+ ISSN 1576-9925
+
Edita: Ciberiglesia
+ Equipo humano
+ Cómo publicar
+ Escríbenos
+ Suscríbete
+ Apóyanos



Nº 5 - Revista de Prensa - Enero 2002

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

Revista de prensa

César Rollán

Publicamos aquí algunos artículos destacables sobre temas religiosos. Si deseas recibir información frecuente sobre artículos así que se publican en la prensa, puedes SUBSCRIBIRTE al Boletín ECLESALIA.

ABC 1 de agosto 2001

El Papado del Tercer Milenio

Juan García Pérez
La Vanguardia, 5 de septiembre de 2001 

EL PAPA SUBRAYA EL PLURALISMO CULTURAL Y RELIGIOSO DEL SIGLO XXI Y LLAMA AL DIÁLOGO 

María-Paz López
Diario de Noticias, 6 de septiembre de 2001 

UN TEÓLOGO DE LA UNIV. DE NAVARRA DEFIENDE UNA NUEVA TEOLOGÍA DE LA MUJER POR ENCIMA DEL ACTUAL FEMINISMO

Agencia Efe
El Periódico de Aragón, 14 de septiembre de 2001 

NO DESATAR AL DEMONIO

ENRIQUE MIRET MAGDALENA 
El País, 14 de septiembre de 2001 

RATZINGER DEFIENDE LA NECESIDAD DE DESCENTRALIZAR LA IGLESIA CATÓLICA

LOLA GALÁN
15 de septiembre de 2001 

EL DINERO DE LA IGLESIA, DINERO DE LOS POBRES

Somos Iglesia - Valladolid
Diario de Noticias, 19 de septiembre de 2001 

MAS ACLARACIONES SOBRE LA CLASE DE RELIGIÓN

IMANOL BAKAIKOA OLAETXEA
La Vanguardia, 27 de septiembre de 2001

Consideraciones intempestivas sobre el día 11 de septiembre

José Ignacio González Faus
El Correo, 2 de octubre de 2001 

LA IGLESIA Y GESCARTERA

MANUEL DE UNCITI
ABC, 5 de octubre de 2001 

EL CRISTIANISMO ENTRE LA VIOLENCIA Y EL DIÁLOGO

Juan García Pérez
El Correo, 17 de octubre de 2001

TEOLOGÍA PARA AGNÓSTICOS

RAFAEL AGUIRRE 
Alandar, octubre de 2001 

LA INÚTIL Y PELIGROSA TEOLOGÍA

BENJAMÍN FORCANO
Agencia IVICÓN, 22 de octubre de 2001

LOS DOMINICOS DE MADRID APOYAN LA ASOCIACIÓN CRISTIANA DE SEPARADOS Y DIVORCIADOS

Diario de Navarra, 23 de octubre de 2001

COMPROMISO SOCIAL CRISTIANO IN MEMORIAN de Javier Osés

JESÚS ARRAIZA
El País, 23 de octubre de 200

JAVIER OSÉS, OBISPO CERCANO

RAFAEL SANUS
La Verdad, 23 de octubre de 2001

ECONOMÍA Y RELIGIÓN

ANTONIO LUCAS
Tiempo de Hablar. Nº 86

NOS ESCRIBIÓ BENJAMÍN

MOCEOP
IVICÓN, 13 de noviembre de 200

MÁS DE 600.000 PERSONAS PERTENECEN A ASOCIACIONES LAICALES VINCULADAS A CONGREGACIONES RELIGIOSAS

ABC, 24 de noviembre de 2001

SACERDOTES CASADOS

JUAN GARCÍA PÉREZ
Agencia IVICÓN, 29 de noviembre de 2001

“LA IGLESIA CATÓLICA DEBE RESTABLECER EL DIACONADO FEMENINO”

El País, 27 de noviembre de 2001

PLURALISMO Y LAICIDAD EN LA DEMOCRACIA

GREGORIO PECES-BARBA
La Vanguardia, 16 de diciembre de 2001

UN COLECTIVO DE SACERDOTES PIDE MÁS DEMOCRACIA EN LA IGLESIA

El Mundo, 23 de diciembre de 2001

EL PAPA SE ESTÁ QUEDANDO MUDO

JOSÉ MANUEL VIDAL

ABC 1 DE AGOSTO DE 2001 

El Papado del Tercer Milenio

Por Juan García Pérez, S. J.
Profesor de Teología.
Universidad Pontificia de Comillas. Madrid

La figura de los Papas suele ser objeto de elogios encendidos que bordean un peligroso culto a la personalidad o de críticas caricaturescas. Aquí hablaremos no de los Papas sino del Papado. Y trenzaremos nuestras reflexiones en torno a cuatro afirmaciones principales.

1. La configuración actual del Papado no es satisfactoria. La frase no supura «afecto antirromano» ni dosifica cicateramente respetos y aprecios. Es conclusión directa de una lectura no edulcorada de la realidad. No satisfacía a Pablo VI quien ya en 1967 reconocía que el papado (o el Papa) es el mayor obstáculo en el diálogo ecuménico. Juan Pablo II (Ut unum sint ) con una cierta audacia, que arriesga y compromete, se dirige en primer lugar a las jerarquías y teólogos de otras confesiones cristianas para que, sin renunciar a los elementos esenciales del ministerio de Pedro, le ayuden a encontrar otras formas más ecuménicas de configuración del Papado.

2. El Papado, en su forma actual, está «contaminado» por algunos rasgos que no forman parte de la tradición recibida del grupo de los Doce o de las estructuras nacientes de la Iglesia primitiva. Son secuela del «contagio» que los poderes civiles han ejercido en la Iglesia. Un repaso muy somero de la abundante literatura teológica sobre esta cuestión nos llevaría de la mano a los escritos de figuras tan venerables como Congar (cardenal), o tan prestigiadas como K.Lehmann (cardenal), Quinn (arzobispo emérito) Pottmeyer, K.Schatz, Alberigo, Kaufmann y otros muchos.

En las orillas del lago de Tiberíades aquel pequeño grupo de Pedro y compañeros se hace a la mar del futuro. Un especialista en historia podría adentrarse en el recorrido minucioso que L. Pastor hace del Papado a través de los Papas. Pero el Papado ha recibido no sólo el encargo de Jesucristo, abrumador en su sencillez, sino que en su andadura por la historia se ha tiznado con rasgos que desfiguran su rostro.

La Iglesia más primitiva debía transmitir fielmente el legado de los Doce. Se comprendía a sí misma -escribe H.J.Sieben- como testigo de la tradición apostólica. La iglesia particular de Roma se asentaba sobre las tumbas de Pedro y Pablo. Por ello gozaba de una especial consideración. Muy pronto el estilo de autoridad y un cierto oropel de los emperadores romanos asedia a los obispos de Roma. En el s.V, León el Grande de sucesor pasa a llamarse vicario de Pedro.

A nuevo milenio, nuevo paradigma. Los obispos de Roma, sin dejar de ser «testigos» se van convirtiendo en expresión de Pottmeyer en «monarcas». Influyen en este viraje varios sucesos. El primero de ellos, el cisma de Oriente. El obispo de Roma, dentro de los patriarcados (Pentarquía), gozaba de un primado de honor pero no de jurisdicción. El cisma contribuye a difuminar las lindes entre la jurisdicción del patriarca de Occidente y el ministerio del sucesor de Pedro.

Segundo factor, la lucha de las investiduras en tiempos de Gregorio VII. Un signo, exóticamente gráfico como la tiara o triple corona, que comienzan a ceñirse los Papas, expresa la «plenitudo potestatis» sobre la propia Iglesia. Los canonistas acentuarán en esta época los rasgos jurídicos. A comienzos del s.XIII, Inocencio III se presenta ya como el único vicario de Cristo para toda la Iglesia, y queda situado sobre el conjunto de los obispos. La afirmación sobre la «puissance absolue et perpétuelle» que Bodin refiere a los príncipes en el Estado moderno, se transfiere a los Papas cuya soberanía quedará por encima de las leyes. Siglos más tarde, ya en el XIX, Mauro Capellari, precursor del ultramontanismo y futuro Gregorio XVI, deducirá de esta soberanía la infalibilidad papal, definida como dogma en el Vaticano.

3. ¿Habría que cambiar los dogmas? Algunos teólogos católicos (Paul Wess) creen que para cambiar la situación de acentuado centralismo en la Iglesia, no bastaría con una reformulación de las expresiones y habría que llegar a una revisión de los contenidos dogmáticos. El Vaticano II ha hecho suyos los dogmas del Vaticano I y a una concepción muy verticalizada de la Iglesia ha yuxtapuesto una eclesiología de «colegialidad». Pero el resultado, según Wess, no es una relación fraterna de Papa y obispos (el mayor y los menores) sino la relación de un maestro con sus discípulos, por echar mano de las palabras de Gasser, relator del Vaticano I.

Otros teólogos, en cambio, como Pottmeyer, piensan que no es cuestión de reformar los dogmas del Vaticano I sino releerlos en otro contexto. No se tome esta propuesta como una maniobra para retirar al desván algunos dogmas. La Iglesia no admite una manipulación de los dogmas que vacíe sus contenidos pero sí acepta reformulaciones que en contextos nuevos den lugar a aplicaciones diferentes. Recuérdese el reciente acuerdo (octubre 1999) de evangélicos y católicos sobre la justificación.

4. Sin atentar contra los dogmas, son posibles reformas audazmente renovadoras. Tantas que ofrecerían a ortodoxos e Iglesias de la Reforma un rostro de Iglesia Católica verdaderamente nuevo.

Piénsese (y no sólo en «sueños») en una Iglesia que reconociese un margen de actuación decididamente más amplio a las conferencias episcopales y a los obispos de las iglesias diocesanas. Algunos cardenales, cuyo perfil se destaca con fuerza en el actual colegio, como Silvestrini, Danneels, Law, O´Connor, Martini, han señalado la mortecina colegialidad que caracteriza a los actuales sínodos de obispos. «No es un misterio el sentimiento difuso de insatisfacción por la tendencia involutiva del Sínodo... reducido a monólogos sin discusión o réplica» decía el dimisionario cardenal Silvestrini, que durante mucho tiempo desempeñó importantes responsabilidades en la Secretaría de Estado. Y el cardenal Danneels echaba de menos en el colegio episcopal una verdadera cultura del debate que permitiría a los obispos una mayor franqueza e intervenciones más pertinentes. ¿Qué sucedería si los sínodos pasasen a ser deliberativos (y no sólo consultivos como hasta ahora) y los obispos en unión con los Papas tomasen decisiones sobre cuestiones importantes para la vida práctica de la Iglesia universal? Imagínese en la Iglesia una práctica del principio de subsidiariedad mucho más amplia y más coherente con las afirmaciones teóricas de documentos solemnes. ¿Por qué no dar un protagonismo mucho más directo a las iglesias locales en la elección de sus obispos? ¿Qué sentido tiene el reconocimiento encogido o el recorte minucioso de las competencias de las conferencias episcopales que puede dar la impresión de que se las tolera y vigila más que se las fomenta y respalda? Habría que revisar cuidadosamente los procedimientos judiciales y administrativos en la Iglesia para que también ella, cuando se dirige a las sociedades civiles, pueda presentarse sin alardes como ejemplo estimulante de respeto a las libertades y a los derechos. Hacer algo de todo esto, cuya realización no es fácil aunque tampoco imposible y sí muy deseable, no requiere cambiar ni una sola coma de los dogmas del Vaticano I pero sí exige una transformación honda de las prácticas actuales.

Hace ya muchos años, Ratzinger reconocía que en la historia el sucesor de Pedro ha sido a la vez roca de Dios y piedra de tropiezo. Juan Pablo II, al comienzo de este nuevo milenio prodiga en fragilidad de salud pero con vigorosa fortaleza de espíritu, gestos animosos y decididos. Nos toca a los católicos dar pasos audaces hacia otros cristianos. El puente del encuentro ecuménico hay que levantarlo desde las dos orillas. También desde la nuestra.


La Vanguardia, 5 de septiembre de 2001

EL PAPA SUBRAYA EL PLURALISMO CULTURAL Y RELIGIOSO DEL SIGLO XXI Y LLAMA AL DIÁLOGO

Encuentro interreligioso de Barcelona. Clausura ante la catedral

MARÍA-PAZ LÓPEZ Barcelona.

El Papa llamó ayer al diálogo como instrumento básico para abordar el complejo siglo XXI y el tercer milenio, "caracterizados cada vez más por el pluralismo cultural y religioso, para que su futuro esté iluminado desde el inicio por el diálogo fraterno y se abra así al encuentro pacífico", según decía en una carta leída ayer en la clausura del encuentro interreligioso de San Egidio. En su misiva, Juan Pablo II alaba la capacidad de convivir de participantes de credos tan diversos, pero recalca que tal convivencia y rezo se ha producido "sin confusión y en el respeto mutuo, conservando cada uno íntegras y sólidas las propias creencias".

El mensaje papal, leído ante casi 150 dirigentes religiosos ubicados en un estrado frente a la catedral y con unas 2.500 personas en la plaza, abundaba también en la urgencia del diálogo ecuménico, esto es, aquel que persigue el acercamiento entre cristianos, sean católicos, ortodoxos o evangélicos. "Que el tercer milenio sea el de la unión en torno al único Señor: Jesucristo -clama el Papa-. Ya no se puede tolerar más el escándalo de la división: es un no repetido al amor de Dios." Durante la mañana, dirigentes religiosos no católicos emplearon también la palabra "escándalo" para referirse a la desunión de los cristianos, y recordaron que es justamente el primado del Papa lo que más contribuye a perpetuar la separación.

Ayer tarde, sin embargo, rezaron todos juntos por la paz en un servicio ecuménico en la iglesia de Santa Maria del Pi, abarrotada de fieles, y se dirigieron luego a la plaza Sant Jaume a reunirse con delegaciones de las otras confesiones, que también habían rezado por la paz en distintos lugares del casco antiguo. De la plaza, donde les esperaban el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y el alcalde de Barcelona, Joan Clos, apretadas filas de cardenales, ministros no católicos, rabinos, imanes, popes, monjes budistas y dignidades sintoístas, entre otros, marcharon en procesión hacia la catedral.

 Allí, la Comunidad de San Egidio, convocante de este encuentro interreligioso y con reputación de excelencia en el fomento del diálogo, coincidió con el Papa en el valor de esta herramienta en los nuevos tiempos. "En una sociedad en que cada vez más personas diferentes viven juntas, hay que aprender el arte del diálogo", reza el manifiesto final por la paz, firmado por todos los dirigentes religiosos que han participado en la cumbre. "Sentimos que el reto de hacer crecer un alma pacífica en nuestro mundo globalizado es un reto común", dice el texto a propósito del papel de las religiones en la eliminación de las guerras.

 Coincidían así de nuevo con la carta del Papa, quien asegura que "el diálogo entre las religiones no sólo aleja el espectro funesto de las guerras de religión, sino que establece sobre todo condiciones más seguras para la paz". El fundador de San Egidio, Andrea Riccardi, enumeró en su discurso los "puntos calientes" necesitados de paz en el mundo. Junto a África, Europa, Jerusalén y Tierra Santa, y las riberas del Mediterráno, citó -sin mencionar la palabra "terrorismo"- a España.

 En la ceremonia, que ha cerrado dos días de intensos coloquios, Jordi Pujol se refirió también a los conflictos, sin especificar de qué tipo y a cómo abordarlos: "La historia nos dice que en los peores conflictos, los más largos y crueles, hay un momento en que se ofrecen posibilidades de solución. Pero suelen ser momentos cortos, fugaces, que hay que aprovechar".

 También de conflicto habló el alcalde Joan Clos, cuyo parlamento en la clausura no estaba previsto, para reclamar un cambio de valores si se quiere una paz sólida. A su juicio, "los antiguos valores nos han conducido a un mundo de desequilibrios, de ricos y pobres, que es un germen de conflictos". Como colofón, emplazó a los ponentes de San Egidio a regresar a Barcelona para el Fòrum de les Cultures 2004 y entregarse de nuevo al diálogo.


Diario de Noticias, 6 de septiembre de 2001

UN TEÓLOGO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA DEFIENDE
UNA NUEVA TEOLOGÍA DE LA MUJER POR ENCIMA DEL ACTUAL FEMINISMO

El profesor Saranyana presentó un libro sobre el papel de la mujer

EFE - Pamplona

El teólogo Josep-Ignasi Saranyana advirtió ayer sobre la importancia de definir el lugar de la mujer en la religión católica, un papel actualmente "en reflexión" y que, pese al "poco interés que algunos teólogos ponen" para determinarlo, "en ello nos va el futuro de la Iglesia Católica y de la sociedad". Saranyana, profesor de Historia de la Teología en la UN presentó en Pamplona su libro Teología de la mujer, teología feminista, teología mujerista y ecofeminismo en América Latina (1975-2000), que analiza las cuatro corrientes que han abordado la cuestión en los últimos años. Personalmente y, pese a advertir que la reflexión y el debate están en proceso y que "a este tema le queda muchísimo por recorrer", apostó, dentro de la tradición católica, por la Teología de la Mujer, "un estudio teológico sobre las fuentes de la revelación que pretende profundizar en el papel de la mujer en la obra de la Salvación y en la sociedad".

Explicó las principales características de las otras tres corrientes, surgidas en América Latina, y ubicó en los años 80 la Teología feminista, de la que destacó su "carácter reivindicativo, polémico, que sostiene que la mujer ha sido marginada y oprimida en el espacio religioso cristiano patriarcal y androcéntrico" y que pide el sacerdocio femenino.

La evolución de estas ideas propició la Teología mujerista, para el teólogo "mucho más radical" que la anterior, que aboga por un espacio religioso difusamente permeado por un fondo más o menos cristiano donde lo masculino y femenino serían producto estricto del contexto cultural" y no fundamentalmente de los caracteres sexuales.

La tercera corriente es el Ecofeminismo, que considera que todas las grandes religiones son de carácter patriarcal, por lo que apuesta por la constitución de una nueva religión fuera de lo cristiano con la referencia de las religiones ancestrales por su priorización de lo femenino.

Así, Saranyana aseguró que "nadie duda de que la mujer tanto en el campo laboral, familiar y social, y en parte en el político y teológico había sido discriminada". No obstante dijo que el paso del tiempo dirá cuál de las teorías triunfará, aunque opinó que "algunas no van a tener mucho futuro y se quedarán como una rama que se agostará".


El Periódico de Aragón, 14 de septiembre de 2001

NO DESATAR AL DEMONIO La imaginación se desboca

ENRIQUE MIRET MAGDALENA

Teólogo seglar.

Ante este "inenarrable horror" --como lo llama el papa Juan Pablo II-- producido por manos terroristas en Estados Unidos se ha desatado la imaginación; y muchos son los que hablan de la acción del demonio como causante de este inhumano hecho. El propio presidente norteamericano, George W. Bush, lo ha atribuido públicamente al diablo. Y el periódico de la Santa Sede, Osservatore Romano, dice que son "mentes diabólicas las que han creado un inimaginable clima de guerra". Religión y mundo parece que se unen por obra de un superser que dirige los pasos del mal, en los individuos y en la sociedad.

Las dos religiones, la cristiana y la islámica, han dado en su historia un puesto demasiado relevante a este personaje fantástico que influiría sobre los pasos del mundo. Pero la teología es más cauta, y critica esta ingenuidad, porque el mundo oriental --el de la Biblia y el Corán-- usa de símbolos sensibles para transmitir sus mensajes espirituales; pero no hay que confundir el lenguaje con la realidad histórica. El mal lo sembramos en el mundo los seres de carne y hueso. Y el odio es suficiente causa humana para explicar el mal producido. Odio que engendra el fanatismo ideológico, que usa la religión para enardecer sus acciones. Y de esa causa surge la violencia externa produciendo los reprobables hechos inhumanos ocurridos en Estados Unidos. Pero no nos engañemos, esa figura del demonio está todavía en la mente de muchos. Lo ven como la clave que explica la fuerza del mal en el mundo. La mente humana necesita concretar las realidades negativas que existen, y la imagen de Satán les sirve para ello. Casi todos los fundamentalismos cristianos, y la doctrina conservadora católica también, lo emplean como una creencia imprescindible. Sin embargo, lo único real no es Satanás, sino lo demoniaco, el mal que podemos hacer los seres humanos.

