En una sociedad feudal el señor impone su voluntad a sus súbditos y así
se consigue una unidad entre la autoridad y el súbdito pues a éste no le queda
otro remedio que obedecer. Pero en una sociedad democrática el "señor"
no puede imponer su autoridad a sus iguales; si éstos no aceptan la imposición
lo que se produce es el caos. La solución está en que los miembros de esa
sociedad elijan a quien quieran que sea su dirigente; de esta manera hay unidad
entre la autoridad y los miembros de la sociedad. Este segundo sistema de
gobierno me parece que es mejor ya que respeta más a la persona y confía más
en las personas a las que considera capaces de descubrir; esto es bueno para
ellas y para la sociedad en la que viven. Les mando
unas reflexiones simpáticas que, espero, lean sin aburrirse. Estaba San
José tomándose unas cañas con sus colegas cuando para entrar un poco en polémica
le preguntó a su amigo el hojalatero - Oye Juan,
en la celebración de la Eucaristía, ¿quién crees que desempeña la función
más importante? - El
hojalatero, por supuesto -respondió Juan sin vacilar. - ¿Nos
quieres explicar eso?- le dijeron todos los demás Y él contestó. - Para
celebrar la Eucaristía hace falta vino ¿no? Pues bien, decidme a mí si no
hubiera un hojalatero que hiciera un cáliz, cómo se podría tener el vino.
Porque el pan se puede poner en cualquier sitio pero si no hay un recipiente
decidme dónde se puede mantener el vino. Entonces, si no hubiera un cáliz no
se podría celebrar la Eucaristía pues no habría vino; la función más
importante es la del hojalatero Un
razonamiento que no admitía réplica y que dejó a todos sin habla. Pero el
minero que le oyó dijo: “Y si yo no hubiera extraído el mineral de la
tierra, dime, ¿con qué habrías hecho tu cáliz?” El
bodeguero dijo: “Nos queréis hacer creer que el recipiente es más importante
que lo que contiene, si no hubiera hecho yo el vino ¿de qué valdría tu cáliz?
Por consiguiente mi función es más importante. A esto añadió
el viticultor “Si yo no hubiera criado las uvas, ¿con qué ibas a hacer tú
el vino? El panadero
dijo :”Creo que os olvidáis de algo, si no hubiera pan tampoco podríamos
celebrar la Eucaristía”. El
agricultor respondió: “Yo que cultivo el trigo soy él más importante”.
Pero el herrero le contesto: “Si yo no te hubiera hecho los arados ¿con qué
ibas a cultivar el trigo?” La cosa se
iba acalorando. Ahora es el médico el que interviene: “Si yo no os hubiera
cuidado a todos vosotros cuando estabais enfermos seguramente todos vosotros
hubierais muertos y no tendríamos ni vino ni pan ni nada, así que decidme quién
es más importante que yo”. Y el maestro le respondió: “Si yo no te hubiera
enseñado a leer y escribir dime cómo habrías llegado tú a ser médico”. Y
ya nadie se quería quedar sin resaltar la importancia de su trabajo con relación
a la Eucaristía El guardia
civil dijo: ”Si nosotros no mantuviésemos el orden, la sociedad sería un
caos y nada funcionaría”; los transportistas dijeron: “ A ver quién lleva
cada cosa al sitio que hace falta”; los zapateros dijeron: “¿Quién se
movería a gusto si no le calzásemos nosotros?” En fin, todo el mundo habló
y puso bien claro que sin su colaboración la sociedad se pararía pues en algún
momento cada uno era un eslabón sin el cual se interrumpiría la cadena. Hasta
las criaturas de la naturaleza pusieron de manifiesto su tarea: la hermana
tierra dijo: “Yo os sustento y os doy cuerpo a todos”; el hermano sol dijo:
“Yo con mi calor hago posible la vida”; las estrellas más lejanas dijeron:
“Hasta nosotras aportamos una parte de nuestra luz y de nuestro polvo, hacemos
que os podáis orientar en la noche”; las plantas dijeron: “Nosotras con
nuestros cuerpos en descomposición hacemos fértil la tierra”; los
microorganismos dijeron: “Nosotros somos los que descomponemos el cuerpo de
las plantas para que la cadena de la vida pueda seguir”... La discusión
continuó y la verdad es que vieron que lo que cada uno de ellos decía era
cierto. Si no hay recipiente no se puede tener vino, si no ha mineral para hacer
el metal no hay recipiente, si no hay uvas o trigo no hay ni vino ni pan... En ,
que todo era una cadena en la que en algún momento la obra de los demás
depende de la intervención personal de uno de sus miembros. Por lo que
concluyeron que todos y cada uno de ellos eran imprescindibles a la hora de
celebrar la Eucaristía, pues la elaboración del pan y del vino era una tarea
conjunta en la que todos intervenían. El pan y el vino son frutos de la vida de
la comunidad, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, frutos de las
criaturas de Dios, de la creación y de la actividad humana que son trasformados
por intervención de Dios en el cuerpo y la sangre de Cristo. Extraña
conclusión: TODOS Y CADA UNO SOMOS INDISPENSABLES PARA CELEBRAR LA EUCARISTIA.
