagro) y por su Vicario en la tierra (con una canonización).De Camino a autopista eclesial.

El profeta de la vida cotidiana

El 2002 será el año del Opus Dei. A las celebraciones previstas por la Obra para festejar el centenario del nacimiento de su fundador se añadirá el mayor homenaje que podía rendirle la Iglesia: hacerle santo en un plazo corto de tiempo y con dos milagros «probados» y miles de «favores» concedidos. Será el «profeta de la vida cotidiana».

A Juan Pablo II se le conoce como el «hacedor de santos». Pero ser santo no es nada fácil en la Iglesia católica. Hace falta mucho dinero (se calcula que un proceso puede costar entre 300 y 500 millones de pesetas), influencias, un equipo de investigadores, canonistas y postuladores bien engrasados, influencias en la Curia y, sobre todo, una persona con vida ejemplar y uno o dos milagros.

Todo eso lo tenía el Opus Dei. Por eso, puso en marcha el proceso de santificación de su fundador desde el mismo día de su muerte.

La causa de canonización de Escrivá, incluyendo el tiempo necesario para superar el primer escalón, la beatificación, ha durado 21 años. Fue iniciada en 1981, a los seis años de su muerte.

El proceso madrileño concluyó con la presentación a la Congregación para la Causa de los Santos de un «milagro»: la curación inexplicable de un tumor que padecía la religiosa Concepción Boullón, de 70 años. El primer milagro de Escrivá pasó el filtro de la comisión médica, de la comisión teológica y de la comisión cardenalicia. Y el Papa aprobó su elevación a los altares como beato el 17 de mayo de 1992. Sus seguidores se volcaron: más de 300.000 personas abarrotaron San Pedro el día de su beatificación.

Para la canonización se presentó la curación, en 1992, del médico Manuel Nevado, al que se le había diagnosticado un cáncer incurable. El milagro fue aprobado por unanimidad y el Papa firmó el pasado mes de diciembre el decreto que supone el paso previo a la canonización.

Tendrá lugar el 26 de junio (fecha de su muerte) o, más probablemente, el 2 de octubre (fecha de la fundación de la Obra). Y entonces Roma estallará con la presencia de medio millón de seguidores

Sea cuando sea, Juan Pablo II presentará al nuevo santo como un cúmulo de virtudes y un ejemplo a seguir. Es decir, Josemaría Escrivá se convertirá en modelo público para todos los creyentes, merecedor de culto universal. Será el primer San Josemaría (todo junto) de la Historia. El Opus siempre es diferente.

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Avui, 9 de enero de 2002

JOSEMARÍA

JOAN ESTRUCH. (traducción: redacción de eclesalia)

Hoy hace cien años que nació el fundador del Opus Dei, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Alrededor del mundo donde tienen implantación, los miembros del Opus lo celebrarán. En Barcelona, por ejemplo, lo harán con una misa solemne presidida por el arzobispo -aquello que un cura menorquín amigo solía decir un missot- en Santa Maria del Mar. ¡Felicidades!

Felicitades también, y sobre todo, porque este año del centenario de Mons. Escrivá (con permiso del Real Madrid) coincidirá previsiblemente con el de su canonización. Pero no es a propósito de la gente del Opus de quién querría hablar básicamente, sino más bien de aquellos cristianos que no son (que no somos) del Opus. Porque alrededor de la noticia de la canonización del ahora beato Escrivá han surgido en los ambientes de Iglesia una serie de comentarios que denotan, en mi opinión, una clara incoherencia y casi una cierta hipocresía.

Son muchos, en efecto, los que hacen aspavientos por la rapidez con la cual está a punto de culminar el proceso: Escrivá murió en el año 1975, fue beatificado en el año 1992, y será probablemente canonizado en el año 2002. Quienes se quejan son los mismos, por lo demás, que no dejan de reconocer que el Opus es un grupo muy bien organizado, que tiene poder, dinero y influencia, y con muchos miembros estratégicamente colocados en el aparato burocrático de la curia vaticana. Y pues, ¿qué queréis? ¿Que todos ellos se pasen el día en el despacho haciendo los crucigramas del Osservatore Romano? Veneran a su fundador, y han trabajado con celeridad y con eficacia por conseguir el objetivo que se habían propuesto. Quienes se quejan salen entonces, pero, con el argumento aparentemente definitivo: ¡es que Mons. Escrivá será canonizado antes de que Juan XXIII y antes de que el obispo Óscar Romero! Y claro está que sí: ¡es elemental, estimado Watson! Y no hace falta explicarlo con el recurso a los argumentos del juego sucio. También jugando limpio el resultado tenía que ser exactamente el mismo.

