¿POLITICA
CATOLICA Manuel
Gómez Granados 1.-
La disyuntiva Con los resultados de las elecciones del 2 de julio en México y el triunfo del Lic. Vicente Fox, en algunos círculos se ha vuelto a poner en el centro del debate un viejo tema sobre el cual el Magisterio social de la Iglesia ya se ha pronunciado, pero parece que no queda claro. Se trata de decidir, según ellos, qué es lo que idealmente sigue, ahora que llegará a la Presidencia de la República un católico: ¿establecer una política católica o buscar que los católicos participen en la política? 2.-
Algunos hechos que pueden ayudar a la reflexión a)
Es necesario recordar que el Estado mexicano no es confesional, sino
laico, y que laico con frecuencia se entiende en el peor sentido: como
antirreligioso. Además, en amplios sectores ilustrados de la población, la
separación del Estado y las iglesias se considera una conquista histórica. Por
otra parte, sería un simplismo leer la historia sólo como la narración de las
actuaciones de buenos y malos, pues el trasfondo es muy complejo y no exento de
prejuicios y desconocimientos mutuos. b)
México es cada vez más un
país plural en el que conviven católicos —que son mayoría—, cristianos,
judíos, evangélicos, indiferentes y no creyentes. Hace muchos años que esta
realidad está presente y no puede ignorarse. México dejó de ser país de una
sola religión, y todo parece indicar que avanza hacia un mayor pluralismo
religioso. No se trata de juzgar, sino de reconocer el hecho. c)
Entre los católicos se encuentran diversas cosmovisiones, variadas
interpretaciones de los hechos y distintas aspiraciones sociales. Los mismos
obispos mexicanos lo reconocen: “Somos una iglesia unida, pero múltiple
en sus modos de vivir y expresar la fe” (Del Encuentro Con Jesucristo Vivo a
la Solidaridad con Todos, no. 141). Pensar que en México los católicos somos
una especie de bloque monolítico sería un error. La realidad, como dicen los
obispos, más bien hace ver que “la verdad es sinfónica” y no
homogeneidad o uniformidad. d)
La nueva sensibilidad cultural de la mayoría de los mexicanos no acepta
premisas de pretensión absoluta o totalizante, sean éstas religiosas o ideológicas.
Sin calificar si es bueno o malo lo que sucede, el hecho es que los mexicanos
son cada vez más críticos de todo lo que consideran imposición, autoritarismo
o intento de uniformar. Sobre todo en el terreno
moral. 3.-
Qué piden los que quieren política católica a)
Señalan que después de tantos años de marginación ha llegado el
momento histórico de implantar funcionarios, leyes y estructuras católicas.
Sin explicitar a qué se refieren exactamente b)
Sugieren que después de la toma de posesión del Presidente Electo se
celebre un Te deum en la catedral metropolitana, y que el Presidente
y su gabinete asista públicamente a misa los domingos, como testimonio
para el pueblo. c)
Proponen la celebración de un concordato entre el Estado y la Iglesia
católica. d)
Piden educación católica en las escuelas públicas y privadas. e)
Desean que en los medios de comunicación se destinen espacios
obligatorios para hablar de religión y
moral, además de que se regulen y se reconozca a las iglesias el derecho a
poseer medios. f)
El derecho a la liberad religiosa, señalan, debe aplicarse de acuerdo
con la antigüedad y representatividad social de las iglesias. g)
Para evitar la dispersión de esfuerzos y dar el testimonio de católicos
en el gobierno, lo mejor es hacer un gobierno confesional no sólo de hecho,
sino de derecho. h)
Sostienen que, en la política, es necesario tener como horizonte la
verdad última: Cristo, que guíe e ilumine la acción, de lo contrario se caería
en las mismas ambigüedades de los no católicos. 4.-
Postura de los católicos en la política a)
Quienes proponen no una política católica, sino la presencia de los católicos
