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Colaboración - Nº 3 - Diciembre 2000

  "En esto conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

             
Juan 13, 35

Podéis enviarnos colaboraciones como ésta. Si la consideramos interesante la publicaremos.

¿POLITICA CATOLICA
O CATOLICOS EN LA POLITICA?

Manuel Gómez Granados
imdosoc

 1.- La disyuntiva

 

Con los resultados de las elecciones del 2 de julio en México  y el triunfo del Lic. Vicente Fox, en algunos círculos se ha vuelto a poner en el centro del debate un viejo tema sobre el cual el Magisterio social de la Iglesia ya se ha pronunciado, pero parece que no queda claro.

 Se trata de decidir, según ellos, qué es lo que idealmente sigue, ahora que llegará a la Presidencia de la República un católico: ¿establecer una política católica o buscar que los católicos participen en la política?

 2.- Algunos hechos que pueden ayudar a la reflexión

a)     Es necesario recordar que el Estado mexicano no es confesional, sino laico, y que laico con frecuencia se entiende en el peor sentido: como antirreligioso. Además, en amplios sectores ilustrados de la población, la separación del Estado y las iglesias se considera una conquista histórica. Por otra parte, sería un simplismo leer la historia sólo como la narración de las actuaciones de buenos y malos, pues el trasfondo es muy complejo y no exento de prejuicios y desconocimientos mutuos.

b)     México es cada vez más  un país plural en el que conviven católicos —que son mayoría—, cristianos, judíos, evangélicos, indiferentes y no creyentes. Hace muchos años que esta realidad está presente y no puede ignorarse. México dejó de ser país de una sola religión, y todo parece indicar que avanza hacia un mayor pluralismo religioso. No se trata de juzgar, sino de reconocer el hecho.

c)      Entre los católicos se encuentran diversas cosmovisiones, variadas interpretaciones de los hechos y distintas aspiraciones sociales. Los mismos  obispos mexicanos lo reconocen: “Somos una iglesia unida, pero múltiple en sus modos de vivir y expresar la fe” (Del Encuentro Con Jesucristo Vivo a la Solidaridad con Todos, no. 141). Pensar que en México los católicos somos una especie de bloque monolítico sería un error. La realidad, como dicen los obispos, más bien hace ver que “la verdad es sinfónica” y no homogeneidad o uniformidad.

d)     La nueva sensibilidad cultural de la mayoría de los mexicanos no acepta premisas de pretensión absoluta o totalizante, sean éstas religiosas o ideológicas. Sin calificar si es bueno o malo lo que sucede, el hecho es que los mexicanos son cada vez más críticos de todo lo que consideran imposición, autoritarismo o intento de uniformar. Sobre todo en el terreno  moral.

3.- Qué piden los que quieren política católica

a)     Señalan que después de tantos años de marginación ha llegado el momento histórico de implantar funcionarios, leyes y estructuras católicas. Sin explicitar a qué se refieren exactamente

b)     Sugieren que después de la toma de posesión del Presidente Electo se celebre un Te deum en la catedral metropolitana, y que el Presidente  y su gabinete asista públicamente a misa los domingos, como testimonio para el pueblo.

c)      Proponen la celebración de un concordato entre el Estado y la Iglesia católica.

d)     Piden educación católica en las escuelas públicas y privadas.

e)     Desean que en los medios de comunicación se destinen espacios obligatorios para hablar de religión  y moral, además de que se regulen y se reconozca a las iglesias el derecho a poseer medios.

f)        El derecho a la liberad religiosa, señalan, debe aplicarse de acuerdo con la antigüedad y representatividad social de las iglesias.

g)     Para evitar la dispersión de esfuerzos y dar el testimonio de católicos en el gobierno, lo mejor es hacer un gobierno confesional no sólo de hecho, sino de derecho.

h)      Sostienen que, en la política, es necesario tener como horizonte la verdad última: Cristo, que guíe e ilumine la acción, de lo contrario se caería en las mismas ambigüedades de los no católicos.

4.- Postura de los católicos en la política

a)     Quienes proponen no una política católica, sino la presencia de los católicos en la política, señalan que el tiempo de cristiandad ya pasó, y que la experiencia ha demostrado que no es actuando como grupo cerrado la mejor manera  de servir  al bien común.

Ellos parten del discurso a Diogneto y, sin negar ni ocultar sus convicciones religiosas, sostienen: “Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres... habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como  extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña... obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes... lo que el alma es al cuerpo eso son los cristianos en el mundo”.

b)     Los católicos, expresan, somos en realidad una minoría, el pequeño rebaño, que no actúa por su superioridad o por su poderío, sino por el Espíritu que lo inspira, siempre como fermento en la masa, como sal de la tierra. Lo que los católicos deben hacer en política es buscar en todo momento la coherencia con los valores del Evangelio.

c)      Resaltan que el Concilio, al reconocer la legítima autonomía de lo temporal, establece: “Por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar, con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte” (G et S 36). El objeto de la política, expresan,  no es la evangelización ni el desarrollo de la comunidad religiosa ni conceder privilegios a la Iglesia o defenderla, sino el bien común, la promoción y pleno reconocimiento de los derechos humanos y la participación de todos en la cosa pública. Sería pervertir la política si se usara para otros fines, como pudiera ser la evangelización.