Por ser bien claro, lo diré en primera persona: por razones tanto generacionales como ideológicas, soy un ferviente admirador de Juan XXIII, a quien considero un santo independientemente de cualquiera certificación oficial. Pero por razones ideológicas más que generacionales, si a un amigo o pariente le diagnosticaran un cáncer, la última cosa que se me ocurriría sería darle una estampita de Juan XXIII a fin que se la pusiera encima la barriga a la hora de dormir rezando por la realización del milagro. Me parece que aquí raya la incoherencia radical de quienes ahora se lamentan: querrían que declararan santos Roncallis y Romeros sin tener que jugar el juego que hoy por hoy es necesario jugar en la Iglesia católica por acceder oficialmente a la santidad. Dicho de otro modo: no se trata de criticar la canonització de Escrivá ni la celeridad del proceso; aquello que en todo caso era necesario criticar es el procedimiento en vigor, hecho a base de trámites burocráticos y de certificaciones de milagros. No se trata de dirimir si Escrivá es más o menos milagroso que Juan XXIII; se trata de tomar conciencia que el uno recibe muchas más solicitudes que el otro. Me parece que cualquier funcionario de la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos estaría en consonancia: con el sistema actual, tienen objetivamente muchas más probabilidades de llegar a santos personas como ahora Mons. Escrivá, el Padre Pío o la Madre Teresa de Calcuta, que arrastran masas fervorosas, que no un personaje como el papa Roncalli, que tiene sus defensores más encarnizados en una gente poco propensa a la clase de expresiones de la religiosidad que la canonización oficial exige.

Más allá de la anécdota, y de la posible conveniencia de modificar el sistema que hace de los milagros el requisito indispensable para la culminación de los procesos de beatificación y de canonización, veto aquí en definitiva la cuestión esencial: es una cuestión de estilos de creencia. En el seno de la Iglesia católica del siglo XXI coexisten estilos de creencia diferentes: no todo el mundo reza el rosario, hay quién va a misa cada domingo y hay quién va de vez en cuando, los unos organizan procesiones de Semana Santa, los otros celebran jornadas diocesanas, y los hay que se encuentran a gusto con su grupo de neocatecumenales o en su comunidad de base. De hecho este fenómeno de la pluralidad interna no es nuevo: el estilo de creencia de un cartujo, de un jesuita y de un franciscano han estado siempre suficientemente diferenciados. Pero antiguamente esta diversidad se hacía sobre todo visible entre los virtuosos de la religión, entre pequeñas minorías espiritualmente privilegiadas. Aquello que es nuevo es que hoy la diversidad afecta todo el mundo, incluidos los que Mons. Escrivá nominaba "clase de tropa" y cristianos "del montón". Creo que buena parte del futuro de la Iglesia católica en la primera mitad del siglo XXI se jugará en función de la respuesta que se acabe dando a este dilema: el hecho que el otro sea católico como yo, pero con un estilo de creencia muy diverso de mi, ¿me es un estorbo o bien me es una riqueza?

Lo que me parece evidente es que en esta Iglesia católica del siglo XXI un movimiento como el del Opus Dei continuará existiendo, y continuará pesando. Y seríamos hipócritas sino hiciéramos ver que somos tan abiertos y tan liberales que reivindiquemos que el estilo de religiositad representado por las estampitas, las devociones particulares o los rosarios tenga cabida dentro la Iglesia. La verdad es que, si acaso, todavía habremos de acabar pidiendo la intercesión de san Josemaría Escrivá para que dentro la Iglesia tengamos cabida ¡los otros! Bienvenida sea, pues, la canonización de Mons. Escrivá si a los unos los hace felices, y a los otros los hace darse cuenta de que el procedimiento actualmente en vigor necesita ser revisado a fondo.

Y para acabar una petición, esta sí, dirigida a los dirigentes de la Obra, y que hacía ya en mi libro "el Opus Dei y sus paradojas": uno vez finalizado el proceso en el cual habéis estado trabajando desde el momento de la muerte del fundador, ahora hace veinticinco años, mostradnos al fin con seriedad y con rigor el verdadero rostro de este hombre. A partir de los materiales que tenéis en vuestros archivos, desmitificadlo, sacadle esta apariencia de cromo que tiene ahora y revelad toda la complejidad, la riqueza y el carácter paradójico del personaje de verdad. A un obispo amigo que le mostraba un papel dónde era duramente atacado, Escrivá le replicó que si lo conocieran más "quizás hubieran podido decir cosas peores". el estudio riguroso que Escrivá se merece, y que por ahora no se ha escrito, no tendría que servir para poder decir de él "cosas peores", sino para entenderlo mejor, para adentrarse en su personalidad rica y complicada. Un Escrivá que en otra ocasión, y equivocándose de medio a medio, exclamó: "No té hagas ilusiones, no soy de madera de santo". Un Josemaría Escrivá de Balaguer, en fin, que cuando lo bautizaron ahora hace cien años no se decía ni Josemaría, todo junto, ni de Balaguer y, según algunos documentos, ni siquiera se decía Escrivá.

Joan Estruch. Catedrático de sociologia de la UAB. Autor de "L'Opus Dei i les seves paradoxes: un estudi sociològic" (Edicions 62, Barcelona 1993).

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JOSEMARÍA (Catalán)

JOAN ESTRUCH

Avui fa cent anys que va néixer el fundador de l'Opus Dei, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Arreu del món on tenen implantació, els membres de l'Opus ho celebraran. A Barcelona, per exemple, ho faran amb una missa solemne presidida per l'arquebisbe -allò que un capellà menorquí amic solia dir-ne un missot- a Santa Maria del Mar. Felicitats!

Felicitats també, i sobretot, perquè aquest any del centenari de Mons. Escrivá (amb permís del Reial Madrid) coincidirà previsiblement amb el de la seva canonització. Però no és pas de la gent de l'Opus de qui voldria parlar bàsicament, sinó més aviat d'aquells cristians que no són (que no som) de l'Opus. Perquè a l'entorn de la notícia de la canonització de l'ara beat Escrivá han sorgit en els ambients d'Església una sèrie de comentaris que denoten, al meu entendre, una clara incoherència i gairebé una certa hipocresia.