Todos somos parte de un cuerpo donde un miembro no puede decir a los otros
miembros “No os necesito” por muy importante que se crea; si falta algún
miembro el cuerpo no funciona. En otro
tiempo y en otro lugar hubo una reunión a la que sólo acudieron clérigos. Su
preocupación sincera era el descubrir cuál era la esencia, el núcleo, el
centro de la vida de la Iglesia a fin de potenciar y desarrollar al máximo la
vida de la Iglesia. Su conclusión fue que el centro de la vida de la iglesia era la
celebración de la Eucaristía. Pero no se conformaron con esta afirmación
general y quisieron llegar hasta la esencia misma y concluyeron que lo más
importante era la consagración, pues con la consagración hacemos realmente
presente a Cristo en medio de nosotros. Y, dado que los únicos que tienen el
poder de consagrar son los sacerdotes, ellos eran imprescindibles para celebrar
la Eucaristía. Claro que se necesita pan y vino pero con muy poco dinero se
pueden conseguir. Su razonamiento no se quedó ahí: de imprescindibles pasaron
a ser los únicos necesarios para la vida de la Iglesia, pues podían celebrar
la Eucaristía sin ayuda de nadie. Los seglares pasaron a ser sujetos pasivos en
la vida de la Iglesia; lo único que deberían hacer es recibir las gracias que
Dios derramaba sobre ellos a través de los sacerdotes. El clero le
dijo al laicado: “Sois prescindibles, no os necesitamos, como no sois
sacerdotes no sois nada en la Iglesia”. No se lo dijo de palabra,
textualmente, pero sí con los hechos. Los laicos no eran necesarios para
consagrar, para hacer realmente presente a Cristo entre nosotros y, por
consiguiente, no son más que un añadido ya que la razón de ser de la Iglesia,
el hacer presente a Cristo entre los hombres, se cumple perfectamente sin su
colaboración. El convencimiento por parte de
la autoridad de la iglesia de que los únicos imprescindibles en la celebración
de la Eucaristía son los sacerdotes es un virus que ha dañado y todavía esta
dañando la configuración de la iglesia. Daña su organización, donde los
seglares son un cero a la izquierda y daña su misión, centrándola en lo
sacramental y olvidándose del deber de la iglesia de traer paz, justicia,
fraternidad, prosperidad... Al mundo en que vivimos pues estos deberes no son
los del sacerdote. Hoy día el
clero habla de otra forma, ya no dicen que los seglares son prescindibles pero
la verdad es que no saben decir por que son tan imprescindibles como ellos. Y,
por otra parte, tantos años oscuros en los que la Iglesia prescindía por
completo de los seglares han creado una mentalidad y una estructura de la
Iglesia que perdura y que imposibilita o, al menos, dificulta en grado sumo la
integración de los seglares como miembros de pleno derecho en la estructura de
la Iglesia. La Iglesia
ha de reconocer que sin la participación de los seglares no se puede celebrar
la Eucaristía, no es que no se deba, es que es materialmente imposible pues sin
pan no se puede celebrar la Eucaristía y el pan y el vino lo confeccionan la
actividad de los seglares, la actividad de la vida misma de la sociedad, de la
humanidad. Dios no desliga el pan de quien lo ha producido, fruto de la tierra y
del trabajo del hombre. El pan tiene dueño, la tierra y el trabajo del hombre.