Juan Pablo II ha reiterado una idea: la violencia engendra más violencia. Y debemos recordarlo unos y otros. Es ocasión de justas y legítimas represalias, por supuesto; pero también de algo más que ellas. Hay que hacer algo eficaz para resolver la injusticia social que sufren tantos pueblos de los cinco continentes, y, además, educar a la juventud en una cultura de paz. La raíces religiosas del Evangelio y de los dichos de Mahoma deben hacernos superar a los creyentes la tentación de la violencia fanática para construir una sociedad justa.

 Es cierto que hay medios técnicos, que hemos inventado desde hace un siglo, con los que "podemos hacer de este mundo un jardín, o reducirlo a un cúmulo de escombros", según Juan Pablo II. Necesitamos no sólo una reacción justa de represalia, sino una labor más profunda a largo plazo para hacer este mundo más habitable para todos.

Debemos dirigir nuestros ojos a una mirada global que no esté centrada sólo en el conflicto de Oriente Próximo. El problema es mucho más amplio: no sólo es el choque entre Palestina e Israel; ni tampoco Oriente contra Occidente. Aunque algunos creen ver simbolizado nuestro poderío occidental en las dos torres de Manhattan, no es ése el símbolo de Occidente: es la estatua de la Libertad; libertad que nos debe conducir a la verdad, a la justicia igual para todos y a la solidaridad universal.

Empieza ahora la época de la responsabilidad mundial para unir estas tres cosas. Los obispos norteamericanos lo han entendido así, a fin de que se una la justicia penal con la justicia social, para conseguir una vida más humana para toda la población mundial.


El País, 14 de septiembre de 2001

RATZINGER DEFIENDE LA NECESIDAD DE DESCENTRALIZAR LA IGLESIA CATÓLICA

LOLA GALÁN

ROMA.

Un libro-entrevista en el que el cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antigua Inquisición), se declara partidario de una mayor descentralización de la Iglesia católica, ha causado sorpresa en los ambientes vaticanos. Especialmente porque el cardenal alemán ha sido considerado siempre como uno de los más firmes partidarios de la actual estructura, que deja en manos del Papa la guía absoluta de esta institución. Según declara en el libro Dios y el mundo, el prelado es partidario de aumentar la participación de obispos y sacerdotes en el gobierno de la Iglesia. 'Se necesitan foros suprarregionales que se hagan cargo de funciones que hasta ahora se realizan en Roma', dice. Una opinión madurada a lo largo de los 20 años pasados junto al Papa, al frente de un dicasterio (ministerio vaticano) incómodo por su connotación represiva. Ratzinger considera además que las tareas que debe afrontar el Pontífice son tan monumentales 'que están por encima de las fuerzas humanas'. El cardenal, conocido como el Gran Inquisidor y uno de los principales colaboradores del Papa Juan Pablo II a la hora de fijar la línea doctrinal de la Iglesia, se revela además como un católico común, angustiado por la muerte y sobre todo por 'el Juicio Final' que, está convencido, espera a todos los mortales. La muerte es además una idea muy presente en su mente. 'A medida que envejezco, esta perspectiva se vuelve cada vez más próxima, más evidente', dice. La fe de la gente común El cardenal defiende también su tarea desde hace 20 años. Sobre sus decisiones disciplinarias dice: 'Mis colaboradores y yo nos esforzamos por no perder de vista la dignidad del hombre que estamos sancionando. No queremos limitarnos a golpearle con una excomunión, sino ponernos al servicio de la comunidad en su conjunto. Y nos sentimos sobre todo en la obligación de defender la fe de la gente común'. El cardenal alemán aborda incluso el controvertido tema del uso del masculino a la hora de referirnos a Dios. ¿Es hombre o mujer la divinidad? 'Dios', dice, 'es completamente lo otro. Para la fe bíblica ha sido siempre evidente que Dios no era ni hombre ni mujer, sino Dios, y que hombre y mujer son imagen suya. Cuando se habla de su piedad se recurre a un término lleno de corporeidad, rachmanin, el seno materno de Dios, que simboliza precisamente la piedad'. Ratzinger aborda también el tema del Limbo, el lugar al que supuestamente irían los inocentes no bautizados. El cardenal considera esta doctrina 'poco iluminada' y reconoce que el Papa ha cambiado completamente la consideración del Limbo en la doctrina católica al expresar la esperanza de que 'la omnipotencia de Dios sea tan grande como para consentirle atraer hacia sí incluso a aquellos que no han podido recibir los sacramentos'.


Diario de Noticias, 19 de septiembre de 2001

MAS ACLARACIONES SOBRE LA CLASE DE RELIGIÓN

IMANOL BAKAIKOA OLAETXEA economista y sacerdote

PAMPLONA.

En este tema tan debatido en los últimos tiempos con motivo de la no contratación de profesores de religión católica, a uno le adviene el axioma del maestro zen: "No busques la verdad, limítate a abandonar tus opiniones". Así, con este talante, y sin ánimo de dogmatizar, aspecto este común en muchos de los planteamientos religiosos, e incluso desde la supuesta laicidad irreligiosa de algunos, parece necesario distinguir y aclarar el tema de la clase de Religión y la propia religión. Este vocablo de múltiples significados puede religarse a los credos religiosos, pero su significado primordial, trasciende de los mismos. La simbología de las diferentes religiones pretende volver -religarse- a la unidad primordial del hombre, cuya esencia no se puede explicar y nombrar, y sólo accesible por negación de todo lo que desune -lo diabólico- del amor, de Dios, de la realidad -o cómo se quiera designar, lo de menos es el nombre-.

El asunto de la polémica ha provocado tal gresca que se han suscitado numerosas preguntas en el personal: ¿Qué tiene que ver la clase de religión católica, con la religión, o con aquello que une o busca cada ser humano, de manera consciente o inconsciente en su vida? ¿Cómo puede un estado aconfesional, financiar la docencia de una religión particular? ¿Puede valorarse moralmente la decisión particular de una confesión de no renovar a unos profesores de su religión particular, por incoherencia de la propia vida y la palabra que comunican en sus clases? Éstas y otras preguntas dificultosas en sus respuestas y las opiniones particulares sobre la religión y religiones dificulta la comprensión correcta sobre las relaciones entre los organismos civiles y religiosos.

Sobre la controversia actual es necesario diversificar su análisis, por un lado, en el ámbito civil, las relaciones existentes entre instituciones públicas y religiosas, y por otro lado, aquellas dentro del ámbito religioso particular o intraeclesial.

Respecto al primer ámbito, uno debe conocer cómo se iniciaron ls clases de religión católica dentro del ámbito educativo. La historia de los países de nuestro entorno viene determinada en gran parte por la cultura y psicología religiosa de sus gentes. Esta influencia religiosa se ha expresado -se quiera o no- principalmente a través de la religión católica. No se puede obviar esta realidad, y tampoco, que la mayoría de las personas del Estado se consideren católicas -practicantes o no-. Ante esta situación, el gobierno estatal y la Iglesia, promovido por el concordato entre la Santa Sede y el gobierno español firmado en el año 79, plantean legalizar la situación de la educación de la religión mayoritaria dentro del ámbito escolar. Al final acuerdan por una postura intermedia entre el caso francés de la voluntariedad y horario extraescolar -promovido por los socialistas- y el caso alemán de la obligatoriedad y dentro del horario troncal -promovido por los sectores conservadores-, por el actual sistema de educación católica en los colegios. Basado en el art. 27.3 de la Constitución española: "Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones", y de la misma manera es voluntario para los que no lo quieran, se establece su ubicación dentro de las asignaturas fundamentales. Hasta aquí puede parecer coherente, que el propio Estado, por deseo de los propios padres, primeros educadores de sus hijos, asuma la financiación en igualdad de condiciones que el resto del profesorado, a los profesores de religión católica, algo conseguido por otro lado, muy recientemente, en el último convenio económico-laboral firmado hace dos años.

Por otro lado, el contrato de los mismos, propuestos por la Iglesia y contratados -mero mecanismo legal- por el Estado, puede recordar los tiempos franquistas -de manera inversa a la de ahora- donde la Iglesia nombraba entre los obispos propuestos por el frente franquista. Sin embargo, la propia Iglesia vela por proponer aquellos candidatos que mejor expresen de manera integral lo que la religión católica representa, y en defensa de la opción realizada por los padres en la elección de la religión católica.

Algunos cuestionan la validez moral y legal de la elección unilateral de la Iglesia, al margen de los gestores públicos y otros aceptando o no lo primero, la propia actuación moral de la institución eclesial, en la renovación o no de los profesores. Son dos aspectos distintos, en cuanto a la validez legal queda expresada por la ley ratificada por la mayoría parlamentaria y refrendada por la jurisprudencia reciente de algunos tribunales. Ni la Constitución ni la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, a los cuales se han referido últimanente por libertad de pensamiento y religión y despido injustificado pueden tener alguna efectividad sobre este tema. El sistema de contrato resultante del convenio firmado el 28-2-1999 (BOE, 20-4-99) no deja lugar a ningún tipo de despido improcedente por la misma naturaleza del contrato (cláusula 5ª: "Los profesores encargados de la enseñanza de la religión católica a los que se refiere el presente convenio prestarán su actividad en régimen de contratación laboral, de duración determinada coincidente con el curso o año escolar, a tiempo completo o parcial"). Por tanto, sólo una revisión legal -algo previsto en la cláusula 9ª de la misma- puede cambiar las actuales circunstancias, algo difícil que se dé con la mayoría absoluta existente en el Parlamento. En estas circunstancias el profesorado se encuentra ante la disyuntiva de no ser contratado cada nuevo curso, y sin tener nunca opción a ningún tipo de plus por antigüedad, al no contabilizarse dichos contratos por curso.

En cuanto a la moralidad de la elección unilateral, es lógica que la Iglesia vele y proponga los profesores de religión católica para difundir la religión solicitada por los mismos padres. Otro aspecto es el criterio de elección intra-eclesial cuya actuación puede y debe discreparse en muchos momentos. Aquí a uno le llama la atención que los más alejados de la religión católica y su práctica habitual de las iglesias locales o parroquias sean los más prolíficos en la crítica sobre la actuación eclesial. Otro aspecto sería aceptar la moralidad de dichos contratos basura en versión religiosa por parte de la Iglesia, símbolo de la economía liberal actual, frente a la tendencia de todas las legislaciones laborales y progresistas tendentes al carácter indefinido de los mismos, en aras de asegurar proyectos de futuro y de familia de las propias personas.

Sin embargo, una crítica coherente y constructiva puede cuestionar que exista una clase de religión católica en un sistema educativo aconfesional, con su obligada financiación. Asimismo se puede promover una clase de fenomenología e historia de las religiones, obligatoria para todo el alumnado. Esta asignatura muy propia de un colegio aconfesional resaltaría la dimensión religiosa siempre presente en el hombre y formulada a través de las diversas confesiones. Esta opción viene fomentada por diversos organismos religiosos y civiles, y por el que suscribe este comentario, pero esto requiere un amplio debate social, respaldo político y una lectura no restrictiva de la Constitución y una revisión de los acuerdos entre el Estado e Iglesia.

Por otro lado, relativo al ámbito intraeclesial, y su actuación moral en la elección del profesorado, posiblemente unos sean más aptos en valorarla, pero es necesario remitirse a la realidad sociológica y psicológica en dicha evaluación. El actual sistema de elección viene refrendado únicamente por el delegado episcopal de enseñanza religiosa. De alguna manera, dicho sistema contempla numerosos problemas y peligros en la objetividad de la designación del profesorado, y pueda estar sujeta a los gustos y acepción de personas del propio delegado, como posiblemente pasaría en otros ámbitos, si la propuesta del profesorado dependiera de una persona. Ya se sabe, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid... esgrimiendo razones de coherencia religiosa y preparación académica puedan darse otros motivos para la designación o no del sujeto, lugar de trabajo y número de horas laborales. Parece lógico pensar que la actuación unilateral de la elección fomenta un tipo de relación paternalista y deshumanizador entre el delegado y contratado, el cual esconde muchas veces sus propias motivaciones personales y acepta este tipo de relación para defender las alubias de un no desdeñable sueldo de profesor. Malos tiempos corren para decir todo lo que uno piensa y siente.

"Hay miedo entre los docentes" lamentan los responsables de Feper (Federación del Profesorado) quienes consideran que la situación "perversa" y "precaria" de los profesores se debe a la "interpretación unilateral, interesada por parte de la Administración y la jerarquía" eclesiástica de los Acuerdos con la Santa Sede. La federación apela a la coacción sufrida en las relaciones laborales y recrimina las continuas contrapartidas exigidas por la institución eclesial, al margen de una relación contractual normal, expresada en exigencias pastorales y personales de los delegados bajo riesgo de no renovarse el contrato en el siguiente año. Estas se concretan en algunos casos en solicitudes voluntarias de diezmos o regalos. Últimamente, tras la controversia se está pidiendo cartas de apoyo al delegado en algunas diócesis. Curiosamente, aquellos que no responden a estas deferencias libres extracontractuales no son renovados en algunos casos por el delegado diocesano. Estas situaciones, cuando las haya, independientemente de la asunción de responsabilidades que puedan tener ante los tribunales competentes, deben ser denunciadas por los colectivos y personas católicas, desde el respeto y corrección fraterna y desde cualquier medio que utilice el rigor, objetividad e independencia en el uso informativo.

En este sentido, puede ayudar la creación de una comisión permanente de varias personas que intervinieran en la elección y continuidad de dicho profesorado. Por otro lado, la persistencia en el trabajo y la no movilidad existente de los distintos colegios -cosa habitual en muchos docentes- puede asegurar y mejorar la docencia del profesorado. En definitiva, esta comisión diocesana puede favorecer una elección más objetiva y menos problemática, y unas relaciones más humanizadoras entre la institución eclesial y los contratados.

Mientras tanto, las palabras de Jesús rebrotan en el inconsciente del seguidor: "No tengáis miedo..." y el apóstol a quien más amó el maestro cuestiona el actuar del discípulo: "¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no es capaz de amar al hermano, a quien ve?" (1 Jn 4, 20). Por desgracia, es habitual el desamor inconsciente y discriminador con los más cercanos, bajo argucias y proclamas de amor universal y amor a Dios, tanto en el ámbito civil como religioso.


Somos Iglesia - Valladolid, 15 de septiembre de 2001

EL DINERO DE LA IGLESIA, DINERO DE LOS POBRES

Comunicado de la corriente Somos Iglesia - Valladolid

VALLADOLID.

En la Iglesia de Valladolid nos encontramos con una gran cantidad de inmuebles ( 500 templos y edificios) y recursos humanos (300 sacerdotes) necesitando mucho dinero para mantenimiento de edificios, pago de salarios, gastos de solidaridad local, nacional e internacional, gastos de la acción pastoral, etc. Todo esto implica una administración económica similar a una mediana-grande empresa.

Jesús de Nazaret inició con un pequeño grupo de mujeres y hombres un movimiento religioso renovador dentro del judaísmo. Fue el germen de las iglesias cristianas. Les hizo varias veces las siguientes recomendaciones cuando les enviaba a predicar: "No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsos, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas" (Lc.9,3s). "No llevéis bolsa, ni sandalias... comed y bebed lo que os sirvieren, cuidad a los enfermos, sed portadores de la paz y decid que el Reino de Dios está cerca"(Lc.10,3s). Cuando un voluntario se ofreció a unirse al grupo le advirtió: "Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos, pero yo no tengo donde reposar la cabeza" (Lc.9,57).

Dentro de este estilo de vida evangélica, de austeridad como los más sencillos, y haciendo un esfuerzo por adaptarnos a la realidad actual salvando los veinte siglos de distancia, la CORRIENTE SOMOS IGLESIA de Valladolid proponemos que:

1. Las instituciones y los trabajadores de la Iglesia vivamos de los recursos y cotizaciones entregados por sus miembros y simpatizantes; los medios y bienes que utilicemos sean austeros teniendo en cuenta, además de nuestro entorno inmediato, la realidad de un mundo en que más de la mitad de las personas pasan hambre. Creemos que recibir del Estado presupuestos especiales los gastos de la Iglesia o gozar de privilegios y exenciones fiscales de impuestos a través de negociaciones con el Estado no nos parece ni adecuado al Evangelio, ni respetuoso con los miembros y demás instituciones de una sociedad democrática y plural.

2. El dinero que tenemos en la Iglesia es de todos sus miembros y de los necesitados. La administración tiene que ser trasparente. Todos los pertenecientes a la Iglesia debemos poder participar en la administración, en la elaboración de los criterios de gastos y adquisición de recursos, etc.. Se deben realizar informes de gestión, publicar las cuentas anuales detalladas, hacer auditorías periódicas como sucede en cualquier institución de la sociedad y facilitar a su conocimiento a cuantos lo deseen. Las relaciones de comunión en el interior de la Iglesia tienen que ser más trasparentes y fraternales que en la sociedad democrática.

3. No es suficiente que el dinero recibido para prever gastos y para la solidaridad esté colocado en entidades legales. Todos sabemos que los bancos, cajas y demás entidades financieras destinan el dinero depositado en las inversiones más rentables posibles que con frecuencia coinciden en empresas de fabricación de armamento, o que no respetan el medio ambiente o los Derechos Humanos, evaden gastos sociales explotando a niños, mujeres o presos o hacen inversiones especulativas, juegos en la bolsa, etc.. De esta forma nuestros ahorros y el de nuestras iglesias son utilizados en contra de lo que se predica.

Debemos controlar nuestro dinero ahorrado exigiendo que se destine en inversiones éticas, en empresas que paguen salarios justos, además de respetuosas con el medio ambiente, que creen puestos de trabajo y favorezcan a toda la sociedad. En la Iglesia tenemos razones más profundas para invertir en fondos éticos y no solamente legales.

La Iglesia Anglicana, en Gran Bretaña, desde los años 80 exige a los bancos informaciones comerciales de las empresas y de los fondos en que se coloca su dinero y que se haga siempre en inversiones éticas. Algunas Ongs, organizaciones solidarias e incluso entidades financieras están creando fondos de inversión llamados éticos, verdes o solidarios con una rentabilidad adecuada. De esta manera contribuyen a impulsar una economía más justa al servicio de las personas y no únicamente de la pura rentabilidad.

4. Que se revise y se debata dentro de la Iglesia y con la sociedad cómo mantener nuestro patrimonio artístico-cultural acumulado de tantos siglos. Resulta una pesada carga que obliga a hacer grandes esfuerzos económicos y humanos tan necesarios en la pastoral y en la solidaridad. Nos encontramos muchas veces obligados a ser una sociedad de conservación del mayor patrimonio artístico de la provincia y de España mientras que miles de millones de pobres en el mundo tienen la necesidad, mucho más urgente, del derecho primario a vivir o a vivir dignamente

Valladolid 15 de Septiembre de 2001

Corriente Somos Iglesia de Valladolid Gema Muñoz (983-262.950) Goyo González (983-134.527) José Centeno (983-278.383)


La Vanguardia, 27 de septiembre de 2001

Consideraciones intempestivas sobre el día 11 de septiembre

José Ignacio González Faus

La mejor condena moral de la increíble atrocidad de Nueva York y Washington, me la dio una religiosa angolana, mientras le caía una lágrima de los ojos: "he sentido a veces rabia contra Estados Unidos; pero lo que hemos sufrido nosotros es tal, que no se lo deseo a nadie, ni siquiera a ese país que tanta culpa tiene en nuestro calvario". Lo decía mientras la televisión pasaba imágenes de niñitos palestinos aplaudiendo el atentado. (Pobrecitos ellos que maman el odio sin saberlo).

Recurro a estas palabras porque me parecen más autorizadas que las mías, para expresar lo que debería ser algo más que una simple condena: el estremecimiento por la maldad que cabe en los corazones humanos, y por la frialdad con que esa maldad actúa, no en un momento de ceguera, sino poco a poco, día a día, buscando sus crueles objetivos paso a paso.