Són molts, en efecte, els que fan escarafalls per la rapidesa amb la qual està a punt de culminar el procés: Escrivá morí l'any 1975, fou beatificat l'any 1992, i serà probablement canonitzat l'any 2002. Els qui es queixen són els mateixos, d'altra banda, que no s'estan de reconèixer que l'Opus és un grup molt ben organitzat, que té poder, diners i influència, i amb molts membres estratègicament col·locats en l'aparell burocràtic de la cúria vaticana. I doncs, què voleu? Que tots ells es passin el dia al despatx fent els mots encreuats de l'Osservatore Romano? Veneren el seu fundador, i han treballat amb celeritat i amb eficàcia per aconseguir l'objectiu que s'havien proposat. Els qui es queixen surten aleshores, però, amb l'argument aparentment definitiu: és que Mons. Escrivá serà sant abans que Joan XXIII i abans que el bisbe Óscar Romero! I és clar que sí: és elemental, estimat Watson! I no fa cap falta haver-ho d'explicar amb el recurs als arguments del joc brut. També jugant net el resultat havia de ser exactament el mateix.

Per ser ben clar, ho diré en primera persona: per raons tant generacionals com ideològiques, sóc un fervent admirador de Joan XXIII, a qui considero un sant independentment de qualsevol certificació oficial. Però per raons ideològiques més que generacionals, si a un amic o parent li diagnostiquessin un càncer, la darrera cosa que se m'acudiria fóra de donar-li una estampeta de Joan XXIII a fi que se la posés damunt la panxa a l'hora de dormir tot resant per la realització del miracle. Em sembla que aquí rau la incoherència radical dels qui ara es lamenten: voldrien que declaressin sants Roncallis i Romeros sense haver de jugar el joc que avui per avui cal jugar en l'Església catòlica per accedir oficialment a la santedat. Dit d'una altra manera: no es tracta de criticar la canonització d'Escrivá ni la celeritat del procés; allò que en tot cas caldria criticar és el procediment en vigor, fet a base de tràmits burocràtics i de certificacions de miracles. No es tracta de dirimir si Escrivá és més o menys miracler que Joan XXIII; es tracta de prendre consciència que l'un rep moltes més sol·licituds que no pas l'altre. Em sembla que qualsevol funcionari de la Congregació Vaticana per a les Causes dels Sants hi estaria d'acord: amb el sistema actual, tenen objectivament moltes més probabilitats d'arribar a sants persones com ara Mons. Escrivá, el Padre Pio o la Mare Teresa de Calcuta, que arrosseguen masses fervoroses, que no pas un personatge com el papa Roncalli, que té els seus defensors més aferrissats en una gent poc propensa a la mena d'expressions de la religiositat que la canonització oficial exigeix.

Més enllà de l'anècdota, i de la possible conveniència de modificar el sistema que fa dels miracles el requisit indispensable per a la culminació dels processos de beatificació i de canonització, vet aquí en definitiva la qüestió essencial: és una qüestió d'estils de creença. En el si de l'Església catòlica del segle XXI coexisteixen estils de creença diferents: no tothom resa el rosari, hi ha qui va a missa cada diumenge i hi ha qui hi va de tant en tant, els uns organitzen processons de Setmana Santa, els altres celebren jornades diocesanes, i n'hi ha que es troben a gust amb el seu grup de neocatecumenals o en la seva comunitat de base. De fet aquest fenomen de la pluralitat interna no és nou: l'estil de creença d'un cartoixà, d'un jesuïta i d'un franciscà han estat sempre prou diferents. Però antigament aquesta diversitat es feia sobretot visible entre els virtuosi de la religió, entre petites minories espiritualment privilegiades. Allò que és nou és que avui la diversitat afecta tothom, inclosos els que Mons. Escrivá anomenava "clase de tropa" i cristians "del montón". Crec que bona part del futur de l'Església catòlica en la primera meitat del segle XXI es jugarà en funció de la resposta que s'acabi donant a aquest dilema: el fet que l'altre sigui catòlic com jo, però amb un estil de creença molt divers del meu, m'és una nosa o bé m'és una riquesa?

El que em sembla evident és que en aquesta Església catòlica del segle XXI un moviment com el de l'Opus Dei continuarà existint, i continuarà pesant. I seríem hipòcrites si féssim veure que som tan oberts i tan liberals que reivindiquem que l'estil de religiositat representat per les estampetes, les devocions particulars o els rosaris tingui cabuda dins l'Església. La veritat és que, si badem, encara haurem d'acabar demanant la intercessió de sant Josemaría Escrivá per tal que dins l'Església hi tinguem cabuda els altres! Benvinguda sigui, doncs, la canonització de Mons. Escrivá si als uns els fa feliços, i als altres els fa adonar que el procediment actualment en vigor necessita ser revisat a fons. I per acabar una petició, aquesta sí, adreçada als dirigents de l'Obra, i que feia ja en el meu llibre L'Opus Dei i les seves paradoxes: un cop finalitzat el procés en el qual heu estat treballant des del moment de la mort del fundador, ara fa vint-i-cinc anys, mostreu-nos per fi amb seriositat i amb rigor el veritable rostre d'aquest home. A partir dels materials que teniu en els vostres arxius, desmitifiqueu-lo, traieu-li aquesta aparença de cromo que té ara i reveleu tota la complexitat, la riquesa i el caràcter paradoxal del personatge de debò. A un bisbe amic que li mostrava un paper on era durament atacat, Escrivá li replicà que si el coneguessin més "quizás hubieran podido decir cosas peores". L'estudi rigorós que Escrivá es mereix, i que per ara no s'ha escrit, no hauria de servir per poder dir d'ell "cosas peores", sinó per entendre'l millor, per endinsar-se en la seva personalitat rica i complicada. Un Escrivá que en una altra ocasió, i equivocant-se de mig a mig, va exclamar: "No te hagas ilusiones, no soy de madera de santo". Un Josemaría Escrivá de Balaguer, en fi, que quan el van batejar ara fa cent anys no es deia ni Josemaría, tot junt, ni de Balaguer i, segons alguns documents, ni tan sols es deia Escrivá.