Igual que la fórmula de la consagración "tiene dueño", el
sacerdote. Por consiguiente en la celebración de la Eucaristía participan de
forma imprescindible la creación, la actividad humana y la intervención
divina. Todos somos imprescindibles, todos estamos llamados a ser un solo cuerpo
con Cristo como cabeza, un cuerpo en el que todos y cada uno de sus miembros son
imprescindibles. La tarea de
los seglares es la elaboración del pan y del vino. Pan y vino que deben ser
puros. Esto a mi modo de ver no se refiere a si el pan esta hecho de este o de
aquel trigo o si el vino tiene un poco más agua de la debida. Ser puros se
refiere a que no deben estar manchados por el pecado: si los segadores no han
cobrado un justo salario, por muy pura que sea la harina el pan está manchado
por el pecado. Y como en la producción de ese pan y ese vino interviene toda la
humanidad, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, es tarea ineludible de
la iglesia hacer que en el mundo reine la justicia, la verdad, la fraternidad,
el amor de Jesús, para que el pan que presentemos en la Eucaristía sea puro. Esta tarea
ineludible de la Iglesia de traer al mundo la paz, la justicia, la prosperidad
para todos, la amistad y fraternidad entre todos los hombres está bastante
olvidada porque entra en el ámbito de lo seglar y, en consecuencia, de lo
prescindible. Pero digo yo que ya va siendo hora de que las cosas cambien. Los cambios
que me parecen necesarios son, en primer lugar, que la Iglesia asuma como suya
la tarea de implantar la justicia, la solidaridad, la paz, el amor, en
definitiva, el Reino de Dios en el mundo. Asumir como suya esta tarea implica
crear las estructuras necesarias para llevarla a cabo. Ciertamente la Iglesia
tiene estructuras que trabajan por la justicia, el desarrollo... pero es una
cosa casi marginal realizada por algunos individuos o grupos en la que el
conjunto de los fieles queda al margen. Si todos los cristianos tuvieran el propósito
claro y definido de acabar con el hambre en el mundo creo que desde ese día se
acabaría el hambre en el mundo, "no había pobres entre ellos". Esto
no es una utopía. El mundo está mal porque la Iglesia no cumple su tarea de
ser sal, el día que la Iglesia sea fiel a Jesús en el mundo reinará el amor.
No es que la Iglesia esté mal porque en el mundo reina el pecado. La cuestión
es al revés: en el mundo reina el pecado porque la Iglesia no es fiel a
Jesucristo; el día en que acabemos con el pecado en la Iglesia acabaremos con
el pecado en el mundo. La Iglesia
no está cumpliendo bien su Misión pues en el Mundo reinan las desigualdades,
hay pobres. Cuando la Iglesia cumple su misión, la sociedad se transforma y
reina el amor y la justicia. "No había pobres entre ellos...". La
Iglesia necesita una restructuración. Por sus frutos los conoceréis, los
frutos de la Iglesia son muy pobres. La influencia en la sociedad es mínima. El
primer deber de la Iglesia es su propia conversión. El día en que la Iglesia
asuma la creación como parte de su ser el mundo dejará de estar dominado por
el pecado. La Iglesia
debe asumir como tarea suya e ineludible la implantación de la justicia en el
mundo, no es tarea de los curas pero es tarea de la Iglesia. El rechazo de lo
laico por "prescindible" a la hora de celebrar la Eucaristía lleva a
la Iglesia a situarse fuera del mundo, a dejar al mundo en malas manos, a dejar
a los hijos de Dios abandonados en las manos de los malos y explotadores. El
mundo está en malas manos y es deber de la Iglesia el ponerlo al servicio de
los Hijos de Dios. Hay que arrebatárselo a los egoístas y explotadores que lo
destruyen y ponerlo a trabajar y dar frutos para los pobres y necesitados.
Creced y multiplicaos y DOMINAD LA TIERRA. No basta
con predicar, no basta con mostrar el camino, porque no es tarea de otros, es
tarea de la Iglesia, que tiene que trasformarse y crear la estructura que sea
capaz de llevar a cabo esta tarea, estructura que será imperfecta y manchada
por algún que otro pecado pero necesaria para que la Iglesia realice su misión.