Pero es una verdad elemental que la inmoralidad no se elimina con solo condenarla. Es preciso examinar sus porqués y acertar con sus remedios. En esta dirección van las reflexiones que siguen, sin pretensión de ser exhaustivas, y con una petición previa de perdón si es que, como me temo, se salen del discurso dominante.

1. La seguridad no existe

Ni paraguas nuclear ni historias. El mayor atentado de los últimos años ha sido cometido ¡sólo con armas blancas! El odio, la locura, el fanatismo o la desesperación son más temibles que todas las armas humanas. Como ya dijo el viejo profeta Isaías, la paz no es fruto de las guerras ni de las victorias bélicas, sino sólo de la justicia.

2. Los muertos no duelen porque sean nuestros sino porque son seres humanos

Hace aún pocos años, en Ruanda y en cosa de tres días, murieron, no diez mil, sino cientos de miles de personas. Aquella barbarie, en la que todo el primer mundo tenía buena parte de culpa, por razones geoestratégicas y armamentistas, nos sacudió muchísimo menos; y ninguna UEFA pensó en suprimir partidos ni cosas semejantes. Tal decisión nos habría parecido entonces ridícula e injustificada. Y sin embargo, cuando la solidaridad no es de veras universal, amenaza con convertirse en servilismo.

3. No va a ser la tercera guerra mundial

No sólo porque el enemigo no está bien identificado, sino porque, después del Vietnam, nosotros ya no estamos para guerras sino sólo para venganzas. La primera condición de nuestras guerras es no tener víctimas nosotros. Ya no estamos dispuestos a combatir, y a que nos vayan llegando cadáveres a casa, o extrañas cartas de condolencias de altos mandos militares. Ni somos capaces de soportar otras consecuencias como la falta de petróleo, el derrumbe de las bolsas y de los mercados financieros, o las crisis económicas. Nuestra comodidad es nuestra debilidad. Pues cuando luchan el que tiene mucho que perder y el que está dispuesto a morir, puede que éste acabe siendo más fuerte, aunque esté peor armado.

4. Mucho menos se trata de "la guerra del bien contra el mal"

Esta simpleza del presidente Bush se puede perdonar por la emoción del momento. Pero con un poco más de seriedad y de sinceridad quizás habría que decir: en parte nos lo merecemos.

Quizá no por culpas personales, pero sí porque hemos construido una civilización y un régimen de (pequeñas) libertades, basados en la exclusión de los otros y en la opresión de los otros.

Estados Unidos lanzó la bomba atómica, y todavía no ha pedido perdón por ello. Cometió actos de terrorismo en Irak, invadió cuando quiso Guatemala, Santo Domingo o Granada, adiestró en la Escuela de las Américas infinidad de torturadores latinoamericanos, y ha mantenido una parcialidad que hace imposible la solución del conflicto árabe-israelí.

Europa ha seguido en África una política colonial espeluznante, desde el tráfico de esclavos (por el que tampoco hemos pedido perdón), hasta la tortura más refinada. Permítaseme reproducir dos citas de nuestra cultura europea, tomadas de Le Monde Diplomatique del pasado mes de agosto (pág. 14), en un artículo que no estaba escrito tras los atentados en Norteamérica, sino con vistas a la fracasada conferencia de Durban:

"Ninguna filantropía o teoría racial, puede convencer a gente razonable de que la preservación de una tribu de cafres en África del Sur es más importante para el porvenir de la humanidad que la expansión de las grandes naciones europeas de la raza blanca en general... Ya se trate de pueblos o de individuos, seres que no producen nada de valor no pueden emitir ninguna reivindicación al derecho a la existencia".

Este texto, de 1912, está en la base de muchas conductas y políticas nuestras. Véase si no cómo defendían la esclavitud los padres de nuestra modernidad, como Montesquieu y Voltaire. Luego la "pacificación" de Indonesia por Holanda costó 70000 muertos. La toma de Filipinas por Estados Unidos, costó 200000, las revelaciones actuales sobre la tortura en la Argelia francesa son espeluznantes...Y así sucesivamente. La única diferencia es que nosotros lo hemos olvidado y ellos no.

Permítaseme repetir: somos hijos de una cultura que construyó sus pequeños espacios de civilidad y de libertad, a base de la exclusión y del crimen camuflado. Abolimos la esclavitud cuando ya no era económicamente necesaria (por eso hoy la estamos resucitando). Si no reconocemos esto, por duro que nos sea, el camino de la pacificación va por senderos torcidos. Y debemos examinarnos para que lo que nos aflija en la barbarie del pasado día 11 sea de veras el dolor de seres humanos (sagrados sean de donde sean) y no la humillación de nuestro inconfesado sentimiento de superioridad primermundista. No hace muchos años que Helder Cámara definió a la violencia como una "espiral diabólica": porque cuando alguien nos trata mal, acaba sacando lo peor de nosotros. No lo olvidemos.


El Correo, 2 de octubre de 2001

LA IGLESIA Y GESCARTERA

MANUEL DE UNCITI.

Es muy posible que se haya procedido con exceso de precipitación al censurar como anticlericalismo -rancio para unos, renovado para otros- todo ese inmenso 'tolle, tolle' que se ha armado estos días a cuento de los depósitos de algunas instituciones de la Iglesia en la malhadada Gescartera. La avalancha de descalificaciones y de improperios o -lo que es peor- de retintines y sonrisitas con que han sido comentados los desventurados ires y venires de algunos dineros de gentes y entidades de Iglesia, ha cubierto de humillación a algunas congregaciones de religiosos y religiosas, a determinados obispados españoles y a muy concretas instituciones de apostolado misionero o de solidaridad cristiana. Ha de sentarles forzosamente muy mal que se les acuse de especuladores insaciables a quienes dicen disciplinar sus vidas con el voto de pobreza o que se les denuncie de mercadear con dinero negro a quienes no tienen otra razón de ser que el servicio desinteresado a los hombres y, más concretamente, a los más pobres y marginados. Pero todas estas acusaciones y denuncias, todos esos «mira, mira las monjitas cómo se espabilan para ganar más» o «mira, mira la bolsa de dineros que tienen los heróicos misioneros que se pasan los días hablando contra el neoliberalismo», ¿han de encuadrarse sin más ni más bajo la rúbrica del anticlericalismo, trasnochado o renovado? Hay algo que está muy claro, antes que nada, y que es radicalmente muy positivo: a las personas y entidades que se mueven bajo el signo del Evangelio la opinión pública les exige bastante más -mucho más- que a las instituciones de carácter civil o político. Por lo que se sabe, los listados de Gescartera contenían los nombres de unos 2.000 inversores. De este total, sólo 35 ocupaban -y ocupan- un asiento en la comunidad de la Iglesia. Y, sin embargo, ha sido tal la catarata de comentarios y de descalificaciones que se ha abatido sobre esos 35 pobres estafados e, incluso, sobre 'la Iglesia' en general -que para nada tenía vela en ese entierro-, que uno podría llegar a pensar que los hombres cristianos y las instituciones cristianas han sido, tanto por su numerosidad entre los dos miles de inversores cuanto por la cuantía de sus depósitos, los principales protagonistas del gran escándalo de Gescartera. Y esta impresión es absolutamente falsa. Las gentes y las instituciones vinculadas a la Iglesia representan una mínima parte -una insignificante parte- en el largo listado, hecho público para mayor inri, de los clientes de la agencia de valores; y el montante de sus depósitos no va más allá de los l.250 ó 1.500 millones en el total de los 18.000 que se han esfumado por arte de birlibirloque, según se dice. Dejando a un lado los inversores a título personal o familiar, varias instituciones respetabilísimas como la Guardia Civil, la Policía Nacional o la Armada entre otras más confiaron sus ahorros a Gescartera y los han perdido, al menos por el momento. Muchos son los que se han dolido de que el desfalco haya lesionado los derechos de ciento o miles de huérfanos y las justas expectativas de las economías de las familias pobres de las fuerzas de la seguridad del Estado. Nadie se ha permitido sobre este particular ni bromas ni chistecillos, lo que es de agradecer; y a nadie se le ha ocurrido hacer leña del árbol caído descalificando como especuladoras a estas instituciones o aludiendo a un hipotético dinero negro de sus titulares. ¿Por qué a las instituciones vinculadas con la Iglesia se les ha dado un trato distinto si al fin y a la postre los ahorros en cuestión no tenían otros destinatarios que los huérfanos y los enfermos, los pobres y los marginados de medio mundo?

Nadie en sus cabales puede permitirse el mal gusto de pensar que es una gran mentira todo lo que se dice sobre la presencia y la actuación de cientos y aun miles de hombres y mujeres de Iglesia entre los desheredados de la tierra en cualquier parte de ésta o que es una torpe falsedad eso de que las comunidades cristianas del más vario linaje están volcadas en el mundo del sida y de la drogadicción, en el de los huérfanos y los leprosos, en el de la promoción de la mujer del Tercer Mundo o en el del justo y hermoso compromiso de salir por los fueros de los campesinos sin tierra.

Los ahorros pueden desaparecer, por desgracia, en un abrir y cerrar de ojos, como ha ocurrido en el caso de Gescartera, si aquellos a los que se les confían para que los hagan fructificar de acuerdo con las leyes vigentes son inmorales o son ineptos; pero el juntar peseta con peseta, millón con millón hasta contar con los necesarios para levantar una escuela de formación profesional o un nuevo pabellón para tuberculosos, requiere tiempo y sería por demás estúpido que los responsables económicos de esos proyectos se mantuvieran todavía en el viejo uso de meter en un calcetín lo que se va recogiendo con tantos sudores y tantas generosidades. Los hombres y las mujeres que se saben llamados a dar de comer a los hambrientos o a cuidar de los terminales tienen el derecho y la obligación de obtener los recursos necesarios para el mejor cumplimiento de su misión y la responsabilidad de hacerlos fructificar lo más posible, dentro de la legislación financiera vigente y sin exponerlos a mayores riesgos. Congregación religiosa hay entre las estafadas por Gescartera, valga por caso, que había llegado a ser titular de una inversión de algo más de 400 millones por la sola y única razón de que sus proyectos de tres construcciones para bien de la comunidad educativa a la que sirven no acababan de obtener las licencias municipales requeridas, solicitadas desde hacía muchos meses atrás. Han perdido -por el momento al menos- todos sus ahorros y esta pérdida, lógicamente, les duele; pero les duele aún más, mucho más, que haya por ahí quien se ría de su desgracia, no tenga en cuenta el perjuicio que padecerán los chicos y las chicas de los colegios a los que la congregación religiosa está sirviendo y, sobre todo y ante todo, que se descalifique a los administradores y superiores de la congregación como vulgares y ambiciosos especuladores cuando no han actuado lo más mínimo fuera de ley. ¿Por qué a estos sí y a los otros no? ¿Por qué tanta exigencia para con los hombres y mujeres de Iglesia y tanta manga ancha para los inversores militares y civiles? ¿Por puro y duro anticlericalismo? Es lo que parece a las primeras de cambio; pero también cabe otra lectura de este hecho. La sociedad exige a los miembros de la Iglesia un comportamiento ejemplar en toda línea porque todavía hoy, pese al secularismo y aun agnosticismo ambiente, mantiene del Evangelio y de los que se dicen sus seguidores una muy alta idea, un concepto ideal, una visión utópica. Más allá y más al fondo de los escándalos espontáneos y facilones de la calle, está una no confesada demanda, dirigida a la Iglesia, de que al menos ella se sitúe en un nivel que por su espiritualidad e idealismo pueda servir de referencia a todos los demás. Cuando tantos y tantos se postran de continuo ante los becerros de oro y hacen de las ganancias sin ética su modo del vivir de todos los días, lo mejor de la sociedad está pidiendo a la Iglesia que se mantenga ajena al afán de riquezas y a la voluntad de poder.

Incapaz de expresar esta demanda con las palabras que serían del caso, acude al chiste y a la crítica, a la descalificación y la denuncia cuando ese auspiciado ideal aparece como traicionado. Aunque luego, hablando ya con más tranquilidad y sosiego, comprendan los más que en «el pan nuestro de cada día» también se incluyen esas inversiones que aparecen como necesarias para un mejor servicio a los necesitados. Para la Iglesia misma puede ser toda una bendición de Dios que el presunto anticlericalismo de una notable parte de la sociedad de hoy le recuerde que no le es posible servir a dos señores: a Dios y a Mamón.


ABC, 5 de octubre de 2001

EL CRISTIANISMO ENTRE LA VIOLENCIA Y EL DIÁLOGO

C Juan García Pérez, S.J. Profesor de Teología Universidad Pontificia Comillas

Por la onda expansiva del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York nos envuelve con una pregunta provocadora: ¿por qué tantas veces las grandes religiones monoteístas, y el cristianismo en concreto, aparecen en la historia enzarzados con la violencia casi como si fueran siamesas de muy difícil separación?, ¿han chocado dos hemisferios, explotados contra explotadores, dos culturas o dos religiones?. Adentrémonos en el subsuelo de las grandes religiones monoteístas. Encierra filones de fraternidad pero está minado con peligrosas cargas explosivas. En un primer estrato, casi a ras de suelo, nos encontramos con los escritos de René Girard sobre la violencia y lo sagrado. Si ahondamos más, descubrimos que en casi todos los conflictos bélicos hay un componente religioso, con frecuencia decisivo. No hay que remontarse a las cruzadas medievales, la noche de San Bartolomé o las guerras de religión en la Centroeuropa del XVII. Basta con que recordemos conflictos de hoy que no cesan: judíos-palestinos en Oriente medio, católicos y protestantes en el Ulster, la guerra de los Balcanes. Con una pesada historia a cuestas llegamos a un tercer estrato, mitad pregunta mitad conclusión: la violencia ¿es constitutivo inseparable de las religiones monoteístas? Como ésta o aquella religión dan culto al «único Dios verdadero», fácilmente se pueden presentar como «la verdadera». Los otros son «infieles a los que hay que convertir». Delimitando más todavía el terreno, es forzoso llegar al cristianismo y más concretamente el catolicismo. La Iglesia Católica dice que busca el diálogo interreligioso. Pero la fe católica cree en un solo Dios y confiesa que Jesús de Nazaret es el Dios encarnado, insuperable e irrepetible. Entonces, ¿qué se ofrece a los demás, que se entreguen sin condiciones? ¿El pretendido diálogo será algo más que una indoctrinación camuflada? Si así fuese, ¿esa fe no llevaría implantado un germen de violencia aunque no haga saltar torres por los aires? ¿En qué quedamos? Canalizamos las afirmaciones que siguen en forma de tesis. 1. Para acudir al diálogo hay que salir con la propia identidad al descubierto, sin altanería pero sin reduccionismos. Debemos adelantar por ello que la propia fe no es negociable. No se trata de difuminar la silueta de las afirmaciones para llegar a un encuentro a tientas en medio de la niebla. La fe cristiana no puede renunciar en modo alguno a confesar que Jesús es el Señor, Hijo de Dios resucitado. Es el único mediador entre Dios y los hombres. Es la Palabra definitiva de Dios al mundo. Esta afirmación atraviesa medularmente todo el Nuevo Testamento. Esta confesión choca hoy con especiales dificultades que tampoco han nacido ayer o anteayer. Hengel ha estudiado las relaciones entre el judaísmo y el helenismo de los siglos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús de Nazaret. En el mercadillo religioso de esa época era posible encontrar no pocos tenderetes que ofertaban diversas «salvaciones». Más tarde la Ilustración del XVIII con Lessing o la teología liberal con Troeltsch acomodaban al cristianismo en la fila con las demás religiones. El mundo actual de la posmodernidad revive este problema y reaviva el relativismo. 2. Hasta hace muy poco el diálogo prácticamente no era posible. A lo más se podían avanzar gestos de buena voluntad. Hasta el Vaticano II, la frase de San Cipriano «fuera de la Iglesia no hay salvación» se interponía en el acceso a las otras religiones. Cierto es que ya entonces la frase se refería a los herejes que se habían separado de la Iglesia. Pero con el paso del tiempo fue siendo interpretada al pie de la letra. Hay que recordar, es cierto, que Pío XII excomulgó a Feeney, teólogo norteamericano que en pleno siglo XX se empecinó en defenderla en su interpretación más literal. Después del Vaticano II la Iglesia Católica ha acentuado muy positivamente el reconocimiento de las personas y las religiones y ve en ellas (la expresión es de San Justino) «semillas de verdad». Adopta así una actitud «inclusivista». Cuanto de bueno y verdadero pueda haber en esas religiones se encuentra ya «incluido» en plenitud en la fe cristiana. 3. Desde el Vaticano II se ha intensificado el diálogo interreligioso. No exigiría gran esfuerzo recoger una serie de textos, de Pablo VI y de Juan Pablo II en que, de forma creciente y progresiva, insisten en la necesidad y posibilidad de un verdadero diálogo. En su primera encíclica, Pablo VI afirmaba que «El diálogo es una nueva forma de ser Iglesia». Y en uno de los últimos escritos de Juan Pablo II, (Novo millenio ineunte, n 55), por no citar la Redemptoris missio o la Dominum et vivificantem, el Papa actual ve que «en una situación de marcado pluralismo cultural y religioso, el diálogo es importante para proponer una firme base de paz y dejar el espectro funesto de las guerras de religión, que han bañado de sangre tantos períodos en la historia de la humanidad. El nombre del único Dios tiene que ser, cada vez más, un nombre de paz». 4. Aceptar responsablemente la fe del pasado exige salir al encuentro del futuro. No es fácil entrever ya hoy adónde se podrá llegar. Cuando la Comisión Bíblica a comienzos del s.XX (San Pío X), impuso con severa energía la aceptación del carácter histórico de los primeros capítulos del Génesis o la autoría de los Evangelios, no era posible predecir que el Vaticano II en la Dei Verbum abriría ampliamente la interpretación de la Biblia a los métodos histórico-críticos. Trento estableció solemnemente los perfiles y límites de la doctrina sobre la justificación. Hace dos años (octubre 1999), la Iglesia católica, sin desdecirse de su pasado pero situándolo en un contexto de mayor amplitud, ha llegado a un acuerdo con las Iglesias de la Reforma sobre muchos puntos importantes de la justificación. 5. El diálogo vertical o unidireccional no se ha inventado todavía. La fe cristiana no sólo enseña sino que también puede aprender de los otros. El cardenal Kasper considera que el diálogo interreligioso no es calle de una sola dirección, sino que es un auténtico encuentro enriquecedor para todos. Llegamos así a la conclusión de que si hay diálogo no hay violencia y cuando hay violencia ésta suele provenir de una utilización política distorsionadora de la esencia de la religión. El diálogo auténtico tiene un precio y unas exigencias para unos y otros. Espera de los católicos una fe aceptada con hondura pero no simplista en sus expresiones. Y exige también un corazón renovado. Para dialogar «hay que entrar en la piel del otro. Penetrar en el sentido del ser que tiene un hindú, un musulmán, un judío, un budista o quienquiera que sea» (Whaling). Hay que entrar, hasta donde sea posible, en la experiencia religiosa de los demás. 6. Se podría haber hablado de otros grandes monoteísmos. En su último viaje, Juan Pablo II separaba con nitidez el islamismo de los fundamentalismos. Una fe monoteísta (cristiana o de otras grandes religiones), vivida con jugosa convicción y entusiasmo, se encamina no al fanatismo fundamentalista sino a una acogedora humanidad. Si esto es así, y en todo caso debe serlo, la afirmación de que los monoteísmos son mechas potenciales de violencia debería ser sometida a severas rectificaciones.


El Correo, 17 de octubre de 2001

TEOLOGÍA PARA AGNÓSTICOS

RAFAEL AGUIRRE

Cada vez que me encuentro con mi amigo Ignacio Sotelo me dice que tiene que escribir un libro con este título: teología para agnósticos (entre los que se encuentra). Y es que, acostumbrado al mundo intelectual alemán, le parece incomprensible la inexistencia de estudios científicos sobre las religiones en la Universidad española y la falta de debate social serio sobre la influencia histórica del factor religioso. No sé si algo está cambiando, pero no ha habido universidad de verano que se precie que no haya montado este año algún curso sobre el tema religioso. Quizá sea para compensar el clamoroso vacío de los planes de estudio o porque algo se presiente en el ambiente. Pero lo de estos días es ya una auténtica avalancha: la opinión pública está recibiendo una formación acelerada sobre el Islam y sus diferentes versiones, sobre la religión civil estadounidense, sobre la Biblia, el Corán, los ulemas, sus decretos... La divinidad, pobre divinidad, es invocada por unos y por otros; es utilizada para animar a los terroristas y para consolar a sus víctimas.