Joan Estruch. Catedràtic de sociologia de la UAB. Autor de 'L'Opus Dei i les seves paradoxes: un estudi sociològic' (Edicions 62, Barcelona 1993)

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El Mundo, 13 de enero de 2002

LUDMILA, LA ÚNICA CURA CON FALDAS
Iglesia / Vetada por el Vaticano

JOSÉ MANUEL VIDAL

MADRID.

Dijo misa hace 31 años. Ha ejercido el sacerdocio en la clandestinidad, en Checoslovaquia, con el secretismo de un espía. Desde Roma le han prohibido ejercer sus funciones. Editorial Claret acaba de publicar «Desde lo hondo. La historia de Ludmila Javorova», de Miriam Therese Winter.

Salió de casa con el vestido largo de color negro de los domingos. Eran las doce de la noche del 28 de diciembre de 1970. Miró a izquierda y derecha para cerciorarse de que nadie la estaba espiando y, casi corriendo, recorrió la corta distancia que la separaba del piso del obispo. En el despacho de Félix María Davidek, arzobispo de Brno, todo estaba preparado. Ludmila Javorova llamó al timbre dos veces largas y una corta, la señal convenida. Estaba radiante de felicidad. Por fin, a sus 38 años, iba a ver cumplido el sueño de su vida. Antes de iniciar el viejo ritual, monseñor Davidek volvió a preguntarle: «¿Quieres recibirlo?», dijo él.«Sí, quiero», respondió ella.

Entonces, el arzobispo católico Davidek inició el ritual del sacramento del orden sacerdotal, le impuso sus manos, como signo externo del mismo, en la ciudad morava de Brno, ante la presencia, como testigo, de un hermano del arzobispo. A continuación, ella celebró su primera misa, realizó su primera consagración del pan y del vino y dio su primera bendición a las dos personas presentes. «De vuelta a casa, lloraba a borbotones por todos los años en los que había contenido mis lágrimas», recuerda.

Desde entonces, se convirtió en la primera «sacerdotisa» católica del mundo en los últimos 20 siglos (muchos teólogos suelen asegurar que, hasta el siglo I, la Iglesia católica contó con mujeres sacerdotisas y diaconisas).

Como tal, Ludmila celebraba misa todos los días, sola, en su casa de Brno, sin que ni siquiera sus padres lo supiesen. Eran los años de plomo de la dictadura comunista en Checoslovaquia y en todo el Este de Europa. La Iglesia católica estaba perseguida, controlada por el Estado. Le llamaban la «Iglesia del silencio» y la «Iglesia mártir». El actual arzobispo de Praga, monseñor Vlk, trabajó más de 20 años como un simple limpiacristales...

Para despistar a la policía comunista, el arzobispo Davidek ordenó en secreto a 17 obispos, algunos de ellos casados y con familia, y a 68 sacerdotes varones, muchos de ellos casados. Ella guardó el secreto, pero muchos de los católicos clandestinos eslovacos de entonces conocían su condición sacerdotal y la aceptaban como tal. Más aún, llegó a ser «vicaria general», es decir, la número dos de la archidiócesis de Brno. Tras la caída del Muro de Berlín, salió a la luz la existencia de la Iglesia clandestina checoslovaca.Y con ella, la existencia de una mujer sacerdote.

Ludmila esperó hasta 1989, año de la «revolución de terciopelo», para pedir el reconocimiento eclesial y la ayuda del Papa. «Primero intenté fijar una entrevista con el Papa por medio del cardenal Wyszynski de Polonia, pero sin conseguirlo. Después le pedí ayuda directamente para que me aceptase como soy. Le escribí una carta», que decía simplemente: «Santo Padre, he recibido la ordenación sacerdotal en estas circunstancias, y ahora se lo comunico».

Pero pasaron diez años y el Vaticano dio la callada por respuesta.Sólo entonces, en 1995, Ludmila reconoció públicamente su condición.Y, sólo entonces, la jerarquía romana reaccionó.

Cuando en Roma se enteraron de la existencia de, al menos, una mujer sacerdote, de obispos casados y de curas con hijos y nietos, cundió el pánico en la Curia. El Papa encargó al cardenal Ratzinger poner orden. Roma negó la validez de la ordenación sacerdotal de Ludmila Javorova y de los cuatro obispos casados.