d)     Añaden que el espíritu del Concilio no es que los católicos nos apartemos de los que no son católicos, al contrario: “Procuren cooperar activa y positivamente con los hermanos separados que juntamente con ellos practican la caridad evangélica, y también con todos los hombres que tienen sed de auténtica paz” (G et S  90)

e)     Estos católicos insisten en que su papel es llevar el Evangelio y sus valores al interior mismo del quehacer político para irradiar con la Luz del Cristo sus decisiones y sus acciones. Saben que es difícil vivir el Evangelio en  este ámbito de la vida y que frecuentemente estarán en tensión y hasta en conflicto de conciencia, pero dicen que deben servir a todos —creyentes y no creyentes— y que no pueden aceptar que la “sal” permanezca encerrada en un salero.

f)        Consideran que a lo que se puede aspirar es a una ética civil o laica en la que puedan converger todos los mexicanos, independientemente de sus credos. Esto supone: no confesionalidad, sino reconocimiento del pluralismo, de la tolerancia y de la ética basada en la razón y en los derechos humanos.

5.- La palabra del Magisterio

a)     La participación política: “Es perfectamente conforme con la naturaleza humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente, posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el gobierno de la cosa pública, en la determinación de los campos de acción y de los límites de las diferentes instituciones y en la elección de los gobernantes...” (G et S 75).

b)     Necesidad  de la autoridad: “A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la comunidad política, es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común...” (G et S 74).

c)      El doble significado de la política: La Iglesia distingue política del bien común o de los derechos humanos, en la cual debemos participar activa y responsablemente  todos, pues mira al bien común y, política partidista que busca alcanzar el poder y es responsabilidad legítima y noble de los laicos. (Cfr. Puebla nos. 521 y  55)

d)     La Iglesia no posee una postura política concreta: “La Iglesia... no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo” (SRS 41)

A este propósito, conviene recordar lo expresado por los obispos mexicanos: “La Iglesia no se cansará en insistir que una misma fe puede dar lugar a diversos compromisos políticos, con los que ella como institución jamás debe asociarse” (Del Encuentro... no. 287)

El propio Concilio  señala: “A nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad en la Iglesia” (G et S 43). Sobre este punto en particular, el Santo Padre expresó: “La Iglesia no debe y no quiere vincularse a ninguna opción de formación política o de partido, como, por lo demás, no expresa preferencia por una u otra solución institucional o constitucional,  sólo exige que sea respetuosa de la auténtica democracia” (23.XI.95)

e)     Libertad Religiosa: “Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera, que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos” (D.H. 2)

f)        La Iglesia pide distinguir entre la acción de los cristianos y la acción de la Iglesia:  “Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralista, tener un recto concepto de las  relaciones  entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la  acción  que los cristianos, aislada o asociadamente, lleven a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores” (G et S no. 76).

Distinción no significa indiferencia  o neutralidad, sino esfuerzo inteligente para no confundir ni dividir, sobre todo en terrenos como la democracia que supone un pluralismo que en el fondo es complementariedad.

g)     La política y la Iglesia: “La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre”... “Šla Iglesia no pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones”. (G et S 76)

h)      La Iglesia rechaza a grupos que quieran usurpar el poder del Estado o desean imponer a los demás su concepción de la verdad y del bien: “La Iglesia aprecia el sistema de la democracia... por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes o restringidos  que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado (...) La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo o fundamentalismo de quienes en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas” (C A no. 46)

i)        Lo que une es más que lo que separa: “A los cristianos que a primera vista parecen oponerse partiendo de opiniones diversas, pide la Iglesia un esfuerzo de recíproca comprensión benévola de las posiciones y de los motivos de los demás; un examen leal de su comportamiento y de su rectitud sugerirá a cada cual una  actitud de caridad más profunda que, aún reconociendo las diferencias, les permitirá confiar en las posibilidades de convergencia  y de unidad.” (OA 50)

6.- A modo de conclusión.

El famoso teólogo Yves Congar expresó alguna vez: “Frecuentemente, algunos teólogos se limitan a justificar las condiciones dadas. Con argumentos que consideran sacros apuntalan la situación existente.” En este sentido, la realidad que vivimos exige creatividad y apertura a las mociones del Espíritu Santo.

Algunos analistas han calificado la pretensión de política católica como “La venganza de los neocristeros”, pues dicen que  ahora se quieren cobrar las afrentas y las persecuciones. Otros, más críticos, hablan del “asalto de los fundamentalistas”. Pretender una política católica puede ser reflejo ideológico de integrismo y provoca el rechazo inmediato de muchos sectores.

Quienes proponen la presencia de los católicos en la política, expresan que si después de la experiencia de más de 70 años de una dictadura de partido, ahora los católicos pretenden imponer sus criterios, valores y verdades, no están dando vida a una auténtica democracia, sino sólo a una táctica sustitución de unos por otros, pero con los mismos vicios, las mismas conductas y la misma cerrazón

Existen razones a favor y en contra de una u otra opción. En ambas existen aspectos dignos de tomarse en cuenta pero no son las únicas opciones pues, como señalaron los obispos en Puebla: “La dimensión política, constitutiva del hombre, representa un aspecto relevante de la convivencia humana. Posee un aspecto englobante, porque tiene como fin el bien común de la sociedad. Pero no por ello agota la gama  de relaciones sociales” (no 513) El Magisterio de la Iglesia ya ha expresado su opinión, toca a cada persona decidir en conciencia qué es lo que la  realidad sugiere, permite y exige. En todo caso, no se trata de un asunto dogmático, sino circunstancial.

 

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