Tanto entre los talibanes afganos, estudiantes de las madrasas coránicas, como entre sus homólogos judíos, los talmidim o estudiantes en las escuelas talmúdicas, se reclutan los más radicales y fanáticos de ambos campos enfrentados. Ahora resulta que la teología puede ser más incontrolable y peligrosa que la tecnología, a la vez que infinitamente plástica y manipulable. El terrible video en el que Bin Laden y su lugarteniente egipcio daban su interpretación de la masacre del 11 de septiembre estaba lleno de alusiones al presente -al aplastamiento impune de los palestinos por Israel con la connivencia de Estados Unidos, al bloqueo de Irak-, pero también de referencias históricas bien remotas: a la expulsión de Al Andalus, las cruzadas... Se dirigía al inconsciente colectivo de más de mil millones de musulmanes y ahondaba en heridas nunca cicatrizadas. Me pareció de enorme fuerza comunicativa. En nuestra civilización tecnológica el presente es cada vez más efímero, las nuevas tecnologías y adiestramientos se suceden con extraordinaria rapidez y quedan pronto desfasadas. La experiencia de los mayores, que en otras civilizaciones se valoraba como el gran caudal de sabiduría, no vale nada en nuestra era técnica. La única memoria que importa es la del ordenador, que nos devuelve, con rapidez ciertamente y combinados, los datos que antes le hemos introducido. Pues bien, la religión es cada vez más el lugar donde se conservan y transmiten, de forma idealizada y mezclada con mil intereses, las tradiciones de las que depende la identidad de los colectivos humanos. Una determinada mitificación del pasado es clave para justificar el proyecto étnico del sionismo israelí, que ciertamente prescinde de los sedimentos culturales de aquella tierra y de la permanente existencia de grupos humanos y religiosos muy diferentes. Es curioso que en la sacristía de la Basílica del Santo Sepulcro, en el corazón de la ciudad vieja de Jerusalén, se encuentra expuesta la espada de Godofredo de Bouillon, que conquistó la ciudad al frente de los cruzados cristianos a sangre y fuego. Pero al de pocos metros, en cuanto se sale de la muralla, la primera gran calle del ensanche árabe lleva el nombre de Saladino, el gran líder musulmán que derrotó a los cruzados en 1187. La violencia existente en la tierra de Palestina/Israel es inseparable de una historia de odios y enfrentamientos evocada casi en cada piedra, en las ruinas presentes por doquier, en los incontables monumentos. Quien sube al monte Carmelo, en la ciudad de Haifa, se encuentra con una impresionante escultura de Elías, el gran profeta de Yahvé, blandiendo la espada con la que acabó con cientos de profetas de Baal. Pasan los siglos, pero los recuerdos de las violencias originarias y sacralizadas, ejercidas o sufridas, generadoras de odios y resentimientos, se incrementan y permanecen como barreras que distinguen y salvaguardan la identidad de grupos que siguen enfrentados. Nadie puede tirar la primera piedra. Nada más parecido a las llamadas a la yihad o guerra santa que estos días retumban por las mezquitas de muy diversos países musulmanes que las predicaciones medievales, de santos canonizados y de legados pontificios, convocando a la cristiandad a las cruzadas para liberar los santos lugares de los infieles y prometiendo toda clase de recompensas sobrenaturales. Todas las religiones tienen que recuperar sus mejores posibilidades, pero sobre todo -ya que de teología para agnósticos se trata- tienen que someterse a la crítica a la luz de la razón, de las exigencias de la humanidad compartida y de los derechos humanos. En nombre del respeto a la diferencia cultural no se puede admitir que una religión ultraje la dignidad básica de sus miembros (por ejemplo, de las mujeres), ni que mantenga actitudes impositivas hacia afuera. Ejemplos: en España se mantuvo hasta hace bien poco la pretensión de defender la supuesta unidad católica de forma coactiva; unos extranjeros corren ahora peligro de perder la vida en Afganistán acusados de hacer proselitismo cristiano; en Israel expulsan del país a quien propague religiones extranjeras porque atenta contra el carácter judío del Estado. Pero, como digo, la religión es plástica y fácilmente manipulable. Se convierte, con frecuencia, en expresión de intereses muy oscuros. Bin Laden no es un teólogo, sino un economista con una buena formación intelectual y una gran capacidad de comunicación. Me recuerda -salvando mil diferencias- al comandante Marcos, que desde un lugar recóndito de la selva actúa pensando en la opinión pública mundial y utiliza hábilmente los elementos simbólicos que le confieren un halo prestigioso ante su gente. En el caso de Bin Laden, su capacidad de evocar la vida de Mahoma, con su porte, su caballo, el exilio de la Meca por un poder corrupto, su propósito de volver para instaurar un Estado realmente islámico. Y es que, en efecto, no parece descabellado pensar que Bin Laden está lanzando un órdago político a la monarquía saudí, a la que detesta, que lo expulsó del país y le privó de su ciudadanía. Hoy es evidente -lo vengo defendiendo desde hace años por lo que nos toca a los vascos- que el terrorismo es, ante todo, un fenómeno ideológico, que exacerba una causa y la pone por encima de toda norma moral y de la consideración a las personas concretas. Pero el fanatismo no es ciego: responde a intereses y proyectos políticos precisos. El terrorismo siempre intenta conectar con un colchón de comprensión y simpatía que le dé cobertura y respetabilidad social.

Tampoco el terrorismo islámico es un fenómeno de masas desesperadas, pero intenta aprovecharse de su existencia y de sus desgracias para movilizarlas alentando sus sentimientos antioccidentales y su hastío ante los regímenes árabes corruptos. Por eso el apoyo que Estados Unidos busca en los gobiernos árabes para combatir el terrorismo, que tiene su gran referente en Bin Laden, se puede convertir en un 'boomerang' político si no va unido a transformaciones sociales que aumenten la democracia y la justicia en aquellos países. Estamos asistiendo a una ofensiva de un terrible terrorismo de explícita fundamentación religiosa. Lo peor que podría hacerse es oponerle otra mala teología. Nadie se identifica, sin más, con el Bien o con el Mal absoluto. Ningún pueblo o grupo puede pretender una elección especial de Dios; ninguna causa histórica se identifica con proyecto divino alguno. Sea todo dicho apresuradamente: de Dios se puede hablar con convicción, porque es una experiencia muy honda y humanizante, pero siempre con mucha modestia y perplejidad porque es un misterio, que desborda todo lo que podemos imaginar y pensar. Quien quiera hablar de Satán tendrá que decir que está allí donde aniden la violencia y el odio; quien pueda hablar de Dios tendrá que decir que es amor que aúna a toda la realidad y que sólo en el amor sincero y desinteresado se puede vislumbrar su huella


Alandar, octubre de 2001

LA INÚTIL Y PELIGROSA TEOLOGÍA

BENJAMÍN FORCANO, teólogo

La teología es inúltil; no es una multinacional que premia a sus consumidores con lavadoras, coches, apartamentos. No se propone convertir nuestras casas en almacenes. En todo caso, sí lanza señales indicadoras de que en nuestros almacenes faltan ventanas y metas.

En otros tiempos, la teología andaba por las nubes o demasiado por la tierra haciendo el juego al poder y al dinero. En uno y en otro caso, resultaba ideológicamente útil para quienes defendían como naturales determinados privilegios y monopolios. Siempre que la teología es fiel al Evangelio, tratando de reflexionar y aplicar el mensaje de Jesús, se convierte automáticamente en peligrosa. Me lo decía una amiga polaca, marxista y atea, que asistía en 1995 a uno de los Congresos de Teología celebrado en Madrid: "Mi conclusión después de asistir a dos Congresos es que la fe de estos cristianos no es opio".

Si hablo en esta ocasión de teología, es porque estoy convencido de que, dentro de nuestra sociedad, hay un hueco doloroso, casi colectivo, de estarnos faltando rumbo, cordura y sensación de poder vivir placenteramente, sin tener que renunciar a la sustancia más íntima y utilitaria de la vida: nosotros no somos canguros que no sienten preocupación por el sentido de la vida, tenemos derecho a cuidar todo lo que nos rodea salvaguardando el sentido de lo auténticamente humano.

Son ya 20 los Congresos de Teología celebrados en Madrid, con una asistencia media de unas 1.500 personas, en su mayor parte laicos, para tratar de temas comunes, -muchas veces lacerantes- como la pobreza, la esperanza, la paz, la democracia, la iglesia popular, la utopía y el profetismo, los derechos humanos, el dinero, la mujer, la ética universal, la ecología....y así hasta 20 temas monográficos, abordados interdisciplinarmente y desde el punto de vista cristiano, publicados en volúmenes sucesivos de unas 260 páginas por el Centro Evangelio y Liberación. Este año, del 6 al 9 de septiembre, el tema del XXI Congreso ha sido "Democracia y pluralismo en la Sociedad y en las Iglesias", cuya ponencia primera Reflexión sobre la democracia en la sociedad, tuvo D. Gregorio Peces Barba, rector de la Universidad Carlos III de Madrid.

Estos Congresos de Teología no son, como a primera vista pudiera pensarse, foros para profesionales de la teología, sino para cuantos desde la vida se preguntan y buscan soluciones para temas vivos, de enorme interés para la convivencia. Ciertamente, en el origen de los Congresos está la Asociación de Teólogos Juan XXIII, fundada en Madrid en 1980 por diez teólogos, a los que posteriomente se sumaron otros.

Los Congresos de Teología engloban una realidad sociocristiana amplia: los convoca la Asociación de Teólogos Juan XXIII, los gestionan más de 25 colectivos, los apoyan más de 30 revistas y los edita el Centro Evangelio y Liberación (Exodo). Su funcionamiento viene asegurado por una Comisión Gestora, nombrada para cada año, que la componen 5 teólogos y otros 5 representantes de los movimientos y comunidades, además de una Secretaría.

Ya en los primeros Congresos, la "restauración posconciliar" estaba en marcha y se veían amenazados los aires renovadores del Vaticano II. Los teólogos de la Juan XXIII, convencidos de la tarea positiva de la teología, decidieron enmarcar su reflexión teológica desde la opción fundamental por los pobres, en diálogo interdisciplinar con la modernidad, dentro de la cultura de nuestro tiempo, con apertura al Tercer Mundo (en especial a América Latina) y en condiciones de plena libertad.

El tiempo no tardó en demostrar que este foro teológico, abierto a las bases y enriquecido por su presencia y participación, no era del agrado ni de Roma ni de la jerarquía eclesiástica española. Se pretendía controlarlos mediante la recognitio canonica, sometiéndolos de hecho a la censura. Hubo votaciones y todo. Pero, la reacción mayoritaria de la Asociación fue clara y firme: libertad, pues sin ella no hay teología creativa ni comprometida.

Las cortapisas comenzaron. Fue el propio cardenal de Madrid, Angel Suquía, quien denegó el local diocesano "Cátedra Pablo VI" para los Congresos. Teólogos de la Asociación concertaron algunos encuentros con la Jerarquía para aproximar y despejar prejuicios, pero en lugar de avanzar se mandó una nota a las Congregaciones Religiosas poniendo en duda que los Congresos "fueran una actividad legítima dentro de la comunidad cristiana". Se hizo pública incluso, la noticia de que "los días del Congreso estaban contados y que había consigna de Roma de acabar con ellos".

La presión se hizo corporativamente sobre los obispos, de manera que fueron pocos los que asistían, pudiendo destacar como asiduos participantes a Alberto Iniesta y a Javier Osés y a otros venidos saltuariamente. Fue excepcional la presencia en un Congreso de los obispos Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño, Tomás Balduino, Samuel Ruiz, Alberto Iniesta y Javier Osés. Obispos había que admiraban y felicitaban a los compañeros que asistían, llegando a confesar que ellos no lo hacían por miedo. Personas de otros países no comprendían cómo en tales acontecimientos estaba ausente la Jerarquía. ¿No eran pastores de todo el pueblo de Dios?

No faltó, en este acoso a los Congresos, la colaboración de ciertos medios, que los calificaron de marxistas, contemporizadores de ideologías anticristianas, instrumento para degradar la fe rebajándola a mero compromiso temporal y político, como cuando vino el Ministro de la Revolución Sandinista, Tomás Borge: ¿Qué hace, se preguntaban, un Ministro del Interior en un Congreso de Teología?". Y hubo, a nivel organizativo, otras prevenciones tenaces, como la de sostener que la Asociación de Teólogos Juan XXIII no podía aparecer convocando los Congresos junto con las Comunidades de Base.

Aranguren, Girardi, Casalis,...llegaron a afirmar que estos Congresos eran uno de los acontecimientos religiosos más importantes de Europa.

Su importancia viene dada por la duración (son ya más de 20 años), por la asistencia y , sobre todo, por la actualidad de los temas y el tratamiento que de ellos se hace, la calidad de los Ponentes, la variedad de las Comunicaciones, el pluralismo de las Mesas Redondas, el Diálogo y Convivencia de los participantes y el contenido Celebrativo de los dos grandes actos de la Reconciliación Comunitaria y de la Eucaristía.

Por los Congresos han pasado más de 600 personalidades entre antropólogos, sociólogos, economistas, políticos, historiadores, filosófos y teólogos (han intervenido casi todos los de la teología de la la liberación, entre ellos Jon Sobrino y el mártir Ignacio Ellacuría; teólogos de Africa y Asia) y un buen número de militantes y ciudadanos de a pie.

Si resulta verdad que la renovación de la Iglesia, antes y a partir del Vaticano II, fue preparada e impulsada por los teólogos, también es verdad que ningún gremio como el de los teólogos ha tenido que sufrir la censura, el desprestigio y la represión después del concilio Vaticano II. Son muchos los que se han sentido cercenados en su tarea docente y, en especial, casi todos los que participaron como artífices en la renovación del concilio. ¿Quién ha aplaudido alguna vez la labor meritoria de los teólogos? Nunca ciertamente la Jerarquía.

Por eso, sonaron atípicamente regocijantes las fraternales, sinceras y cariñosas palabras que el obispo Pedro Casaldáliga, en su ponencia mandada por vídeo para el XVI Congreso (año 1996) dijo: "Aprovecho la ocasión para quitarme la mitra delante de los buenos teólogos y teólogas que tiene España, incluso para reparar la predisposición, una especie de predisposición casi innata, casi instintiva de ciertos obispos de la jerarquía en general, bastante en general, con respecto a los teólogos. Yo os pido, teólogos y teólogas, que sigáis ayudándonos. Con mucha frecuencia los obispos creemos que tenemos la razón, normalmente creemos que la tenemos siempre, lo que pasa es que no siempre tenemos la verdad, sobre todo la verdad teológica, de modo que os pido, que no nos dejéis en una especie de dogmática ignorancia. Y hablando de los teólogos en España, creo que es de justicia subrayar que hoy en España hay teólogos y teólogas (las teólogas son más recientes), a la altura de aquel siglo de oro, de las letras, y del pensamiento españoles, y ni Italia, ni Francia, ni Alemania, por citar a los países más vecinos, dejan atrás ni en número ni en calidad la galería de teólogos que tenemos en España; y pido a la Asamblea un aplauso".

Los Congresos de Teología nacieron en unas circunstancias especiales: estábamos en una España que estaba pasando de un nacionalcatolicismo a un catolicismo menos ambiental, más democrático y pluralista; estaba declinando en la vida social el monopolio de la religión católica y avanzaba el proceso de secularización con las consecuencias de una mayor autonomía de lo creado, de lo social y político, de lo personal y una mayor racionalización de los procesos públicos, relativizándose progresivamente la importancia de la religión y ética cristianas.

Eran muchos cambios, y algunos muy rápidos, que abonaban excesivamente el tránsito de un extremo a otro, de una religiosidad demasiado tradicionalista a otra light. Aumentaba la difuminación de los dogmas, la relativización de las normas católicas, el abandono de creencias y prácticas cristianas, el distanciamiento de la Iglesia oficial para dedicarse a tareas más seculares, quedando en medio el escollo de dos polos significativos, cada vez más minoritarios: integristas y anticlericales.

El clima dominante hacía que, según el Informe Foessa de 1994, " La persona actual se encuentre inmersa en un mundo no en contra, sino desarrollándose sin contar con Dios, y sin contar con el eje que el espíritu del cristianismo significó para Europa. Por ello, las relaciones religión-sociedad se plantean cualitativamente diferentes a lo que ocurrió en el pasado, en otras épocas" (Pg. 704).

Es obvio que, entre nosotros, ha aumentado la increencia , la indiferencia, el agnosticismo y el ateísmo. Y, en muchos casos, con toda razón. No se puede ser creyente sin una buena dosis de excepticismo y ateísmo. Yo soy ateo de muchos "dioses" que nada tienen que ver con el Dios del Evangelio. Y no puedo ser creyente sin sacudirme un sin fin de planteamientos acientíficos, supersticiosos e irracionales.

La antítesis entre razón y fe es uno de los contenciosos históricos más graves, que ha dado lugar a posturas apologéticas y dogmatizantes por una y otra parte. Hoy, el peligro es seguramente la superficialidad y el desentendimiento de la Religión como si de algo irrelevante se tratara. En este sentido, encuentro plenamente acertada la opinión de que hasta para dejar de creer en Dios es necesaria la teología: "La superficialidad religiosa de nuestro país radica en que creyó sin teología y sin teología está dejando de creer. Por eso, su fe de ayer rayó en la superstición y su ateísmo actual roza peligrosamente la banalidad " ( Manuel Fraijó).

Los Congresos de Teología llevan el hálito de una generación nueva, a la que pesaba el atraso de la Iglesia, su enfrentamiento con la modernidad, el anacronismo de muchos panteamientos teológicos imbuidos de mitología, pietismo y ahistoricismo, el recelo e incluso rechazo de las ciencias, la fuga del mundo, las contemporizaciones con la injusticia y , sobre todo, el menoscabo insistente de la dignidad humana con agravio de sus derechos.

Había que acabar con la tesis, habitual en el mundo moderno, de que la fe, sinónimo de opio, imposibilita la igualdad, la justicia y la revolución social.

Todo esto estaba a apunto, podía enseñarse y divulgarse, merced a que una nueva Exégesis y una nueva Teología habían recuperado la desfigurada originalidad del cristianismo. El concilio Vaticano II fue el espaldarazo oficial a esta cita de consecuencias imprevisibles, que generaría un nuevo talante y una nueva manera de ser cristiano.

Lo cristiano no tiene por qué ser digerido acríticamente, como si todo lo que viene envuelto en su ropaje histórico-cultural fuese inalterable. Ese es el pecado: petrificar unas formas, unos paradigmas de otros tiempos y querer identificarlos con la esencia misma del cristianismo. Esa visión la hace posible una forma colectiva de entender el cristianismo, marcada sobre todo por el clericalismo, que ha demandado pasividad, obediencia y veneración extrema del pasado.

En esta perspectiva, a la teología le vienen asignadas unas tareas ingentes de cambio y "aggiornamento".

La primera de todas historificar el Evangelio haciéndolo oír con toda su fuerza en medio de la iniquidad que divide al mundo en ricos y pobres, en clases, en castas, o en grados de una u otra discriminación, dejando que restalle su condenación del mundo opresor y tomando partido por el mundo de los más pobres y oprimidos; son ellos los mimados de Dios. Las víctimas, los vencidos, los desechados son paradójicamente los que anuncian un mundo nuevo, los que traen promesas de cambio y regeneración, los que señalan a un Primer Mundo opulento, egoísta, ciego, como perdido y enemigo de Dios, los que nos devolverán la dignidad humana.