Ella acató la decisión del Vaticano, pero sigue proclamando que, aún sin ejercer, es cura. Asegura, por ejemplo, que en la Checoslovaquia de entonces había dos tipos de clero. El de «primera línea», absolutamente fiel al Estado y controlado por el aparato comunista (tras la caída del comunismo, sus miembros siguieron ejerciendo su ministerio sin problema alguno por parte de Roma). El otro clero, el llamado de «segunda línea», optó por actuar clandestinamente para mantener la integridad de la fe católica. Su ministerio había sido invisible y su ordenación secreta a instancias del propio Vaticano, que les había prohibido cooperar con los comunistas.

Sin embargo, la respuesta de Roma, tras la caída del Muro de Berlín, fue «reconocer el sacerdocio a los colaboracionistas y negárselo a los clandestinos», dice, dolida: «De repente, a los ojos de Roma, lo que había sido considerado legítimo e incluso heroico bajo las fuerzas del comunismo se percibía como un sacerdocio paralelo y un problema a resolver».

Pero, por mucho que Roma trate de ocultarlo, Fridolin es un obispo casado y Ludmila Javorova una mujer sacerdote. El símbolo vivo de que en la Iglesia católica existe ya lo que la jerarquía se empecina en negar: curas con faldas.

CATOLICISMO

Roma no ordena a mujeres. La jerarquía católica lo ha tenido siempre claro: Dios es un señor. Y, si es posible, con bigote y luenga barba, para dejar bien clara su omnipotente virilidad. Y eso que si las mujeres desapareciesen de las iglesias, el catolicismo perdería a las tres cuartas partes de sus fieles. Pero la mujer sigue sin poder subir al altar si no es para fregar el suelo.Juan Pablo II les ha negado «definitivamente» el acceso al sacerdocio.Ya decía Karl Rhaner, el teólogo católico más importante de los últimos tiempos, que la ordenación de la mujer era «cuestión de dos o tres siglos».

PROTESTANTISMO

La Reforma rompe tabúes. Sólo con protestantes y anglicanos las mujeres gozan de las mismas prerrogativas que los hombres. Las primeras mujeres fueron ordenadas a finales del XIX por los presbiterianos de EEUU. En los años 20, hicieron lo mismo luteranos y reformados.Más de 200 iglesias protestantes reconocen hoy el ministerio de las mujeres. En 1994, la Iglesia inglesa rompió cánones y ordenó a 32 mujeres. Los catastrofistas auguraban un cisma. Ocho años después, hay cientos de mujeres sacerdotes y al catolicismo sólo se pasaron dos obispos y algún cura nostálgico.

CULTOS DE ORIENTE

Buda y Vishnu las relegan. En tiempos de Buda, hubo mujeres monjes, las bhiskunis, que se recluían en monasterios para meditar y orar. En el budismo actual, sin embargo, están relegadas y sin acceso a puestos dirigentes. Algo parecido sucede en el hinduismo, a pesar de que su cosmogonía sea rica en diosas. Pero los santones y los brahmanes siguen siendo hombres exclusivamente. Incluso en el sintoísmo, la religión oficial de Japón, la mujer sigue siendo la guardiana de la casa y su papel es secundario en los templos y en la sociedad.

ISLAM Y JUDAISMO

Yhavé y Alá las recluyen. Los judíos tenían pavor a pronunciar el nombre de Dios. Y los islámicos, a representar su rostro.Pero unos y otros elaboraron una religión machista, que se traduce en una profunda marginación de la mujer. Las judías sólo pueden dirigir ritos hogareños, sin posibilidad de acceso a puestos de rabino en las sinagogas. En el islam, las mujeres son las «reinas de sus casas», pero, de puertas afuera, apenas cuentan en la vida social y religiosa. Ninguna mujer puede dirigir la oración e incluso en las mezquitas ocupan un lugar apartado de los hombres.

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ECLESALIA, 23 de enero de 2002

INTERNET: UN NUEVO FORO PARA LA PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO
Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

AGENCIA ZENIT

CIUDAD DEL VATICANO.

Queridos hermanos y hermanas:

1. La Iglesia prosigue en todas las épocas la tarea comenzada el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, salieron a las calles de Jerusalén a anunciar el Evangelio de Jesucristo en diversas lenguas (cf. Hch 2, 5-11). A lo largo de los siglos sucesivos, esta misión evangelizadora se extendió a todos los rincones de la tierra, a medida que el cristianismo arraigaba en muchos lugares y aprendía a hablar las diferentes lenguas del mundo, obedeciendo siempre al mandato de Cristo de anunciar el Evangelio a todas las naciones (cf. Mt 28, 19-20).

Pero la historia de la evangelización no es sólo una cuestión de expansión geográfica, ya que la Iglesia también ha tenido que cruzar muchos umbrales culturales, cada uno de los cuales requiere nuevas energías e imaginación para proclamar el único Evangelio de Jesucristo. La era de los grandes descubrimientos, el Renacimiento y la invención de la imprenta, la Revolución industrial y el nacimiento del mundo moderno: estos fueron también momentos críticos, que exigieron nuevas formas de evangelización. Ahora, con la revolución de las comunicaciones y la información en plena transformación, la Iglesia se encuentra indudablemente ante otro camino decisivo. Por tanto, es conveniente que en esta Jornada mundial de las comunicaciones de 2002 reflexionemos en el tema: «Internet: un nuevo foro para la proclamación del Evangelio».