en la política, señalan que el tiempo de cristiandad ya pasó, y que la
experiencia ha demostrado que no es actuando como grupo cerrado la mejor manera
de servir al bien común. Ellos parten del discurso a Diogneto y, sin
negar ni ocultar sus convicciones religiosas, sostienen: “Los cristianos, en
efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su
lengua, ni por sus costumbres... habitan sus propias patrias, pero como
forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como
extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria,
tierra extraña... obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida
sobrepasan las leyes... lo que el alma es al cuerpo eso son los cristianos en el
mundo”. b)
Los católicos, expresan, somos en realidad una minoría, el pequeño
rebaño, que no actúa por su superioridad o por su poderío, sino por el Espíritu
que lo inspira, siempre como fermento en la masa, como sal de la tierra. Lo que
los católicos deben hacer en política es buscar en todo momento la coherencia
con los valores del Evangelio. c)
Resaltan que el Concilio, al reconocer la legítima autonomía de lo
temporal, establece: “Por la propia naturaleza de la creación, todas las
cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio
orden regulado, que el hombre debe respetar, con el reconocimiento de la
metodología particular de cada ciencia o arte” (G et S 36). El objeto de la
política, expresan, no es la
evangelización ni el desarrollo de la comunidad religiosa ni conceder
privilegios a la Iglesia o defenderla, sino el bien común, la promoción y
pleno reconocimiento de los derechos humanos y la participación de todos en la
cosa pública. Sería pervertir la política si se usara para otros fines, como
pudiera ser la evangelización. d)
Añaden que el espíritu del Concilio no es que los católicos nos
apartemos de los que no son católicos, al contrario: “Procuren cooperar
activa y positivamente con los hermanos separados que juntamente con ellos
practican la caridad evangélica, y también con todos los hombres que tienen
sed de auténtica paz” (G et S 90) e)
Estos católicos insisten en que su papel es llevar el Evangelio y sus
valores al interior mismo del quehacer político para irradiar con la Luz del
Cristo sus decisiones y sus acciones. Saben que es difícil vivir el Evangelio
en este ámbito de la vida y que
frecuentemente estarán en tensión y hasta en conflicto de conciencia, pero
dicen que deben servir a todos —creyentes y no creyentes— y que no pueden
aceptar que la “sal” permanezca encerrada en un salero. f)
Consideran que a lo que se puede aspirar es a una ética civil o laica en
la que puedan converger todos los mexicanos, independientemente de sus credos.
Esto supone: no confesionalidad, sino reconocimiento del pluralismo, de la
tolerancia y de la ética basada en la razón y en los derechos humanos. 5.-
La palabra del Magisterio a)
La participación política:
“Es perfectamente conforme
con la naturaleza humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que
ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección
creciente, posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente en la
fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el
gobierno de la cosa pública, en la determinación de los campos de acción y de
los límites de las diferentes instituciones y en la elección de los
gobernantes...” (G
et S 75). b)
Necesidad
de la autoridad: “A
fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la comunidad política,
es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común...”
(G et S 74). c)
El doble significado
de la política: La Iglesia
distingue política del bien común o de los derechos humanos, en la cual
debemos participar activa y responsablemente todos, pues mira al bien común y, política partidista que
busca alcanzar el poder y es responsabilidad legítima y noble de los laicos.