La segunda, y será ya una consecuencia, reconciliar la fe con la razón y la ciencia, con la terrenalidad y la historia, la democracia y el pluralismo, el amor y la tolerancia, la libertad y la diferencia, la universalidad y lo particular. No estamos condenados a exiliarnos de este mundo de Dios, sino a aceptarlo, respetarlo y promoverlo en todo lo que es. Y si uno es católico, y además con toda legitimidad, con más legitimidad debe considerar que Dios no es católico, ni lo es de ninguna otra denominación religiosa, pues Dios no hay más que uno, aunque muchas e inevitables las formas de llegar hasta El y poseerlo.

La tercera, y acaso en alineación con la primera, poner en el centro la dignidad de la persona. La persona lo primero y lo último, y todo lo demás subordinado a ella: "No el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre". Que nadie, del rango, lugar u origen que sea, se considere más que nadie, ni menos que nadie. Es la gran revolución de Jesús: "Todos vosotros sois hermanos". Siempre, a lo largo de la historia y de las más diversas culturas, los seres humanos han estado clasificados, pospuestos, vilipendiados, utilizados por el olvido, menoscabo o desprecio de esta dignidad. Todas las injusticias, discriminaciones y maltratos se han edificado sobre esta preterida dignidad de la persona.

La cuarta, pensar que el mundo futuro que hemos de construir entre unos y otros: ateos o creyentes, creyentes de unas u otras religiones, tiene una fe común, universalmente compartida: la fe en la persona, en su dignidad y derechos. Y esa fe hay que testimoniarla, exigirla, implantarla como una utopía posible, la única universalizable. Cada uno, después, que añada lo que quiera, todo lo que considere de más propio y específico de su fe, pero que comencemos todos por profesar lo que es contenido real, vinculante de esa fe común, base y garantía de la justicia, de la democracia y de la paz.

Y la quinta suscitar espacios para la búsqueda o duda, la apertura a la transcendencia, sin clausurarnos en el limitado y rígido horizonte de una filosofía racionalista o de un empirismo cientifista.

A mí me cuesta creer que un científico no pueda asombrase de sí mismo, de la enigmática maravilla de su existencia, obviamente inexplicable desde sí y por sí y sin apenas razones para poner en ella la razón de su propio comienzo y fundamento. "Si, como ha escrito alguien, el cielo ha quedado vacío de ángeles para abrirse a la intervención del astrónomo y eventualmente del cosmonauta", el cielo de la persona humana no va a ser explorado por cosmonautas de la tecnología, sino por duendes ingénitos del espíritu.

Afortunadamente, el éxtasis mismo de la existencia es umbral y condición para el surgir y creación de la teología.


Agencia IVICÓN, 22 de octubre de 2001

LOS DOMINICOS DE MADRID APOYAN LA ASOCIACIÓN CRISTIANA DE SEPARADOS Y DIVORCIADOS

ACRISDI fue fundada en Barcelona hace diez años por el dominico Jordán Gallego

Los cristianos separados y divorciados cuentan ya con una asociación en Madrid. Todos los martes, a las 19:30 horas, las personas que atraviesen en sus vidas por esta circunstancia pueden dirigirse a la Parroquia Nuestra Señora de Atocha, animada por los Padres Dominicos en el número 1 de la avenida Ciudad de Barcelona. El nacimiento de la asociación en la capital de España se produce diez años después de la creación en el convento de la calle Bailén de Barcelona de la Asociación Cristiana de Separados y Divorciados (ACRISDI) por el dominico Jordán Gallego, fallecido recientemente.

La finalidad de esta asociación de carácter cristiano consiste en acoger, compartir y apoyar a sus socios en los problemas que ocasiona la ruptura familiar. Lo hace desde una perspectiva cristiana aunque está abierta a todos los que puedan estar interesados en recibir apoyo de ella. Para conseguir su objetivo, ACRISDI ofrece asistencia y orientación religiosa, jurídica, económica y psicológica. De este modo, intenta ayudar en esta problemática familiar para mejorar el desarrollo personal en los momentos cruciales de la separación o el divorcio.

Aparte de la acogida, ofrece a los socios la experiencia propia de una situación común vivida y superada que ayude a rehacer la vida de las personas, ofreciéndoles tanto servicios sociales como religiosos, y lo hace desde el respeto a toda opción personal. Como complemento, la asociación se vale también de actividades recreativas y culturales, como asistencia a espectáculos, excursiones, visitas a museos, exposiciones y conferencias.

Junto a varios separados y divorciados, la asociación en Madrid cuenta con el asesoramiento de los dominicos Luis Berastegui y Jesús Gallego, psiquiatra y director del Centro Médico-Psicológico de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER). Para recibir más información, llamar a los teléfonos 91 552 17 97 ó 91 547 21 16.


Diario de Navarra, 23 de octubre de 2001

COMPROMISO SOCIAL CRISTIANO

IN MEMORIAN de Javier Osés

JESÚS ARRAIZA

EL obispo de Huesca Javier Osés Flamarique pasará a la historia de la Iglesia aragonesa con estilo propio: profundamente cristiano, movido en su quehacer pastoral por la luz exigente del Evangelio, sencillo en sus actos, supo adoptar el compromiso social de la Iglesia como diseño de su quehacer episcopal y sin buscar brillo alguno para su persona supo buscar cada día con sinceridad los problemas de sus hermanos los hombres. Fue Javier Osés un obispo de trato llano con sus sacerdotes y fieles diocesanos a quienes frecuentemente se encontraba en las calles de la ciudad y en las aldeas más recónditas de su diócesis. En el sencillo piso de vecindad, donde residía con su hermana, figuraba su identidad: "Javier Osés. Obispo". La preocupación por los problemas sociales de nuestro tiempo ha sido su preocupación social más acusada. En este contexto, su actuación dentro de la Conferencia Episcopal ha estado señalada por su integración en la Comisión Episcopal de Apostolado Social, de la que fue nombrado presidente en 1999. Precisamente, al hacerse cargo de esta presidencia manifestaba: "Esta es nuestra primordial preocupación: ser conscientes del cambio vivido para acertar a situarnos dentro de esta sociedad tan enormemente compleja y hacernos presentes como Iglesia. Mirar a la sociedad desde la dimensión de la fe es tarea urgente e importantísima, es acercarnos a lo que de positivo hay en esta sociedad, en este bullir, en torno a la búsqueda de una mayor igualdad, de una mejor justicia, de la defensa de los derechos humanos". Su sentido social de la evangelización no dejó de acarrearle disgustos e incomprensiones que él sobrellevó siempre con altura de miras sin claudicar en sus principios. Fueron claras y sin alardes publicitarios su visión crítica sobre el trato dado a lo emigrantes, sobre la vivienda, sobre los excluidos del bienestar general, sobre los escándalos de la guerras, sobre la fabricación de armas "que vendemos al Tercer Mundo, a la vez que hacemos proclamas de paz". Los temas sociales y los marginados ocuparon gran parte de sus proyectos episcopales, pero todo ello tras la óptica de la visión de Jesucristo. En abril del año 2000 manifestaba: "Ante las gravísimas desigualdades sociales, una de las tentaciones puede ser la de asumir compromisos puntuales que olvida que el amor cristiano, por ser participación del amor de Dios, es permanente, y que todo lo excusa y lo aguanta. Conviene acercarnos al Evangelio para comprobar que la presencia de Jesús junto a los pobres no es un gesto aislado, sino continuo. En una palabra, para el cristiano la caridad no es sólo un hacer, sino un modo de ser, determinado por la condición de discípulo del Señor". A pesar de que muchos miembros de la Iglesia de España no entendían el que no fuese promovido a otra diócesis, jamás se sintió él incómodo en su Iglesia de Huesca a la que sirvió sin manifestar cansancio durante 31 años. En este sentido, al ser nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad en octubre de 2000, acto en el que, debido a su ya grave enfermedad, fue representado por sus hermanos, escribió estas palabras: "Me he encontrado muy a gusto en Huesca, he trabajado con ilusión día tras día, sin sentir la nostalgia de otros lugares o cargos apostólicos. A estas alturas de mi vida, lo que predomina con gran naturalidad en mí es el afirmar que me siento plenamente de Huesca, sin que esto sea una frase retórica y aunque nunca deba claudicar de mis orígenes navarros". Javier Osés, obispo, descansa en la paz que has merecido.


El País, 23 de octubre de 2001

JAVIER OSÉS, OBISPO CERCANO

RAFAEL SANUS, OBISPO EMÉRITO, PROFESOR DE TEOLOGÍA

ZARAGOZA.

 Se nos ha muerto Javier Osés (1926), obispo de Huesca. Con su muerte, la Iglesia en España ha perdido a uno de sus mejores obispos. Lo conocí personalmente cuando en 1989 me nombraron obispo y empecé a asistir a las asambleas plenarias de la Conferencia Episcopal Española. Desde el primer momento simpatizamos. Era un navarro bueno, inteligente y muy noblote. Conseguía armonizar perfectamente la sinceridad y la delicadeza. En los difíciles años del postconcilio desempeñó el cargo de rector del Seminario Diocesano de Pamplona. Y yo también había realizado la misma función en Valencia durante esos crispados años y sé muy bien que mantener el equilibrio y la cabeza clara era casi una pasión inútil. El rector y los demás formadores recibíamos bofetadas por parte de la derecha y de la izquierda. La derecha quería que se cerrase el seminario hasta que pudiera reinstaurarse la formación de seminaristas a la antigua usanza; la izquierda propugnaba la desaparición de estos centros formativos por considerarlos un bastión anticonciliar. Javier Osés no debió ejercer mal su oficio porque fue elegido como obispo de Huesca. Pero, con la muerte de Pablo VI, cambiaron los aires que venían del Vaticano. La Eclesiam Suam, la encíclica montiniana del diálogo, perdió vigencia y protagonismo; empezó a germinar un cierto involucionismo que ha ido creciendo durante el largo pontificado de Juan Pablo II. Y, precisamente en ese momento, la progresista Asociación de Teólogos Juan XXIII inició sus congresos anuales en Madrid, haciéndolos coincidir con los días de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal. Parecía una actividad paralela y una contestación. Los teólogos de la Juan XXIII pidieron la presencia de un obispo en su reunión. Javier Osés, que iba siempre por la vida con el corazón en la mano, por libre decisión y sin reticencia alguna, se presentó a dialogar con los teólogos progresistas. Este gesto, su compromiso y su pensamiento, expresado en entrevistas, cartas pastorales y artículos, no gustaron a las altas esferas eclesiásticas y quedó confinado para siempre en la cristiana y viva Huesca, aunque él siempre se encontró feliz en su querida diócesis. En las últimas asambleas plenarias del episcopado no intervenía casi nunca en los debates -actual-mente hay otros obispos que actúan como él- , quizás porque creía que las líneas básicas de la orientación de la Conferencia estaban ya trazadas de antemano. Pero Javier Osés seguía trabajando, y muy bien, como presidente de la comisión episcopal de pastoral social. Tenía una gran sensibilidad para percibir las injusticias y los sufrimientos de las personas, especialmente de los más pobres, los excluidos y marginados. Ha muerto víctima de una larga y muy dolorosa enfermedad, que soportaba con extraordinario temple y confianza cristianas. Esperaba la partida con el espíritu tan conmovedor de san Francisco de Asís, que la llamaba 'hermana muerte'. Realmente, para el cristiano, la muerte es una hermana que nos lleva de la mano al encuentro de Cristo resucitado y glorioso. Dios quiera que el ejemplo de monseñor Osés cunda entre el episcopado español, porque creo sinceramente que es el perfil de obispo que necesita hoy la Iglesia en España: abierto, comprensivo, dialogante, sin dogmatismos innecesarios, cercanos a los problemas de las gentes y con la suficiente humildad como para reconocer los fallos y los errores de la Iglesia actual.


La Verdad, 23 de octubre de 2001

ECONOMÍA Y RELIGIÓN

ANTONIO LUCAS

Mientras algunos curas de Portugal aprovechan las homilías para informar a los campesinos sobre el cambio en la rutina de la economía doméstica que traerá el euro, aquí en España asistimos a diario a ese culebrón de guionista con calzoncillos de 42.000 pesetas y jersey de un millón, en el que nuestra Iglesia no sabe si pedir perdón, canonizar la estafa, dejar que escampe el temporal, mirar para otro lado, o todo a la vez y que sea lo que los jueces quieran. Porque en lo del caso Gescartera no hay más mensaje divino que el del juez, ni más Evangelio que el código civil o el penal, depende del tamaño del delito. Ni más Apocalipsis que el apocalipsis mismo, que ya es bastante.

En Portugal se llenan las iglesias de billetes de euros con un fin didáctico y aquí desaparecen hasta las telarañas de los cepillos de ciertas congregaciones, y no precisamente por los votos de pobreza, sino por una mala estrategia de inversión y especulación en bolsa, impropia de los mensajeros divinos del Creador. Ya dije en un artículo que quedó flotando por el limbo que suelen ser las papeleras de las redacciones, que el dinero es el único dios verdadero.

Propongo que ahora que se ha caído San Cucufato del Martirologio por falta de hinchas o seguidores, le abran un hueco a la economía de nuevo cuño en esa guía se santos con milagro que normaliza nuestros nombres, aunque uno sea agnóstico por voluntad y estilo, que no son cosas tan distintas.

La Iglesia, con esa espiritualidad de canto nimbado, se ha propuesto evangelizar el euro antes de que empiece, a ver si estos billetes nuevos –traídos de Europa para beneficio de Alemania, Inglaterra y Francia– dan menos problemas que el dinero convencional, porque la peseta, ya en su agonía, les ha salido rana. La economía fluctúa igual que suben o bajan los fervores y fagocita lo que le sale al paso, sea divino o humano.

La economía es algo así como el ántrax de los pobres, una coartada laica maquillada de ecuaciones y confort. Un disfraz de números para las nuevas ideologías, que esconden a terroristas forrados con un kalashnikov bajo el faldón. De hecho, ahora estamos asistiendo en directo a la verdad de esa globalización funesta que nadie sabía hace un mes dónde estaba, pero había que combatir.

Me explico: tras el derrumbe de esa materialización de la vanidad esbelta que fueron las Torres Gemelas, la religión y la economía se han desvelado como un sólo coloso capaz de redefinir el terror del hombre y fundir el bronce de su orgullo. La globalización era esto, un desafío a la confusión, a esas culturas olvidadas que, tras siglos de reposo, se han fortalecido en su miseria.

Ahora que el euro ha quedado como una realidad difuminada en esta guerra de los virus, ahora que Oriente amenaza con fumigar y ponernos mirando a la Meca, la Iglesia, en Portugal o donde sea, da lecciones de ahorro y cambio de moneda. Esto es algo así como ideologizar el mensaje divino o divinizar el mensaje ideológico del dinero, según se mire.

La Iglesia, a lo largo de la Historia, ha demostrado que del lado del poder se come caliente. Durante el siglo XX pasó de puntillas por demasiados conflictos sociales que marcaron el mundo y que ahora tienen su respuesta en la angustia de ese becerro dócil que ha sido Occidente. El ruido de la guerra es, en este caso, la fanfarria de la religión, la ira contenida que han larvado en sus mensajes los imanes de Oriente. El ántrax que levanta su muerte por el cielo arrastra una estela de misión divina, y es lo que da más miedo.

La guerra se ha mostrado como una conjunción inquietante de economía y religión, por lo menos la última guerra del siglo XX, la de los Balcanes, que a lo mejor ya estaban anunciando algo de esto mismo que ahora vemos.

La de ahora es una guerra económica y religiosa. La economía acorazada contra la economía básica de subsistencia. Quiero decir que el dinero ensucia siempre los mensajes y pone sobre ellos un interrogante. Quiero decir que el dinero, por qué no, es un deicida que sólo cree en sí mismo.


Tiempo de Hablar. Nº 86, 3º Trimestre 2001

NOS ESCRIBIÓ BENJAMÍN

MOCEOP

En internet hay gente para todo.

No hace mucho nos escribió Benjamín.

Benjamín es catequista en su parroquia y hace tiempo que se viene preguntando por qué los sacerdotes no se pueden casar. Por lo que se ve no sólo se lo ha preguntado a sí mismo sino que también lo ha hecho a varias direcciones "de la Iglesia" en internet. Le han respondido de distintos sitios. A nosotros nos mandó no sólo la pregunta sino también varias de las respuestas que le han enviado. Nos pidió que, por favor, le contestáramos y le escribimos largo y tendido, ordenando un poco las ideas que le han enviado, reflexionando sobre alguno de los comentarios que había recibido y aportándole nuestro punto de vista.

Esto es lo que le decíamos.

Hola Benjamín:

No sabemos muy bien desde dónde nos escribes, pero no importa, lo que nos preguntas es lo importante y nos encanta poder responderte. No eres el único, hoy en día hay mucha gente en la Iglesia que también se plantea por qué los sacerdotes no pueden vivir en familia.

Nos dices que has escrito a varias direcciones "de la Iglesia" y que te han respondido de varios sitios. Según cuentas, Félix, de la diócesis de Burgos, fue el primero en escribirte y lo hacía en un tono muy cordial: "es verdad que hay un colectivo de curas casados que está intentando este reconocimiento y posibilidad, sin entrar a valorar tal cuestión, que quizás pudiera ser replanteada, lo cierto es como te digo, que en la actualidad no se permite a un cura casado presidir públicamente como ministro ordinario la Eucaristía".

Dices que no en todas las direcciones electrónicas de las diócesis y otros sitios que has escrito te han sabido responder. Fernando, de la diócesis de Ciudad Rodrigo, no conoce el tema: "tus mensajes se los he remitido a la persona que yo creía que pudiera ayudarte. Yo no tengo idea de este tema, pero después de esperar contestación de los compañeros me comunican que tampoco están muy bien informados. Por ello agradezco que te hayas dirigido a nosotros, aunque en este momento no podamos ayudarte".

Nos cuentas que te han comentado el artículo de Tiempo de Hablar sobre el canon 1335. Nosotros conocemos a varios sacerdotes casados que siguen celebrando los sacramentos "a petición de la gente" según lo que dice ese artículo de Código de Derecho Canónico. Sobre este asunto te respondía Gabino Díaz, desde Oviedo: "los sacerdotes sólo pueden casarse cuando han obtenido la secularización que sólo les puede dar el Santo Padre. En este caso, cuando han conseguido la secularización, no pueden ejercer el ministerio sacerdotal". Del arzobispado de Granada te dijeron que eso es imposible "porque a un sacerdote secularizado le está prohibido celebrar los sacramentos y todas las funciones que por el sacramento recibió en su día. La Iglesia no ha cambiado para nada su decisión en este tema. Además ellos (los sacerdotes secularizados) lo tienen muy claro y si alguno celebra la misa o cualquier otro sacramento está incurriendo en una pena más grave y hay que considerarlo fuera de la Iglesia católica". Desde la diócesis de Almería J. Molina, te lo decía muy claro: "según la doctrina y las normas de la Iglesia Católica, los sacerdotes católicos no se pueden casar y seguir ejerciendo el ministerio. Algunos han obtenido la secularización o dispensa de las obligaciones sacerdotales, y entonces sí se pueden casar, como lo han hecho algunos. Pero no pueden celebrar la Santa Misa. Si alguno lo hace, sería desobedeciendo la disciplina de la Iglesia. Está claro que la Iglesia mantendrá el celibato eclesiástico". Desde la Secretaría General del Obispado de Vic también te negaban esa posibilidad: tú nos cuentas que en una revista se dice que los ‘curas pueden decir misa y todo lo demás si se lo pide la gente’. Creemos modestamente que no se puede invocar a favor de esta frase y su contenido el canon 1335.

Parece ser que tú conoces a un "cura que está casado y dice misa cerca de mi parroquia porque se lo pide la gente". Ya nos cuentas que de la diócesis de Teruel Antonio Algora te dijo que "ese sacerdote está actuando de forma absolutamente irregular y debes poner esto en conocimiento del obispo de tu diócesis" y Julián García de Guadalajara que "no puede tener autorización de la Iglesia, el canon que cita no le autoriza a presidir la celebración de la Eucaristía". También desde Getafe, Paloma te dice que "seguramente ese sacerdote del que usted nos habla estará actuando al margen de la autoridad del obispo de esa diócesis, quien desconocerá el asunto. Lo mejor es que usted hable con el Párroco de la comunidad en la que ese ex-sacerdote esté celebrando o con el Vicario o directamente con el Obispo diocesano. Hágalo con caridad y decisión". Al final, ¿qué es lo que has hecho?