2. Internet es ciertamente un nuevo «foro», entendido en el antiguo sentido romano de lugar público donde se trataba de política y negocios, se cumplían los deberes religiosos, se desarrollaba gran parte de la vida social de la ciudad, y se manifestaba lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Era un lugar de la ciudad muy concurrido y animado, que no sólo reflejaba la cultura del ambiente, sino que también creaba una cultura propia. Esto mismo sucede con el ciberespacio, que es, por decirlo así, una nueva frontera que se abre al inicio de este nuevo milenio. Como en las nuevas fronteras de otros tiempos, ésta entraña también peligros y promesas, con el mismo sentido de aventura que caracterizó otros grandes períodos de cambio. Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al comienzo del milenio, seguir el mandato del Señor de!«remar mar adentro»: «Duc in altum» (Lc 5, 4).

3. La Iglesia afronta este nuevo medio con realismo y confianza. Como otros medios de comunicación, se trata de un medio, no de un fin en sí mismo. Internet puede ofrecer magníficas oportunidades para la evangelización si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y sus debilidades. Sobre todo, al proporcionar información y suscitar interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana abierta al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen en medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad cristiana.

En una etapa posterior, Internet también puede facilitar el tipo de seguimiento que requiere la evangelización. Especialmente en una cultura que carece de bases firmes, la vida cristiana requiere una instrucción y una catequesis continuas, y esta es tal vez el área en que Internet puede brindar una excelente ayuda. Ya existen en la red innumerables fuentes de información, documentación y educación sobre la Iglesia, su historia y su tradición, su doctrina y su compromiso en todos los campos en todas las partes del mundo. Por tanto, es evidente que aunque Internet no puede suplir nunca la profunda experiencia de Dios que sólo puede brindar la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, sí puede proporcionar un suplemento y un apoyo únicos para preparar el encuentro con Cristo en la comunidad y sostener a los nuevos creyentes en el camino de fe que comienza entonces.

4. Sin embargo, hay ciertas cuestiones necesarias, incluso obvias, que se plantean al usar Internet para la causa de la evangelización. De hecho, la esencia de Internet consiste en suministrar un flujo casi continuo de información, gran parte de la cual pasa en un momento. En una cultura que se alimenta de lo efímero puede existir fácilmente el riesgo de considerar que lo que importa son los datos, más que los valores. Internet ofrece amplios conocimientos, pero no enseña valores; y cuando se descuidan los valores, se degrada nuestra misma humanidad, y el hombre con facilidad pierde de vista su dignidad trascendente. A pesar de su enorme potencial benéfico, ya resultan evidentes para todos algunos modos degradantes y perjudiciales de usar Internet, y las autoridades públicas tienen seguramente la responsabilidad de garantizar que este maravilloso instrumento contribuya al bien común y no se convierta en una fuente de daño.

Además, Internet redefine radicalmente la relación psicológica de la persona con el tiempo y el espacio. La atención se concentra en lo que es tangible, útil e inmediatamente asequible; puede faltar el estímulo a profundizar más el pensamiento y la reflexión. Pero los seres humanos tienen necesidad vital de tiempo y serenidad interior para ponderar y examinar la vida y sus misterios, y para llegar gradualmente a un dominio maduro de sí mismos y del mundo que los rodea. El entendimiento y la sabiduría son fruto de una mirada contemplativa sobre el mundo, y no derivan de una mera acumulación de datos, por interesantes que sean. Son el resultado de una visión que penetra el significado más profundo de las cosas en su relación recíproca y con la totalidad de la realidad. Además, como foro en el que prácticamente todo se acepta y casi nada perdura, Internet favorece un medio relativista de pensar y a veces fomenta la evasión de la responsabilidad y del compromiso personales.

En este contexto, ¿cómo hemos de cultivar la sabiduría que no viene precisamente de la información, sino de la visión profunda, la sabiduría que comprende la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, y sostiene la escala de valores que surge de esta diferencia?

5. El hecho de que a través de Internet la gente multiplique sus contactos de modos hasta ahora impensables abre maravillosas posibilidades de difundir el Evangelio. Pero también es verdad que las relaciones establecidas mediante la electrónica jamás pueden tomar el lugar de los contactos humanos directos, necesarios para una auténtica evangelización, pues la evangelización depende siempre del testimonio personal del que ha sido enviado a evangelizar (cf. Rm 10, 14-15). ¿Cómo guía la Iglesia, desde el tipo de contacto que permite Internet, a la comunicación más profunda que exige el anuncio cristiano? ¿Cómo entablamos el primer contacto y el intercambio de información que permite Internet?

No cabe duda de que la revolución electrónica entraña la promesa de grandes y positivos avances con vistas al desarrollo mundial; pero existe también la posibilidad de que agrave efectivamente las desigualdades existentes al ensanchar la brecha de la información y las comunicaciones. ¿Cómo podemos asegurar que la revolución de la información y las comunicaciones, que tiene en Internet su primer motor, promueva la globalización del desarrollo y de la solidaridad del hombre, objetivos vinculados íntimamente con la misión evangelizadora de la Iglesia?