El desarrollo es parte integrante de la evangelización. Dado que
todos los miembros son necesarios e imprescindibles, pues todos son
imprescindibles a la hora de celebrar la Eucaristía y puesto que el pan y el
vino no son puros si no hay una unidad en la comunidad que acoge a todos los
miembros con todas sus características propias e individuales, esta estructura
ha de contar con todos ellos, ha de dar a cada miembro la dignidad propia de los
hijos de Dios, dignidad igual para todos y para cada uno; ningún miembro del
cuerpo puede ser excluido o considerado de menor importancia que el resto. Todos
los miembros han de tener voz y voto en esta estructura pues lo propio y
característico del ser persona es la capacidad de tomar decisiones sobre su ser
y su actuar; si otros toman las decisiones en lugar de uno, éste deja de ser
persona para ser un mero instrumento del otro, un esclavo. Hablando llanamente,
en la Iglesia ha de haber participación de los seglares en la elección de los
dirigentes de la comunidad a todos los niveles y en las tomas de decisiones de
lo que quiere hacer y hacia dónde quiere ir la comunidad. Esto
implica el tener fe en que cada persona, cada hijo de Dios tiene la capacidad de
descubrir a Jesús,, de dejarse transformar por su Espíritu y de actuar en
consonancia con su fe de cristiano sin la necesidad de una imposición exterior.
La sabiduría y el buen juicio no es patrimonio del clero, el Espíritu Santo
actúa sobre todos los miembros de la Iglesia. En la
estructura actual de la Iglesia los pastores son impuestos a la comunidad de los
fieles y la orientación que toma la comunidad depende del talante que tiene el
cura de turno, pudiendo variar de la noche a la mañana si hay un cambio de
cura. La vida de la parroquia se reduce a lo litúrgico y catequético la mayoría
de las veces. También puede haber alguna actividad caritativa, grupos de oración...
los temas sociales se dejan para la sociedad civil, lo laico se saca fuera de la
Iglesia. No es que la Iglesia no tenga una voz que hable y opine sobre las
cuestiones sociales, pues los obispos sacan sus comunicados en los que se
expresa la postura de la Iglesia. Lo malo de estos comunicados es que son los
comunicados de los obispos, de unas decenas de personas, con muy poco peso específico
en una sociedad democrática. Parece que la labor pastoral ante un problema
social moral o político consista en buscar al experto en doctrina social de la
Iglesia que rebusque entre los distintos documentos y dé la postura oficial de
la Iglesia. Hecho esto, automáticamente la sociedad debe aceptarlo como bueno
y, si no lo hace, los obispos se sentirán muy dolidos por la incomprensión de
la sociedad. Esto funcionaría en una sociedad feudal donde el obispo tendría
poder para imponer su autoridad pero no funciona en una sociedad democrática. El proceso
de educación de una persona no es “yo digo y tú obedeces”, eso es el ejército.
Ni la conversión del corazón se produce porque un señor me diga que lo que
Dios quiere de mí es esto, máxime cuando ese señor puede estar equivocado
incluso muy equivocado, pues tampoco él tiene línea directa con Dios. La
Iglesia ha cometido errores garrafales que han provocado mucho sufrimiento en el
nombre de Dios. Que haya reconocido esto es un paso importante en la comprensión
de la Iglesia y su actuación que debe tener consecuencias futuras. La Iglesia
hoy también peca y se equivoca y tiene que mejorar. Ciertamente
que es más fácil para los obispos el reunirse entre ellos y sacar un
comunicado que ponerse al frente de sus hermanos de diócesis, entre todos sacar
ese comunicado, fruto de lo que hay en el corazón de los fieles y, por
consiguiente, aceptado y puesto en practica. La primera opción es más fácil
pero incompleta y de muy pobres resultados. La Iglesia
tiene que tener la misma fe que Dios tiene en los laicos. Son hijos de Dios, la
única categoría que hay en la Iglesia, con capacidad de descubrirle y amarle y
orientar sus vidas según la voluntad de Dios en la misma medida que cualquier
sacerdote. Y por ser hijos de Dios han de participar con toda su sabiduría en
la elección de sus pastores y en las tomas de decisiones de lo que quiere ser y
hacia donde quiere ir la comunidad. La sal no
está dando todo el sabor que debería. La Iglesia no está transformando el
mundo como debería. Algo tendrá que cambiar para que el dueño de la sal no la
arroje fuera para que la pisotee la gente.
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