Según nos cuentas escribiste a varios sitios con las mismas palabras que Andrés explicaba en la revista el año 97, la interpretación del canon 1335, que "si la censura prohibe celebrar los sacramentos o sacramentales, o realizar actos de régimen, la prohibición queda suspendida cuantas veces sea necesario para atender a los fieles en peligro de muerte; y si la censura latae sententiae no ha sido declarada, se suspende también la prohibición cuantas veces un fiel pide un sacramento o sacramental o un acto de régimen; y es lícito pedirlos por cualquier causa justa". Ya ves que no todos piensan así. Desde la diócesis de Getafe, Paloma te contesta que "con respecto a las desproporcionadas consecuencias que algunos han extraído del C. 1335 son sólo fruto de su propio interés. Bajo el espíritu del canon está la costumbre de atender en casos extremos a bautizados que no tienen otra solución que recurrir a un ex-sacerdote. Otra cosa es, claro, la interpretación, como le digo, desproporcionada, que de dicho canon hacen determinados grupos para instalar sus propias convicciones en el seno de la comunidad eclesial e intentar así la normalización de lo que no lo es". Da la impresión de que el Canciller de la diócesis de Madrid sólo se fija en la primera parte del canon cuando te argumenta que "el canon 1335 a que hace referencia trata sólo de cuando hay una ‘censura’, no una prohibición expresa, esto último se da en los casos en los que los sacerdotes han solicitado al Santo Padre y éste les ha concedido el Rescripto de reducción al estado laical. Ahora bien, si este sacerdote casado con dispensa del Santo Padre dice misa, la dice ‘por su cuenta’, pues aunque los fieles se lo pidieran no puede hacerlo. Sólo en caso de peligro de muerte podría dar la absolución al moribundo".

Es posible que el vicario general de la diócesis de Pamplona fuera demasiado técnico, pero seguramente te habrá servido para entender mejor los entresijos y complicaciones que encierra el derecho canónico: "los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los Cielos y, por tanto, quedan obligados a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios. Una vez recibida válidamente la ordenación sacerdotal, la ordenación sagrada nunca se anula. Sin embargo, un clérigo pierde el estado clerical en las siguientes circunstancias: 1º Por prescripto de la Sede Apostólica, que solamente se concede a los diáconos cuando existen causas graves, y a los presbíteros, por causas gravísimas. 2º Por la pena de dimisión legítimamente impuesta. 3º La pérdida del estado clerical no lleva consigo la dispensa de la obligación del celibato que únicamente concede el Romano Pontífice. 4º El clérigo que pierde el estado clerical, pierde con él los derechos propios del orden, y deja de estar sujeto a las obligaciones del estado clerical, se le prohibe ejercer la potestad del orden. A estos sacerdotes reducidos al estado laical o "secularizados", la Iglesia les permite absolver válidamente a cualquier penitente que se halle en peligro de muerte. Los sacerdotes reducidos al estado laical y casados que celebran la Santa Misa, consagran válidamente pero ilícitamente. Se encuentran en lo que se llama "rebeldía eclesial" y no se hallan en plena comunión con la Iglesia. Les falta esta comunión disciplinar y doctrinal con la Iglesia Católica".

Pero lo que a ti en el fondo te preocupa es por qué se le impide a un sacerdote que se casa el seguir ejerciendo su sacerdocio si él se sigue sintiendo sacerdote y además resulta que la Eucaristía que celebra es válida. Un punto de vista es el de Paloma desde la diócesis de Getafe: "usted sabe que la Iglesia, iluminada por el Espíritu, une el sacramento del Orden con el don del Celibato para que el sacerdote testifique en el mundo la máxima donación obrada por el amor de Dios, que se nos dio en extremo en su Hijo Jesucristo. Dios es quien llama y elige; Dios es quien envía y configura ontológicamente a los ministros a Cristo Sacerdote. Todo es don y gracia. Quien responde a la llamada de Dios sabe a qué se compromete y a Quien responde en libertad y responsabilidad. Cuando un sacerdote, sea por la causa que sea, abandona el ministerio o escoge un camino contrario al que se comprometió, pierde también la capacitación para actuar y celebrar en nombre de la Iglesia, y, por tanto, para celebrar los sacramentos. Es cierto que sacerdote se es para siempre, porque el sacramento del orden imprime un carácter indeleble, pero esto no es excusa para actuar, predicar o hacer algo en contra o al margen de la Iglesia en la que el sacerdote es un servidor de sus hermanos y no dueño de los sacramentos ni de la Palabra ni de la Doctrina". Otro punto de vista es el de el secretario del gabinete de comunicación del obispado de Cuenca: "algunos sacerdotes, después de recibir la ordenación se han dado cuenta de que no son capaces de vivir el celibato. Echan de menos una familia, una mujer, unos hijos. Esto, por lo general, es fruto de una falta de maduración durante sus años de formación en el seminario. Ante esta situación deciden casarse". También desde el consultorio religioso de la revista Mercabá (diócesis de Cartagena) Juan García Inza justifica la negativa diciendo que "la personas que no es capaz de renunciar a otros amores por el Amor, no está en condiciones de ser sacerdote, que supone una entrega total, como los religiosos". Y José Manuel Castro, desde la diócesis de Lugo te ofrece su punto de vista: "la tradición de la Iglesia católica es que el cura sea célibe, para poder desempeñar mejor así la labor pastoral que corresponde a su ministerio. En otras confesiones cristianas existen curas casados o mujeres sacerdotes, como es el caso de las confesiones protestantes y algunas ortodoxas. La razón que sostiene la Iglesia católica es la tradición de la Iglesia sobre el celibato sacerdotal para mejor servicio a los fieles. No es una razón teológica, sino una norma eclesial que un papa podría cambiar, permitiendo, por ejemplo el celibato, opcional".

Pues precisamente eso del celibato opcional es lo que vienen pidiendo el grupo de familias que han incorporado al sacerdocio en la dimensión de lo cotidiano, de lo que viven la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Nos dices que ese grupo se llama Moceop, que lo has leído en la revista y que algunos de los que te han escrito te hablaban también de él. Dices que lo que te cuentan deja en mal lugar este movimiento. Creo que Cruz Campos, de la diócesis de Cuenca, no lo tiene del todo claro cuando te dice que "estos sacerdote se han asociado porque quieren estar casados y ser sacerdotes. Son un grupo muy reducido que presionan para meternos por su camino a la gran mayoría de sacerdotes que estamos contentos con lo que libremente hemos elegidos. No somos culpables de los problemas personales que ellos hayan tenido. Si, en un momento dado, han descubierto que su vocación no es la sacerdotal y han decidido casarse y dejar el sacerdocio ¡felicidades! pero no pueden obligarnos a la mayoría a que también nos casemos porque libremente hemos decido ser todo del Señor y de la comunidad eclesial". Date cuenta, Benjamín, que Moceop son las siglas de movimiento pro celibato opcional; nosotros lo conocemos desde hace poco y sabemos que quieren abrir el diálogo sobre la opcionalidad del sacerdote para mantenerse célibe o poder vivir en familia y, en ningún caso, obligar a todos los curas a casarse.

Paloma, de la diócesis de Getafe, conoce las siglas de este grupo de sacerdotes, pero no te cuenta gran cosa de su realidad cuando te escribe "la asociación de la que nos habla es una asociación no reconocida por la Iglesia que se llama Moceop (Movimiento por el Celibato Opcional), formada por ex-sacerdotes y sus mujeres, que en un determinado momento de su vida optaron por la secularización o el abandono del ministerio para vivir la realidad del matrimonio. En mi opinión, aunque el "asesor espiritual" de la página en internet de la diócesis de Madrid te dice algo sobre el, también está lejos de la realidad cuando afirma "lo que ocurre, desgraciadamente, es que hay algunos colectivos de presión que parece que asumen su postura personal como una manera de enfrentarse a los pastores de la Iglesia, para intentar plantear, a veces, de manera polémica la oposición a una supuesta iglesia de base. Lo cual, naturalmente, no es cierto".

Benjamín, te noto muy preocupado por el tema y me sorprende la libertad que muestras cuando afirmas "Si lo hacían bien de curas y les gustaría seguir siéndolo ¿por qué no se les deja como algo normal? ¿qué tiene de malo tener una familia y decir misa?" Más aun cuando Alfonso, el "asesor espiritual" de Madrid, te dice "date cuenta, Benjamín, que algo ya adquirido a lo largo de los siglos y que se ha mostrado como sumamente productivo: la entrega de tantos sacerdotes santos que han hecho de su vida un verdadero himno al amor, hay que asumirlo como un don gozoso de Dios a su Iglesia que hay que fomentar. La cuestión no es tanto "rebajar el listón", sino hacer que cada uno en su lugar dé cuenta de los dones que ha recibido de Dios, y los haga producir. El sacerdote ha de ser sacerdote, el padre de familia padre de familia. Y eso no supone un desdoro ni para uno ni para otro, cada cual cumple una función hermosísima dentro del Cuerpo de Cristo que es su Iglesia, y no podemos mantenernos en constante añoranza de ser lo que no somos, sino ser lo que somos para gloria de Dios". Lo que te comenta Juan desde Cartagena tampoco tiene desperdicio: "Mira, el sacerdocio es una cosa muy seria. Es una entrega total a Dios, una entrega "esponsal", es decir, un compromiso como el de los esposos: uno con una y para siempre. El sacerdote se compromete con Cristo y para siempre. El celibato es la ofrenda que uno hace de su persona en su totalidad, como lo hizo Cristo por todos, para que tanto afectiva como efectivamente sólo vivamos comprometidos con nuestra vocación, que es absoluta, nos compromete totalmente. El celibato se introdujo en la Iglesia en una época determinada precisamente tras una evolución y profundización en la condición sacerdotal. En la Iglesia católica de rito oriental no se exige el celibato para los sacerdotes, sí para el Obispo. En las otras iglesias ortodoxas, y en la iglesia anglicana tampoco se exige, pero hay una gran valoración hacia el sacerdote católico por lo que supone de entrega radical al Señor y al pueblo". Parece que Juan rebaja la "seriedad" de los sacerdotes cristianos católicos orientales, anglicanos y ortodoxos por no obligarles a cumplir el celibato.

Pero ya ves que sí que hay lugar para la esperanza que compartimos contigo. Lo que te respondía Félix desde la página en internet de la Agrupación Católica Universitaria, está en la línea de lo que piensan la mayoría de los bautizados. Te recuerdo sus palabras para que también las tengas ordenadas en esta larga carta: "durante los tres primeros siglos de su existencia la Iglesia funcionó sin la obligación, impuesta posteriormente, del celibato sacerdotal En ese tiempo, ocasionalmente, se imponía la continencia, incluso a todos los bautizados.

Es en el año 325, en el primer Concilio Ecuménico de Nicea se decretó: ‘El Concilio prohibe con toda severidad a los obispos, sacerdotes y diáconos, en una palabra, a todos los miembros del clero tener (consigo) una persona del otro sexo, excepto la madre, la hermana o la tía, o mujeres que no puedan dar el menor motivo de sospecha’ (Canon 3). A los clérigos casados no les dan ninguna clase de prescripciones.

En Oriente hasta Justiniano (527-565) no se adoptaron disposiciones legales contra el matrimonio de los sacerdotes. Según una Constitución de 1º de marzo de 528, ‘no puede ser obispo nadie que tenga hijos o nietos, puesto que el obispo debe cuidarse en primera línea de la Iglesia y del culto. Además se ha de impedir que los donativos o legados hechos a favor de la Iglesia puedan ser aplicados por el obispo a su propia familia. El 18 de octubre de 530 hace presentes el emperador las disposiciones eclesiásticas según las cuales los sacerdotes, diáconos y subdiáconos no pueden ya casarse una vez recibidas las órdenes. Los hijos de tal matrimonio son declarados incapaces jurídicamente de recibir de su padre donativos o participaciones en la herencia’.

El año 691, el Sínodo Trullano creó la tradición que todavía pervive, funciona, en la Iglesia oriental: la ley del celibato solamente obliga a los obispos. Los otros clérigos pueden contraer matrimonio antes de las órdenes, pero mientras atienden a los servicios sagrados están obligados a la continencia.

En Occidente, por primera vez, a principios del siglo IV, el Sínodo de Elvira (canon 33) prescribe no ya el celibato, sino la continencia total de los clérigos.

La historia prosigue, larga, accidentada, curiosa, y no puedo ahora extenderme (ver por ejemplo: el libro de A. Hortelano y M.I. Algini, Celibato, interrogante abierto, Editorial Sígueme).

Para Jesús de Nazaret no tienen sentido las prescripciones rituales de pureza del Antiguo Testamento. Jesús sólo conoce una pureza,: la limpieza de corazón (Mt 5,8); 15,3; 13,11. Sólo el pecado es, pues, impureza: cf 1 Jn 1,7-9).

La sentencia definitiva sobre puro e impuro la pronunció Jesús en su discurso polémico en Mc 7,1-23; Mt 15,1-20.

La vida célibe de Jesús no iba contra el matrimonio ni contra la mujer.

Los discípulos de Jesús, por lo que sabemos, no estimaron que la actitud de Jesús (de no tener esposa) les fuera propuesta expresamente a ellos como modelo. San Pedro era casado (Mc. 1,30), "como los demás apóstoles y hermanos del Señor" (1Cor 9,5). En la época postpaulina se exige (1 Tim 3,2.12; Tit 1,6) que el ministro eclesiástico (obispo, diácono, presbítero) se distinga, entre otras buenas cualidades de carácter, por el hecho de ser "hombre de una sola mujer".

Hoy día sólo Dios puede llamar y dirigir al sacerdocio a celibatarios. ¿Quién osaría afirmar que sólo esto es su voluntad?

Esperemos que la Iglesia vaya haciendo un continuo, serio, sensato discernimiento sobre este punto del celibato obligatorio.

Por supuesto que, cualquiera que sea su disposición, yo no pienso cambiar de la decisión que asumí a mis dieciocho años al entrar en la Vida religiosa, hacer mis votos y recibir el sacerdocio. Estoy centrado, contento, feliz. Pero entiendo el problema que de hecho hoy existe. Una de las preguntas que muchos hoy se hacen: la Eucaristía ¿es privilegio del clero (un clero de célibes) o es un derecho de la Comunidad?

Poco a poco se podrá ir dando respuesta a tus preguntas. Algún día volverá a dejar de tener importancia la condición de varón célibe para la persona que se sienta vocacionada a servir a la comunidad desde el sacramento del orden. Quizá en las palabras de Juan Pablo II en la carta Novo Millennio Ineunte se esconda el germen de lo que pueda venir cuando escribe en el número 46: "es necesario, pues, que la Iglesia del tercer milenio impulse a todos los bautizados y confirmados a tomar conciencia de la propia responsabilidad activa en la vida eclesial. Junto con el ministerio ordenado, pueden florecer otros ministerios, instituidos o simplemente reconocidos, para el bien de toda la comunidad, atendiéndola en sus múltiples necesidades: de la catequesis a la animación litúrgica, de la educación de los jóvenes a las más diversas manifestaciones de la caridad".

El ministerio ordenado, los ministerios instituidos y los reconocidos para toda la comunidad. Una comunidad de hombres y mujeres, casados y célibes, atendida por hombres y mujeres, casados y célibes. Nos toca a los que fuimos bautizados y bautizadas tomar conciencia de la propia responsabilidad activa en la vida eclesial.

Bueno Benjamín, esperamos haber podido cumplir con lo que nos pedías en tu amable carta. Para nosotros ha sido muy grato poder ordenar un poco las ideas que te han ido enviando, reflexionar sobre ellas y poder compartir nuestro punto de vista.

Nosotros creemos que, en realidad, aún nos queda camino por recorrer, pero el Espíritu sigue animando los desafíos, experiencias y barruntos de la Iglesia que Somos y si creemos profundamente, como creemos, que la posibilidad de encarnación del sacerdocio en la familia se mueve al aire del Espíritu, la sinceridad, el caminar pausado, la sencillez de lo cotidiano, la naturalidad, la alegría de vivir... la Fe, la Esperanza y el Amor, harán el resto.

Hasta pronto.


IVICÓN, 13 de noviembre de 2001

MÁS DE 600.000 PERSONAS PERTENECEN A ASOCIACIONES LAICALES VINCULADAS A CONGREGACIONES RELIGIOSAS

Un total de 610.754 personas, pertenecientes a 68 asociaciones laicales vinculadas a congregaciones religiosas en 16.380 sedes locales diferentes trabajan en España con fines religiosos, talante misionero y proyección solidaria. Sin embargo, este bloque del asociacionismo católico de seglares ligado a los institutos religiosos, en el que no se incluyen las Organizaciones No Gubernamentales de los religiosos, no tiene una imagen pública tan perceptible como otros sectores eclesiales con mayor voluntad de presencia institucional.

Así se desprende de un estudio descriptivo y valorativo del asociacionismo religioso de laicos vinculado a congregaciones religiosas en España dirigido por Fernando Vidal Fernández, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, que ha sido presentado hoy a los más de 400 superiores y superioras provinciales reunidos en la VIII Asamblea General de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), que se celebra en Madrid del 13 al 15 de noviembre bajo el lema “Religiosos y laicos: dos vocaciones, una misión”.

Según el estudio, el “núcleo duro” del asociacionismo laical religioso vinculado a congregaciones religiosas en España lo constituyen 45 entidades distribuidas en 795 sedes locales por toda España y que afilian a 51.927 personas, la mayoría jóvenes procedente de centros educativos dirigidos por religiosos y religiosas. A este número hay que sumar otras 20 asociaciones con alguna disfuncionalidad detectada o funcionamiento irregular respecto del carisma congregacional (3.287 personas), y varias asociaciones de orantes, que añaden más de medio millón de afiliados más. Eso, sin contar la existencia de 31 asociaciones más, de las que el estudio no ha logrado tener constancia de su existencia actual. “Tenemos algún indicio de que podría haber alguna asociación, aunque nosotros no hemos logrado constancia de su existencia”, señala el director de la investigación. Por tanto, en total 68 asociaciones ampliables a 99.

Distribuidas por tipos funcionales de entidades, hay tres clases de asociaciones: las asociaciones apostólicas de laicos positivamente vinculadas a las congregaciones (51.927 personas, 795 sedes locales, 45 asociaciones), las asociaciones reducidas de fines no convencionales (3.827 personas, 117 sedes, 20 asociaciones) y las asociaciones que toman la forma de redes de orantes (555.000 personas, 15.468 sedes), entre las que destaca por su número el Apostolado de la Oración (APOR), asistido por la Compañía de Jesús, que cuenta con alrededor de medio millón de asociados.

A su vez, los dos primeros tipos pueden dividirse en asociaciones laicales estrictamente de culto (2.758 personas, 30 sedes locales), asociaciones que realizan servicios en una obra y se reúnen complementariamente con fines religiosos (358 personas, 47 sedes), reducidas asociaciones ligadas a una congregación por lazos puramente afectivos aunque anuncian fines religiosos (181 personas, 22 sedes), asociaciones vinculadas a una congregación con la que no se mantiene una vinculación deseada (503 personas, 18 sedes), asociaciones juveniles o que intentan una transición a asociaciones estables de adultos (34.814 personas, 427 sedes, 15 asociaciones, incluidas las 21.000 personas y las 262 sedes locales de las Juventudes Marianas Vicencianas, animadas por los Padres Paúles y las Hijas de la Caridad), asociaciones apostólicas en intensa colaboración con una congregación, con jóvenes y adultos (17.113 personas, 368 sedes, 30 asociaciones).

PERFIL LAICAL

En razón del género, el 60% de los socios son mujeres; es más, casi no existen asociaciones laicales vinculadas a congregaciones religiosas donde la mayoría sean hombres, y en casi la mitad de las asociaciones las mujeres están por encima del 70%. Por edades, más de la mitad de las asociaciones están formadas mayoritariamente por adultos: un 30% por gente entre 25 y 60 años, en vida laboral activa. Sólo un 16% está formada mayoritariamente por mayores de 60 años y en un 20% predominan claramente los menores de 25 años. El sector de edad más representado es el de los adultos entre 35 y 60 años que constituyen casi el 30% del conjunto de afiliados.