Por último, en estos tiempos tan agitados, permitidme preguntar: ¿cómo podemos garantizar que este magnífico instrumento, concebido primero en el ámbito de operaciones militares, contribuya ahora a la causa de la paz? ¿Puede fomentar la cultura del diálogo, de la participación, de la solidaridad y de la reconciliación, sin la cual la paz no puede florecer? La Iglesia cree que sí; y para lograr que esto suceda, está decidida a entrar en este nuevo foro, armada con el Evangelio de Cristo, el Príncipe de la paz.

6. Internet produce un número incalculable de imágenes que aparecen en millones de pantallas de ordenadores en todo el planeta. En esta galaxia de imágenes y sonidos, ¿aparecerá el rostro de Cristo y se oirá su voz? Porque sólo cuando se vea su rostro y se oiga su voz el mundo conocerá la buena nueva de nuestra redención. Esta es la finalidad de la evangelización. Y esto es lo que convertirá Internet en un espacio auténticamente humano, puesto que si no hay lugar para Cristo, tampoco hay lugar para el hombre. Por tanto, en esta Jornada mundial de las comunicaciones, quiero exhortar a toda la Iglesia a cruzar intrépidamente este nuevo umbral, para entrar en lo más profundo de la red, de modo que ahora, como en el pasado, el gran compromiso del Evangelio y la cultura muestre al mundo «la gloria de Dios que está en la faz de Cristo» (2 Co 4, 6). Que el Señor bendiga a todos lo que trabajan con este propósito.

Vaticano, 24 de enero de 2002, fiesta de San Francisco de Sales IOANNES PAULUS II [Traducción del original en inglés distribuida por la Sala de Prensa de la Santa Sede]

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La Razón, 30 de enero de 2002

239 SACERDOTES ANGLICANOS HAN ENTRADO EN LA IGLESIA CATÓLICA
TRAS LA ORDENACIÓN DE MUJERES

Más de un centenar de ellos están casados y han mantenido su vida matrimonial y familiar

DIEGO MAZON

MADRID.

Desde que en 1992 la Iglesia Anglicana decidiera ordenar mujeres para ejercer el sacerdocio, 239 sacerdotes han dejado esta Iglesia y se han ordenado en la Iglesia Católica. Más de un centenar de ellos estaban casados, y al entrar a formar parte de la jerarquía vaticana han mantenido esta condición. El hecho de pasarse a otra confesión no supone para estos religiosos la renuncia a su vida matrimonial y familiar, pues para ellos la Iglesia tiene un trato excepcional, ya que no tienen que cumplir el celibato, aunque muchos lo conciban como algo bastante positivo.

El padre Graham Preston es uno de los más de doscientos sacerdotes que han abandonado la disciplina anglicana para unirse a la Iglesia de Roma. La característica más peculiar de este religioso es que está casado, lo que no ha supuesto una traba a su ingreso en el catolicismo. Para aquellos sacerdotes anglicanos casados que deciden ingresar en la familia católica, la Iglesia establece un régimen especial, ya que no deben renunciar a su vida matrimonial ni familiar, y no deben realizar el voto de celibato.

Casado y con hijos

El padre Graham decidió abandonar la Iglesia Anglicana en 1994. El primer cambio que observó al empezar a desempeñar sus nuevas funciones es, según él, que «en la Iglesia Católica tú eres el sacerdote de la gente, y si alguien muere, no hay ningún problema con que sean las cuatro de la madrugada. Ellos te llamarán porque eres su sacerdote y esperan que estés ahí». Después de que decidiera dejar la Iglesia de Inglaterra el padre Preston tuvo que esperar seis meses antes de dejar su parroquia. Para él fue «una época difícil», que acabó cuando los anglicanos le compraron una casa para él, su mujer y sus dos hijos. Una vez a la semana, él y su mujer Kathy visitaban la parroquia católica local para recibir instrucción. Transcurridos los seis meses pertinentes, toda la familia entró en el seno de la Iglesia Católica. El padre Preston fue aceptado enseguida por los feligreses. Según afirma, «al principio la gente podía decir cosas como: ¿Tienes permitido hacer todo? o ¿si bendices mi casa, esta queda realmente bendecida? , lo cual era gracioso».

Uno de los más importantes retos de estos sacerdotes «reciclados» es adaptarse a la cultura de la Iglesia Católica. Las parroquias de ésta son generalmente cinco veces más grandes que las anglicanas y tienen mucha mayor demanda sacramental. Muchos de ellos señalan además la «diferencia musical». El padre Preston, que era una de las voces del coro de la canción de Queen «Bohemian Rapsody», señala que «la gente no canta ni hace el esfuerzo. Si pasas a su lado, muchos únicamente mueven los labios».

Pero cuando un sacerdote casado se pasa a la Iglesia de Roma, las mujeres de los sacerdotes tienen un proceso de adaptación a su nueva religión mucho más largo. Según una de ellas, «como esposa de un vicario, yo tengo una serie de expectativas sobre el papel que debo desempeñar», pero el recibimiento que se les ha dado en sus parroquias siempre ha sido excelente, como afirman la mayoría.

A pesar de que los religiosos casados no deben cumplir con el celibato y siguen con su vida matrimonial normal, el padre Preston afirma que «cada vez estoy más convencido de que el celibato es lo correcto para un sacerdote».