(Cfr. Puebla nos. 521 y 55) d)
La Iglesia no posee
una postura política concreta: “La Iglesia... no propone sistemas o programas económicos y políticos,
ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del
hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario
para ejercer su ministerio en el mundo” (SRS 41) A este propósito, conviene recordar lo
expresado por los obispos mexicanos: “La Iglesia no se cansará en insistir
que una misma fe puede dar lugar a diversos compromisos políticos, con los que
ella como institución jamás debe asociarse” (Del Encuentro... no. 287) El propio Concilio
señala: “A nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor
de su parecer la autoridad en la Iglesia” (G et S 43). Sobre este punto en
particular, el Santo Padre expresó: “La Iglesia no debe y no quiere
vincularse a ninguna opción de formación política o de partido, como, por lo
demás, no expresa preferencia por una u otra solución institucional o
constitucional, sólo exige que sea respetuosa de la auténtica democracia”
(23.XI.95) e)
Libertad Religiosa:
“Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de
coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de
cualquier potestad humana, y esto de tal manera, que en materia religiosa ni se
obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme
a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites
debidos” (D.H. 2) f)
La Iglesia pide
distinguir entre la acción de los cristianos y la acción de la Iglesia: “Es
de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralista,
tener un recto concepto de las relaciones
entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los
cristianos, aislada o asociadamente, lleven a cabo a título personal, como
ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en
nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores” (G et S no. 76). Distinción no significa indiferencia
o neutralidad, sino esfuerzo inteligente para no confundir ni dividir,
sobre todo en terrenos como la democracia que supone un pluralismo que en el
fondo es complementariedad. g)
La política y la
Iglesia: “La comunidad política
y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno.
Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación
personal y social del hombre”... “Šla
Iglesia‹
no pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más
aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan
pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio o las
nuevas condiciones de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la
Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica
libertad, enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los
hombres sin traba alguna y dar juicio moral, incluso sobre materias referentes
al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o
la salvación de las almas, utilizando todos y sólo aquellos medios que sean
conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de
situaciones”. (G
et S 76) h)
La Iglesia rechaza a
grupos que quieran usurpar el poder del Estado o desean imponer a los demás su
concepción de la verdad y del bien: “La Iglesia aprecia el sistema de la democracia... por esto mismo, no
puede favorecer la formación de grupos dirigentes o restringidos
que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el
poder del Estado (...) La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del
fanatismo o fundamentalismo de quienes en nombre de una ideología con
pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás
hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad
cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido
esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre
se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas” (C A no.
46) i)
Lo que une es más que
lo que separa: “A los
cristianos que a primera vista parecen oponerse partiendo de opiniones diversas,
pide la Iglesia un esfuerzo de recíproca comprensión benévola de las
posiciones y de los motivos de los demás; un examen leal de su comportamiento y
de su rectitud sugerirá a cada cual una actitud
de caridad más profunda que, aún reconociendo las diferencias, les permitirá
confiar en las posibilidades de convergencia
y de unidad.” (OA 50) 6.-
A modo de conclusión. El
famoso teólogo Yves Congar expresó alguna vez: “Frecuentemente, algunos teólogos
se limitan a justificar las condiciones dadas. Con argumentos que consideran
sacros apuntalan la situación existente.” En este sentido, la realidad que
vivimos exige creatividad y apertura a las mociones del Espíritu Santo. Algunos analistas han
calificado la pretensión de política católica como “La venganza de los
neocristeros”, pues dicen que ahora
se quieren cobrar las afrentas y las persecuciones. Otros, más críticos,
hablan del “asalto de los fundamentalistas”. Pretender una política católica
puede ser reflejo ideológico de integrismo y provoca el rechazo inmediato de
muchos sectores. Quienes
proponen la presencia de los católicos en la política, expresan que si después
de la experiencia de más de 70 años de una dictadura de partido, ahora los católicos
pretenden imponer sus criterios, valores y verdades, no están dando vida a una
auténtica democracia, sino sólo a una táctica sustitución de unos por otros,
pero con los mismos vicios, las mismas conductas y la misma cerrazón Existen
razones a favor y en contra de una u otra opción. En ambas existen aspectos
dignos de tomarse en cuenta pero no son las únicas opciones pues, como señalaron
los obispos en Puebla: “La dimensión política, constitutiva del hombre,
representa un aspecto relevante de la convivencia humana. Posee un aspecto
englobante, porque tiene como fin el bien común de la sociedad. Pero no por
ello agota la gama de relaciones
sociales” (no 513) El Magisterio de la Iglesia ya ha expresado su opinión,
toca a cada persona decidir en conciencia qué es lo que la
realidad sugiere, permite y exige. En todo caso, no se trata de un asunto
dogmático, sino circunstancial.
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