El estudio sobre el asociacionismo religioso de seglares también refleja que prácticamente todas las sedes locales cuentan con un religioso que acompaña a los grupos, quienes asumen con mucha propiedad el carisma congregacional como institución. En este sentido, el 60% de los afiliados está satisfecho con el cumplimiento de los fines, que, al igual que la identidad de las entidades, están muy marcados. Por eso, la consolidación institucional y la relación con los religiosos es vista de modo muy optimista, constata el estudio, al señalar también que poco más de la mitad de las asociaciones dicen no estar alineadas a ninguna corriente ideológica, cívica o eclesial. En relación a la situación eclesial, una mayoría relativa se muestra reformista y moderadamente crítica con la pastoral vigente.

Según el año de fundación, un 30% de las asociaciones fueron fundadas en los años 80, un 40% en los 90 y poco más del 25% antes de 1980. Los fines de las asociaciones laicales católicas ligadas a congregaciones son “radicalmente” religiosos, si bien un 60% de los afiliados, además de la reunión periódica del grupo, realiza actividades de proyección social y el 39% de pastoral parroquial.

IMAGEN PERCIBIDA

Para elaborar el repertorio de temas que debían abordar en el análisis de cada asociación, los autores del estudio sociológico recabaron también la opinión de diversas personas y varias instituciones de la Iglesia ajenas al tipo de asociaciones del estudio sociológico y analizaron las publicaciones de los últimos 20 años sobre la cuestión. La imagen percibida como resultado de las conversaciones con este colectivo tan diversos de personas y entidades de la Iglesia, se puede expresar, según el estudio, en estos términos: “Las asociaciones laicales de fines religiosos vinculadas a las congregaciones religiosas se ven como grupos juveniles que se reúnen, que están muy ligados a colegios y congregaciones, desconectadas de lo diocesano-parroquial, diversos y dispersos por el territorio, que afrontan la situación social y eclesial actual desde claves distintas pero todavía no suficientemente identificables y que apenas tienen rostro público identificable”.

Las personas y entidades consultadas comentaron que las asociaciones vinculadas a congregaciones apenas tienen rostro público ni se puede identificar alguna por su nombre. Prácticamente nadie conoce personalmente a las mismas ni tiene datos para enjuiciar su situación. Se sabe que existen pero se asocian totalmente a la propia congregación y no tienen un perfil reconocible.

Estas asociaciones, descritas sobre todo como “grupos” o “comunidades”, más que como “movimientos”, funcionan, según los consultados, en un espacio paralelo a lo diocesano, lo cual supone una fuente de conflicto con los pastores de la Iglesia, y muestran una mayor inclinación por la espiritualidad (lo celebrativo y lo cúltico) y la solidaridad institucionalizada (el voluntariado y la ONG como figuras reconocibles) que por lo teológico (formación intelectual) y lo político (la figura de la militancia).

RECOMENDACIONES

Tras la exposición de los resultados del estudio sociólogico, Vidal formuló algunas recomendaciones a los superiores y superioras provinciales a partir de la realidad asociativa perfilada, entre las que citó: reformular el asociacionismo de antiguos alumnos para la renovación de su imagen pública, facilitar procesos de formación académica en teología y “asociativizar prácticamente todas las entidades de la comunidad católica para que exista una mayor comunitarización”.

“NO PUEDE HABER MISIÓN COMPARTIDA SI NO HAY VIDA COMPARTIDA”

La colaboración apostólica entre religiosos y laicos no es una cuestión de simple estrategia u operatividad misionera, sino que se trata de un aspecto que afecta al núcleo de la fe y la eclesiología de comunión, pues “no puede haber misión compartida si no hay vida compartida”. Es más, la colaboración dará difícilmente buenos frutos si no está acompañada por una vida compartida. Por eso, la VIII Asamblea General de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) ha dedicado la tarde del primer día de su reunión plenaria a estudiar el marco teológico y sociológico de la colaboración entre religiosos y laicos, de la mano del jesuita Gabino Uríbarri, el claretiano Pedro Belderrain y el sociólogo laico Fernando Vidal.

Esta colaboración requiere, al mismo tiempo, estructuras y actitudes de fondo sobre la relación entre las diversas formas de vida cristiana. “Podemos invitar a los seglares a hablar en nuestros capítulos, darles voto en cien mil consejos, ofrecerles cargos de responsabilidad en las obras apostólicas, pero si falta el verdadero propósito de caminar en misión compartida, no estamos haciendo nada”, comentó Belderrain al respecto, pues “compartir tareas no supone compartir misión, y mucho menos el simple hecho de repartirlas”.

Frente a esta actitud, Belderrain, que es director de la revista Vida Religiosa, animó a cultivar con esmero espacios de comunión y encuentro, alentar órganos de participación y fomentar la escucha recíproca y eficaz. Y si es verdad que se ha expresado varias veces y de modo solemne la convicción de que la Iglesia no está formada si no tiene una laicado consciente o si prescinde de la vida religiosa como elemento decisivo para la misión, “es hora de colaborar más, de aunar fuerzas, de ahuyentar miedos”.

Por su parte, Vidal comentó que “el imaginario sobre lo cristiano en nuestro país no incluye la figura del laico vocacional y eclesialmente activo, por lo que públicamente se carece de modelos de referencia institucionalizados que ayuden a la gente en la construcción de su identidad”. De ahí que sugiriera la necesidad de institucionalizar la figura de los laicos comprometidos dentro de la Iglesia en general y de la vida religiosa en particular, porque los laicos vocacionales que están implicados en un carisma concreto “son también creadores y comentaristas de dicho carisma desde la aplicación a su vida cotidiana o desde la reflexión más especializada”. El reconocimiento de dicha figura laical en una congregación es fundamental para que pueda existir colaboración, aclaró el sociólogo, al tiempo que para ello un factor importante es la formación específica de los laicos.

Asimismo, Uribarri insistió en la complementariedad de las diversas vocaciones eclesiales y de los carismas en orden a la misión común en la Iglesia, que “impide cualquier tipo de instrumentalización del otro”. Por eso, al referirse a los criterios de actuación, el religioso jesuita dejó claro que “el servicio que hoy Dios pide a la vida consagrada pasa por un servicio de colaboración mutua y complementaria con el laicado en orden a la misión de la Iglesia y de Cristo”. En este sentido, pidió actuar desde la convicción aunque sin perder la identidad, favoreciendo la espiritualidad, las plataformas apostólicas y la sabiduría acumulada que la vida religiosa puede aportar, pero estando dispuestos a aprender y a recibir. Porque desde el punto de vista teológico, en la relación entre los religiosos y los laicos está en juego tanto la fidelidad a la eclesiología del Concilio Vaticano II como a la propia vocación e identidad, apuntó Uribarri, mientras recordó que tanto la vida consagrada como el laicado resultan fortalecidos de esa relación.


ABC, 24 de noviembre de 2001

SACERDOTES CASADOS

JUAN GARCÍA PÉREZ, S.J.

Las agencias de noticias han recogido unas declaraciones del Obispo de Gerona, D. Jaume Camprodón, en las que proponía la ordenación de hombres casados para paliar de algún modo la actual falta de sacerdotes. Con ello, se darían en la Iglesia católica del rito latino dos tipos de sacerdotes, célibes y casados. Estos últimos, ya sacerdotes, seguirían llevando vida matrimonial.

Estas palabras han extrañado a algunos. Habría que relativizar esa extrañeza. Afirmaciones semejantes a las del Obispo de Gerona las han hecho algunos obispos de todo el mundo. Bien es cierto que no recordamos que los obispos españoles en activo se hayan manifestado sobre este punto. La escasez llamativa de vocaciones sacerdotales viene desde hace años. Quizá la sorpresa se refiere a los motivos que han podido inducir a Monseñor Camprodón a hablar ahora, cuando por razón de edad está a punto de dejar el gobierno de la diócesis. Lo que importa, con todo, no es el «cuándo» sino el «qué». En nuestra historia reciente, aunque la cuestión no es de ahora, el celibato es blanco de comentarios y no pocos ataques, sobre todo con ocasión de algún escándalo o abusos. Aun así, aquellos comentarios superficiales, despectivos o sarcásticos, que no alcanzan el nivel de una discusión medianamente seria, no deberían cerrar el camino a una reflexión sobre los pros y los contras, la conveniencia y dificultades del celibato de los sacerdotes. Aquí delimitamos el tema. No abrimos una reflexión global acerca del celibato sacerdotal. Nos circunscribimos a las palabras del obispo de Gerona.

Hay dos preguntas, muy directas y sencillas en su formulación. ¿Puede la Iglesia asumir la opinión del obispo cuasi-dimisionario de Gerona?. ¿Debería hacerlo?. Es sabido que la ley del celibato vigente en el rito latino de la Iglesia, no así en la Iglesia oriental, es una ley únicamente eclesiástica. La Iglesia podría modificarla si lo estimase conveniente. Permítasenos un breve recorrido sobre la historia zigzagueante de esta ley.

En el Antiguo Testamento, el celibato no es considerado una virtud sino una rareza o una locura. Cierto que hay algunas excepciones, como el ejemplo profético de Jeremías, pero todo el Antiguo Testamento está atravesado por el símbolo del amor nupcial entre Dios y su pueblo. Y la tradición judía recoge esta herencia. Para el Talmud, un célibe no es un hombre auténtico. En el s.II antes de Cristo, Simeón Ben Azzai deberá justificar su celibato ante un tribunal rabínico y para ello invoca la falta de tiempo (!).

Con el Nuevo Testamento se produce un giro revolucionario. Las primeras cartas de S.Pablo son anteriores a la redacción de los evangelios. Esas cartas hablan de una inminente segunda venida de Cristo y con ello el fin de este mundo. Queda poco tiempo. «Los que tienen mujer, que vivan como si no la tuvieran» (1 Cor 7,29). Escritos algo más tardíos, como el evangelio de Mateo, pondrán en labios de Jesús la posibilidad del celibato «por el Reino de los cielos». Jesús no emplea la palabra «célibe» (agamos) utilizada por Pablo sino que habla de «hacerse eunuco», lo cual evoca una mutilación o una violencia impuesta a la naturaleza, aunque no todos comprenderán este lenguaje. Es un don de Dios. Puesto que con Jesús han irrumpido ya en nuestra historia «los tiempos últimos», todas las realidades penúltimas (entre ellas la sexualidad) están destinadas a desaparecer.

No es posible aquí seguir con detalle el curso y los meandros de la introducción del celibato como ley obligatoria en la Iglesia latina. El profesor Díaz Moreno SJ (Universidad Comillas) ha expuesto una síntesis muy clara y orientadora. En los tres primeros siglos no se quiso prohibir el matrimonio a los ordenados sacerdotes. A principios del s.IV el Concilio de Nicea, después de algunos concilios particulares como el de Ancira (Ankara), quiso imponer el celibato pero se opusieron algunos de los más cualificados Padres Conciliares. A finales del s.VI se admite en la Iglesia latina a los varones casados en todos los grados de la jerarquía pero si aceptan la ordenación, deben renunciar al uso del matrimonio, lo cual requiere un acuerdo entre los esposos. Si son ordenados estando solteros, no se pueden casar. Con todo el celibato de los sacerdotes y obispos era mucho más un ideal que una realidad. La reforma de Gregorio VII, (1073-1085) no fue ni total ni duradera. Como recoge Stickler, se consideraba legítima una práctica contraria a todas esas prescripciones de los papas. Todavía en las Decretales de Gregorio IX (1234) se hablaba de la conveniencia o no de ordenar a los hijos de los sacerdotes. En el s.XV dos concilios particulares, Costanza y Basilea, refuerzan las prescripciones del celibato, pero en ese mismo siglo Nicolás de Tudeschis (+1445), enviado del Papa Eugenio IV en el Concilio, se muestra partidario de un celibato opcional. El Concilio de Trento zanjará la cuestión y es la fuente legal de la ley canónica vigente en la actualidad.

Los textos recientes de los últimos papas (Pablo VI y Juan Pablo II) dan a entender con meridiana claridad que tienen voluntad expresa de mantener esta ley. Por ello sería aquí necesario hacer una distinción a las afirmaciones del obispo de Gerona. La ordenación de casados en la Iglesia católica tiene ya lugar pero sólo hasta el diaconado (Pablo VI en 1967). No se incluye por tanto el sacerdocio. La posible ordenación (sacerdotal) de casados ha sido rechazada tanto por Pablo VI como por Juan Pablo II. Suponemos que el obispo de Gerona no se refiere a la ordenación de diáconos sino a la ordenación sacerdotal de hombres casados. La respuesta sería: la Iglesia puede hacerlo pero los papas hasta ahora han manifestado con toda claridad que no tienen intención de hacerlo. ¿Debería cambiarse la ley?. No hablamos de un cambio generalizado de la ley sino que nos atenemos exclusivamente a la afirmación del obispo de Gerona: la posible ordenación sacerdotal de hombres casados.

Se dan ya algunos casos parecidos aunque no idénticos a los sugeridos por el Obispo de Gerona. Nos referimos a aquellos ministros anglicanos casados que se convierten al catolicismo y solicitan ser ordenados presbíteros en la Iglesia Católica. Juan Pablo II, después de una consideración individualizada de cada caso, lo ha concedido en alguna ocasión. Y entonces el «nuevo sacerdote católico» sigue viviendo con su esposa.

Terminamos con una reflexión. Hoy día existen diáconos permanentes casados que atienden a varias comunidades parroquiales. Pero, como diáconos, no pueden celebrar la Eucaristía. La reflexión del obispo de Gerona podría situarse aquí: ¿Habrá llegado el momento de ordenar sacerdotes a algunos de esos diáconos para que puedan servir más plenamente a las parroquias? Karl Rahner, hace ya años, hizo esa misma pregunta con mayor amplitud: si la Iglesia, manteniendo la ley del celibato, llegase a la situación de no poder atender a muchas parroquias, entonces tendría que renunciar al celibato obligatorio, que es una ley de la Iglesia, ya que el bien de los fieles es más importante.

No sabemos cómo se desarrollará el futuro. Hay cambios que parecen imposibles, en un determinado momento se realizan y pasado algún tiempo parecen obvios. Corresponde a los responsables de la Iglesia tomar las decisiones necesarias para el bien de los fieles. Y a los católicos recibirlas con respeto, lo cual no impide exponer los problemas y apuntar posibles salidas. Y esto es lo que ha hecho hace unos días el Obispo de Gerona.  


Agencia IVICÓN, 29 de noviembre de 2001

“LA IGLESIA CATÓLICA DEBE RESTABLECER EL DIACONADO FEMENINO”

“En la actualidad, muchas religiosas están ejerciendo los ministerios que corresponden a un diácono ordenado: se les confía la dirección de algunas parroquias, la organización de la liturgia sin el sacrificio eucarístico, cuando falta el sacerdote; llevan la comunión a los enfermos y la distribuyen a los fieles, asisten como testigos a los matrimonios, bautizan, predican o explican la Palabra, presiden las exequias, están al frente de las catequesis de la parroquia, y, a veces, hasta cumplen las funciones de vicario pastoral. Ante esta situación, yo me pregunto: ¿por qué no conferir la ordenación diaconal a quienes, de hecho, están cumpliendo los ministerior de un diácono? ¿Por qué contentarse con la misión canónica, si, de hecho, tales funciones exigen el carácter sacramental?”.

Este amplio párrafo fue escrito en 1989 por el misionero claretiano Domiciano Fernández García, fallecido en Granada el 22 de julio de este año, al que el último número de la revista Vida Religiosa dedica un homenaje rescatando uno de los muchos articulos que publicó en ella, como miembro del Consejo de redacción, y que lleva por título “Las diaconisas: ministerio a recuperar en la Iglesia de hoy”.

Domiciano Fernández nació el año 1925 en San Pedro de Trones (León), un pueblo generoso en su aportación a la vida de la Iglesia española del siglo XX, pues de él son naturales Senén y Marciano Vidal, teólogo redentorista, monseñor Felipe Fernández, obispo de Tenerife y hermano de Domiciano, y sus otros tres hermanos sacerdotes, y en él nació también el claretiano e historiador de la vida religiosa Jesús Álvarez Gómez, fallecido también este año. Doctor en Teología, Fernández García fue desde 1955 miembro de la Sociedad Mariológica Española y dirigió durante 16 años la revista Ephemerides Mariologicae. Asimismo, era experto en patrología, escribió una docena de libros de temas teológicos y publicó más de 170 artículos y estudios.

En dicho artículo, Domiciano Fernández comenta que “si las religiosas y otras mujeres están cumpliendo una función diaconal que exige de suyo el orden sacramental, debe conferírseles; de lo contrario, surge una disfunción en la acción pastoral de la Iglesia”, porque “cuando falta la consagración sacramental, queda un vacío en el normal desarrollo de los ministerios”. El texto también añade que lo que el Concilio Vaticano II precisa sobre el restablecimiento del diaconado permanente masculino vale también para las mujeres, pues “sería funesto introducir en este punto discriminaciones, cuando no hay ninguna razón teológica que las justifique”. Por eso, “esperamos que no tardará en restablecerse en la Iglesia católica el diaconado femenino, pues en otras confesiones cristianas ya existe”, apunta el texto.

Para justificar su postura, el autor hace un recorrido por los ministerios femeninos en el Nuevo Testamento y repasa los documentos más antiguos de la historia de la Iglesia, hasta concluir que “después del siglo IV ya existen numerosos testimonios de la actividad o funciones de las diaconisas”, quienes “recibían la misma ordenación que los diáconos y gozaban del mismo rango dentro del sacramento del orden”.

Sobre la ordenación sacerdotal de las mujeres, Fernández reconoce que actualmente existen razones de tradición muy fuertes que no la aconsejan de momento, “pero la Iglesia no progresa sólo con doctrinas y argumentos teológicos. Muchas veces es la misma vida y la praxis las que se imponen para caminar hacia delante”, concluye el articulista.


El País, 27 de noviembre de 2001

PLURALISMO Y LAICIDAD EN LA DEMOCRACIA

GREGORIO PECES-BARBA MARTÍNEZ

Catedrático de Filosofía del Derecho y rector de la Universidad Carlos III de Madrid.