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ECLESALIA, 30 de enero de 2002

QUIZÁ SEA CUESTIÓN DE CUESTIONAR

REDACCIÓN de ECLESALIA

La situación que viven los hombres casados que ejercieron el sacerdocio en la Iglesia anglicana (ordenación no reconocida por los cánones católicos) y piden ser ordenados como sacerdotes católicos, contrasta con la de los sacerdotes católicos que, reconocida su ordenación y ministerio, piden poder casarse y cuando lo hacen no se les permite seguir ejerciendo.

Quizá no sea cuestión de fijarse en lo que tienen de privilegio unos frente a otros. Es posible que tampoco sea cuestión de fijarse en el abrazo de aquellos a la Iglesia católica por el repudio a la ordenación de la mujer (curiosamente el movimiento mayoritario que agrupa a los sacerdotes católicos casados en España -moceop- apuesta por el sacerdocio femenino).

Quizá no sea cuestión de una cosa ni de otra... o quizá sí, si no ¿qué nos queda? ¿Aplaudir la reconversión de los que niegan la ordenación de las mujeres? ¿Aceptar el "estado de perfección" del celibato? ¿Bendecir el trato de favor de unos curas sobre otros? ¿Rechazar a los sacerdotes de nuestra Iglesia que se casaron y viven en familia? ¿Dejar de apostar por una iglesia en igualdad y diversidad de ministerios? ¿Recalcar el género y el estado de vida en la organización de la Iglesia? ¿Dejar de buscar la fraternidad del "mirad cómo se ama" y seguir con monseñores y reverendos nombramientos?

Quizá no sea cuestión de cuestionar... ¿o quizá sí?

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Noticias Ecuménicas, Nº 21, 31 de enero de 2002

UN COMPROMISO COMÚN EN FAVOR DE LA PAZ

Declaración final del encuentro interreligioso mundial en Asís

ASÍS.

Esta "Declaración Final" la suscribieron los más de 250 líderes religiosos que participaron en el Encuentro de Asís. Se indica el nombre de los representantes que leyeron cada uno de los pasajes de la Declaración:

Patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla

Reunidos aquí, en Asís, hemos reflexionado juntos sobre la paz, un don de Dios y un bien común de toda la humanidad. Si bien pertenecemos a diferentes tradiciones religiosas, afirmamos que la construcción de la paz requiere amar al prójimo en obediencia a la «ley de oro»: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan».

Con esta convicción, trabajaremos sin descanso en la gran empresa de construir la paz.

Por ello:

Reverendo Konrad Raiser (Consejo Ecuménico de las Iglesias)

1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de que la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu de la religión y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra en nombre de Dios o de la religión, nos comprometemos a hacer todo lo que nos sea posible para desarraigar las causas del terrorismo.

Bhai Sahibji Mohinder Singh (sij)

2. Nos comprometemos a educar a la gente en el respeto y la estima mutuos para favorecer una convivencia fraterna y pacífica entre personas de diferentes grupos étnicos, culturas y religiones.

Metropolita Pitirim (del patriarcado ortodoxo de Moscú)

3. Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo para que crezcan la comprensión y la confianza recíproca entre individuos y pueblos, siendo éstas las premisas de la paz auténtica.

Metropolita Jovan (del patriarcado ortodoxo de Serbia)

4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona humana a vivir una existencia digna, según al propia identidad cultural y a formar libremente una familia.

Jeque Abdel Salam Abushukhadaem (musulmán)

5. Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro imposible a superar, sino por el contrario reconociendo que el encuentro con la diversidad de los demás puede convertirse en una oportunidad para mejorar la comprensión recíproca.

Obispo Vasilios (de la Iglesia ortodoxa de Chipre)

6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y prejuicios del pasado y del presente, y a apoyarnos en el común esfuerzo por derrotar el egoísmo y la prepotencia, el odio y la violencia, así como a aprender del pasado que la paz sin la justicia no es una auténtica paz.

Señor Chang-Gyou Choi (confuciano)

7. Nos comprometemos a estar de la parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, haciéndonos portavoces de quien no tiene voz y trabajando concretamente para superar tales situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo. Hojjatoleslam Ghomi (musulmán)

8. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas para dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.

Reverendo Nichiko Niwano (budista)

9. Nos comprometemos a alentar toda iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico, cuando falta un entendimiento solidario entre los pueblos, expone al mundo a crecientes riesgos de destrucción y muerte.

Rabino Samuel-René Sirat (judaísmo)

10. Nos comprometemos a pedir a los líderes de las naciones que hagan todos los esfuerzos posibles para crear y consolidar, a nivel nacional e internacional, un mundo de solidaridad y paz, basado en la justicia.

Doctor Mesach Krisetya (Conferencia Menonita Mundial)

Como personas de diferentes tradiciones religiosas, proclamaremos sin descanso que la paz y la justicia son inseparables y que la paz y la justicia son el único camino por el que la humanidad puede avanzar hacia un futuro de esperanza. En un mundo en el que sus fronteras cada vez están más abiertas, y las distancias son más breves a causa de una amplia red de comunicaciones, estamos convencidos de que la seguridad, la libertad y la paz nunca serán garantizadas por la fuerza, sino por el entendimiento mutuo.

Que Dios bendiga estas resoluciones y de justicia y paz al mundo.

Juan Pablo II

¡Nunca más la violencia!

¡Nunca más la guerra!

¡Nunca más el terrorismo!

En nombre de Dios, que toda la religión traiga justicia y paz, perdón y vida, ¡amor!

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