Una democracia moderna es inseparable del pluralismo y de la neutralidad religiosa en que consiste la laicidad. Son los elementos necesarios que apuntan en los orígenes de la modernidad, que cristalizan en la Ilustración y que se consolidan en los dos últimos siglos. En ambos casos estos rasgos identificadores de la democracia traen causa de su condición esencial de sociedad abierta. Este concepto lo introdujeron en la filosofía política primero Bergson en Les deux sources de la morale et de la religion en 1932, y después, Popper en The Open Society and its enemies, inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial (1945). La sociedad abierta que es la democracia pluralista y laica se opone a la sociedad cerrada, que a su vez trae causa de una ideología antimoderna, tradicionalista y nacionalista. En esta ideología se refugia todo el antiiluminismo de plurales orígenes, desde el eclesiástico y sus fundamentalismos hasta los tradicionalistas o los fascistas del Estado ético. La sociedad cerrada desembocaba con esos perfiles ideológicos en un organicismo que consideraba al grupo como la realidad suprema, o a una verdad incontrovertible como la que se debió imponer necesariamente para alcanzar la libertad. Esta perspectiva de la sociedad cerrada es definida por Bergson como un tipo de agrupación humana 'cuyos miembros están unidos por vínculos recíprocos, indiferentes al resto de los hombres, siempre dispuestos a atacar o a defender, situados en una actitud de combate'. Para Popper, la sociedad cerrada se constituye, esencialmente, sobre una rigidez de comportamientos apoyados por una autoridad de carácter religioso. En todo caso, con diferencias sobre el valor de la intuición que Popper rechaza, para salir de la sociedad cerrada, ambos coinciden en que en la sociedad abierta se valora al hombre y a su dignidad, cada uno asume una responsabilidad personal y no se disuelve en el colectivo. Es la inteligencia usada libremente por cada uno, contra la superstición, el dogmatismo y la creencia en una verdad política única. Es, en definitiva, la vieja idea kantiana del hombre que no necesita andaderas la que identifica a la sociedad abierta. El nacionalismo radical, el fundamentalismo religioso o político del Estado ético son los signos de la sociedad cerrada y los enemigos de la democracia. En esta perspectiva adquieren todo su valor como fundamentos del sistema las ideas de pluralismo y de laicidad. Se puede afirmar que la sociedad democrática sólo puede ser plural y laica. El pluralismo deriva de la propia condición humana y de la libertad de pensamiento, de conciencia, de cátedra, de la ciencia, de la investigación y de la creación artística. El pluralismo, una consecuencia del libre juego de la razón humana, no es obstáculo para la existencia de sociedades ordenadas y estables, siempre que sean sociedades tolerantes y donde se reconozca al otro, al ajeno, como un ser igualmente digno, libre y razonable, capaz de crear y de creer. La cooperación social y la amistad cívica sustituyen en las sociedades bien ordenadas, como son las democráticas, al enfrentamiento y a la dialéctica amigo-enemigo propios de las sociedades cerradas. El pluralismo es el único escenario posible de este modelo, lo que no significa que estas sociedades no incluyan concepciones filosóficas contrapuestas. Sólo es exigible que esas filosofías contrapuestas sean superponibles y no incompatibles. Deben ser, como dice Rawls, 'filosofías comprehensivas razonables', es decir, que expresan una concepción del mundo que se distingue de otras por los valores que prima, que suponen una cierta estabilidad, que no desean usar el poder político para impedir la expresión del resto de las doctrinas, y finalmente, que aunque crean en su verdad, no desean imponerla, ni piensan que supone, además, la única moralidad política. Este pluralismo es imposible cuando una concepción del bien o una filosofía comprehensiva pretenden ser el núcleo de la razón pública, es decir, cuando intentan que su ética privada, su idea de la virtud, de la felicidad, del bien o de la salvación, es decir, su núcleo de verdad, se conviertan en la ética pública de la sociedad. La disolución de la ética privada en ética pública es propia de las filosofías totalitarias. Íntimamente vinculada con la idea de pluralismo está la laicidad o la concepción laica del Estado, igualmente esencial para la democracia. En efecto, vincular laicidad con democracia es, desde otro punto de vista, reconocer la autonomía de la política y de la ética pública frente a las pretensiones de las iglesias de dar una legitimación social al poder político, vinculándolo con su particular concepción de la verdad en relación con su idea del bien, de la virtud o de la salvación. En el ámbito católico es un reflejo del agustinismo político, que no acepta que exista una luz propia y autónoma del mundo profano, y que sostiene que toda la luz procede de Cristo a través de su Iglesia, no sólo en su ámbito propio, sino también en el de la sociedad política. En el fundamentalismo islámico, el control coránico extremo, administrado por su clérigos, pone igualmente en entredicho la posibilidad de una democracia plena. La laicidad no supone una acción de la democracia contraria al hecho religioso ni a las instituciones eclesiales, aunque ciertamente ha existido y quizás existe un laicismo agresivo enemigo del fenómeno religioso, sobre todo en el siglo XIX. Es verdad que es normalmente reacción frente al asfixiante clima clerical del Estado Iglesia, como llamaba Fernando de los Ríos al Estado unido en España a partir de los Reyes Católicos, donde la unidad política se acompañó desde el principio con la unidad de la fe, haciendo así imposible la democracia. No se trata, para responder al hartazgo de intromisión eclesiástica, de volver a ese laicismo decimonónico, cargado también de un contenido teológico, aunque sea negativo. Se trata de defender la neutralidad del Estado, su carencia de opiniones religiosas, frente a una concepción teológica de la política, que pretende imponer el uniformismo frente al pluralismo y el confesionalismo frente a la laicidad. Dice Bobbio que normalmente esas políticas de la Iglesia institución introducen en la defensa de intereses el espíritu de intransigencia dogmática propio de los principios. Para él, las cuestiones políticas son más de intereses que de principios, mientras que estos teólogos de mala fe trafican con principios para en realidad defender intereses. Por eso dirá Bobbio, en Tra due Repubbliche que 'la consecuencia del espíritu teológico transportado al ámbito político es la elevación de los intereses, pero la degradación de los principios'. Pero en nuestro ámbito cultu- ral, la Iglesia católica, más modernizada, cumple, como Iglesia institución y en una línea más moderada pero igualmente incompatible con una sociedad democrática, el mismo papel. No afecta esta tesis ni a la religión en general ni a los valores cristianos ni al mensaje evangélico, sino a una forma de administrar esas verdades como incompatibles con otras y como de obligado cumplimiento para alcanzar la libertad. Esas premisas son difícilmente compatibles con la sociedad democrática y sus valores. Por una parte, es difícil compaginar la falta de democracia interna en la Iglesia con una defensa externa de sus valores. Hay una cierta hipocresía, o una cierta esquizofrenia de servicio a dos señores incompatibles, cuando se defiende un sistema oligárquico y jerárquico para el gobierno de la Iglesia y se defiende con el entusiasmo de los neófitos la democracia política, aunque eso tampoco siempre. Esta defensa de la democracia es además reciente, y arranca de las primeras décadas del siglo XX. Véanse si no los años negros que van desde 1830, Mirari Vos, hasta 1880, Libertas, donde las encíclicas pontificias condenaban los 'torpes deseos de libertad que quieren acabar con los sagrados derechos de los príncipes', y calificaban a la libertad de conciencia de pestilente error, en una defensa a destiempo de las monarquías absolutas. Pío X, en la encíclica Vehementer Nos, sobre la separación entre la Iglesia y el Estado en Francia, de 11 de febrero de 1906, defenderá la jerarquía y la falta de democracia interna de la Iglesia: 'La escritura nos enseña, y la tradición de los padres lo confirma, que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo... En el seno de la cual hay jefes que tienen plenos y perfectos poderes para gobernar, para enseñar y para juzgar. De lo cual resulta que esta sociedad es desigual por esencia, es decir, es una sociedad que comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que ocupan un rango en los distintos grados de jerarquía y la multitud de los fieles. Y de tal modo son distintos entre sí, que sólo en el cuerpo de los pastores reside la autoridad y el derecho necesario para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, ella no tiene otro deber que el de dejarse conducir y, rebaño dócil, seguir a sus pastores...'. Este texto, que en lo esencial sigue estando vigente, aunque se enmascare con palabras más suaves, se expresa con el lenguaje de la literatura política justificadora del poder absoluto, que viene de Dios. Con esa filosofía se ejerce censura sobre escritos de religiosos, teólogos, filósofos, y también de creyentes laicos. Incluso se limitan derechos fundamentales, y se incapacita para trabajar como profesor de religión por razones que afectan a la intimidad y que son perfectamente lícitas en la sociedad civil. Pero la dificultad mayor para que la Iglesia pueda integrarse en una sociedad democrática procede de esa consideración, extrapolada al ámbito político, de que es la detentadora y la administradora de la Verdad con mayúsculas, que es la verdad de Dios. Esa postura sería compatible en el ámbito de la ética privada, es decir, si se sostuviera que la verdad que hace libres es la que afecta al ámbito de la moralidad individual. Creer que el mensaje cristiano libera a los individuos y es el camino de la salvación, es perfectamente compatible con la sociedad democrática, que además debe en sus estructuras constitucionales favorecer que ese mensaje pueda ser transmitido, e incluso promover las condiciones y remover los obstáculos para alcanzar ese fin. Pero la Iglesia institución está presente en los ámbitos del poder político, incluso hasta Pío IX, el último soberano con poder político real, y hoy mantiene un poder político simbólico, el Estado Vaticano. El traslado al ámbito político del principio 'la verdad nos hará libres' supone la superioridad de la Iglesia respecto de conceptos democráticos como participación, representación, sufragio, soberanía. Ésta es la orientación hoy imperante impulsada desde Roma, que aparta la compatible con la democracia que se expresaba en el Concilio y antes en la encíclica Pacem in Terris, de Juan XXIII. A la conciencia individual como motor de la participación política del cristiano le sustituye la vieja idea del orden del universo creado por Dios. Así, se pretende que una concepción del bien sea el núcleo definidor de la ética pública. La ética privada invade y sustituye a la ética pública, lo que es incompatible con lo que Rawls llama una sociedad bien ordenada, es decir, una sociedad democrática. Otra cosa es el talante democrático de muchos cristianos y la cooperación social que prestan, en muchos casos impagable. Eso demuestra que no es la religión la que es incompatible con la democracia, que incluso tiene muchas raíces evangélicas, sino unas instituciones jurídicas y económicas que pretenden ejercer en una sociedad plural y laica el monopolio de la verdad. En ese aspecto se comprende bien el valor esencial que tiene el espíritu laico para la Democracia.


La Vanguardia, 16 de diciembre de 2001

UN COLECTIVO DE SACERDOTES PIDE MÁS DEMOCRACIA EN LA IGLESIA

REDACCIÓN

GIRONA.

"Aspiramos a una participación más democrática en el gobierno de la Iglesia y nos ha dolido la marginación de la comunidad diocesana en el relevo del obispo de Girona, igual que ha sucedido en otras diócesis de Cataluña." Este fragmento forma parte de una carta remitida por el Fòrum Joan Alsina al nuevo obispo de Girona, Carles Soler i Perdigó, que será investido solemnemente hoy en la catedral. El colectivo de sacerdotes recuerda que en su momento presentaron al Papa un documento firmado por religiosos y feligreses sobre el perfil que debía reunir el futuro obispo de Girona. En este sentido, consideran que la Iglesia está "lejos de favo-recer la corresponsabilidad de todo el pueblo de Dios y de respetar la legítima autonomía de las comuni-dades locales, procurando incidir en la conciencia de la diócesis", y se muestran "dolidos por lo que está pasando en la región eclesiástica tarraconense". No obstante, los curas saludan "sincera y cordialmente" al nuevo obispo y le ofrecen "una leal colaboración en la tarea pastoral entre los cristianos y cristianas que le ha sido encomendada". "Tenemos voluntad de unidad y de trabajo en una Iglesia plural", agregan. Por su parte, en declaraciones a la revista de la diócesis de Girona, Carles Soler valora positivamente la existencia de grupos como el Fòrum Joan Alsina, el Col·lectiu de Dones en l'Església o la Xarxa Cristiana. Estas organizaciones significan la existencia de "una Iglesia viva en busca de autenticidad y dinamismo apostólico", señala. Las diferencias de talante entre el nuevo obispo y su antecesor son evidentes y se ponen de manifiesto en la revista de la diócesis. Mientras Jaume Camprodon se muestra partidario de una conferencia episcopal catalana, "teniendo en cuenta todas las connotaciones que tiene Cataluña", el nuevo prelado afirma que la recientemente creada región eclesiástica tarraconense es "la única posibilidad efectiva y la única posibilidad con futuro". El ministerio episcopal de Carles Soler al frente de la diócesis de Girona empieza hoy con un solemne acto en la catedral. La ceremonia comenzará a las 16.45 horas, con la salida del prelado del palacio episcopal para dirigirse hacia el templo. Además de numerosas autoridades locales y religiosas, los actos congregarán al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol; al presidente del Parlament, Joan Rigol, y a los consellers de Cultura, Benestar Social y de Interior. Jaume Camprodon se despidió del obispado el pasado 2 de diciembre después de veintiocho años de ministerio.


El Mundo, 23 de diciembre de 2001

EL PAPA SE ESTÁ QUEDANDO MUDO

El Parkinson del pontífice

JOSÉ MANUEL VIDAL

VATICANO.

Fuentes vaticanas de toda solvencia informan de que Juan Pablo II perderá la voz en el plazo de un año a causa de la enfermedad de Parkinson. ¿Será el primer Papa en dirigirse al mundo a través de un vicario lector o renunciará al cargo?

 A las doce del mediodía del 25 de diciembre y a medianoche del 31 de diciembre del año 2000, con voz apagada y aspecto cansado, Juan Pablo II apareció en la ventana de sus apartamentos privados para impartir la bendición Urbi et Orbi (para la ciudad y para el mundo) y felicitar las fiestas en docenas de lenguas a quienes siguen las ceremonias a través de la radio y de la televisión.A las mismas horas y en los mismos días del año 2001, Su Santidad repetirá estos ritos tradicionales. ¿Podrá hacerlo en el 2002?

Según ha podido saber CRONICA de fuentes vaticanas de toda solvencia, Juan Pablo II está perdiendo la voz y podría quedarse mudo en el plazo de un año. Dicen en Roma que el Papa está seriamente enfermo. Los más optimistas le conceden sólo dos años de vida.

«Eso lo llevan diciendo algunos desde hace más de diez años», dice un vaticanista italiano próximo a los sectores vaticanos más conservadores. Pero el dato novedoso y que, de confirmarse con el tiempo, cambiaría por completo el decorado vaticano, es el de la eventual pérdida de voz del Papa. «El Párkinson es una enfermedad lenta pero irreversible dice un monseñor de la Curia .Primero fue el temblor de su brazo izquierdo, cada vez más evidente; después su falta de movilidad. Cada vez que tiene que dar un paso sufre una enormidad. Y ahora, le está atacando a la cara. Los músculos faciales están cada vez más rígidos. Apenas puede sonreír y, a duras penas, articula algunas palabras. Pero lo más grave es que la enfermedad le está comenzando a atacar las cuerdas vocales».

¿Eso significa que Su Santidad se va a quedar sin voz? «Dentro de un año tendremos un Papa mudo, que no podrá articular palabra», afirma con absoluta seguridad el monseñor del Vaticano. Y eso que, desde hace unos años, Juan Pablo II se cuida mucho más.«Antes asegura otro monseñor que trabaja en los palacios apostólicos era muy mal enfermo; no quería cuidarse demasiado ni someterse a las prescripciones médicas. Ahora, en cambio, se deja medicar mejor y, además, sus doctores conocen a la perfección los mecanismos de respuesta de su cuerpo».

Y el monseñor avala su tesis con un experimento que cualquier telespectador puede hacer. «Cualquiera que le vea por televisión se dará cuenta de que, al principio de los actos, Su Santidad se encuentra postrado, casi inerte. Pero, poco a poco, parece como si fuese resucitando. Son los efectos de las medicinas, perfectamente administradas para que actúen sobre el organismo papal de menos a más. Los médicos regulan la dosificación según la duración de la correspondiente ceremonia».

El prelado curial está absolutamente convencido: «Por mucho que haya adelantado la medicina, por muy bien que conozcan su organismo y por mucho que aguante su corazón de atleta, la enfermedad le va a dejar sin voz e, incluso, le está afectando a la mente.De hecho, Su Santidad tiene lapsus de memoria. De ahí que ya no pueda improvisar».

El otrora «atleta de Dios» está viendo sus facultades físicas y mentales mermadas por la edad (cumplirá 82 años el próximo mes de mayo), por el atentado sufrido a manos del turco Ali Agca, por las seis intervenciones quirúrgicas a las que fue sometido a causa de las cuales pasó 116 días hospitalizado y, sobre todo, por el Párkinson.

Según nuestras fuentes vaticanas, esta enfermedad ha dejado prácticamente sin movilidad al Papa. A Su Santidad lo llevan y lo traen de un sitio a otro sin que apenas dé un paso por sí mismo. Su última salida fuera del Vaticano, a la plaza de España de Roma, con motivo de la fiesta de la Inmaculada, la hizo en papamóvil (y no sólo por motivos de seguridad), del que descendió por medio de un artilugio mecánico para arrodillarse en un reclinatorio que estaba al lado.

Incluso en la propia basílica de San Pedro tiene que desplazarse subido a una pequeña plataforma rodante. Cuentan en el Vaticano que su dilecto secretario personal polaco, monseñor Estanislao Diwisz, tiene que ayudarle incluso a acostarse y a levantarse de la cama. En la Santa Sede circula ya un chiste, de humor más bien negro, en el que se presenta al Papa como el mecano que dirige y controla su secretario personal.

Oficialmente, la Santa Sede no dice nada sobre las enfermedades papales. Hace unos años, negaba incluso que tuviese Párkinson.Ante la evidencia de sus temblores, Roma reconoció la enfermedad.Pero, desde entonces, todos los obispos del mundo, cuando se les pregunta cómo está Su Santidad, siempre responden que «de cabeza, bien». Y ya se sabe que, cuando se dice eso de alguien, es porque las cosas no van nada bien. El propio Papa, en una ocasión en que un cardenal se interesaba por sus dificultades para caminar, le contestó: «La Iglesia no se gobierna con las piernas».

Todo el mundo entendió desde entonces que Su Santidad estaba dispuesto a seguir al timón de la barca de Pedro aunque fuese desde una silla de ruedas. De esta forma se acallaron los múltiples rumores sobre una eventual renuncia al solio pontificio. Pero, ¿y si se queda sin voz? ¿Seguirá el Papa al frente de la Iglesia aunque no pueda articular palabra? En el Vaticano aseguran que eso cambiaría de raíz el planteamiento de la cuestión. «El propio Juan Pablo II está considerando la posibilidad de renunciar, en el caso de que se quedase sin voz. Es difícil mantenerse en el solio pontificio sin poder hablar cuando una de las principales funciones del Papa es proclamar la Palabra y confirmar en la fe a sus hermanos», dicen en la propia Curia.

De hecho, gran parte de la actividad del Papa es de representación.Su agenda, como es lógico, está siempre a tope. Recibe a gente sin parar y, vaya a donde vaya, siempre tiene que tomar la palabra.Su Santidad pronuncia una media de 800 discursos al año, mantiene más de 1.000 audiencias generales anuales y unas ocho al día, excepto los miércoles y los domingos. Todos los miércoles del año reza el ángelus desde la ventana de sus apartamentos y todos los domingos oficia alguna ceremonia religiosa.

DISCURSOS REDUCIDOS

Cuando está en Roma, recibe una media de un millón de peregrinos al año, incluidos los 500.000 que asisten a las audiencias generales semanales, además de los que van a funciones litúrgicas especiales, como misas, beatificaciones o canonizaciones. En todas estas ocasiones pronuncia unas palabras y, por mucho que se reduzcan sus discursos, algo tiene que decir. ¿Sería factible un Papa que dirigiese la Iglesia sin hablar? «No parece posible que el Papa pudiese dirigir la Iglesia estando mudo asegura un monseñor que trabaja en la Santa Sede . La gente no aceptaría que otro leyese, en su nombre, lo que éste tuviese que decirles. Aunque la verdad es que el Código de Derecho Canónico no dice nada al respecto».

A lo largo de la Historia bimilenaria de la Iglesia ha habido varios casos de Papas que han renunciado a la tiara. El más famoso, el de Celestino V. Pero el Código de la Iglesia no dice nada al respecto. «La renuncia papal no está codificada. Se sobreentiende que puede renunciar, porque es libre de hacerlo. Y tampoco están tipificados los casos de renuncia. Una renuncia que, por otra parte, el Papa no presenta ante nadie, porque nadie se la puede aceptar, dado que nadie está por encima de él. Lo único que haría en ese caso sería comunicársela al Colegio Cardenalicio, quien ni siquiera tiene que aceptársela», explica el profesor emérito de Derecho Canónico de la Universidad de Sevilla, Alberto Bernárdez.

El catedrático sevillano dice también que hay algunos autores que postulan una pérdida de la potestad pontificia «en caso de demencia absoluta e irreversible». Pero el Código no dice nada de un Papa impedido o de un Papa mudo. En cualquier caso, en Roma, todas las fuentes consultadas aseguran que «llegado el caso de que se quedase sin voz, Juan Pablo II tomaría la decisión más favorable a la Iglesia». Y añaden: «Su Santidad es un hombre imprevisible, que igual puede hacer una cosa (seguir al frente de la Iglesia) como la contraria (renunciar)». En este último caso, sería el primer Papa de la Historia en dirigirse a sus fieles sólo por medio de gestos y a través de un vicario-lector.Así, Juan Pablo II sería el primer Papa mudo de la Historia.


Volver al sumario del Nº 5            Volver a Principal de Discípulos


Principal | Eclesalia | Discípulos | Jesús | Oración | Acción | Orientación | Educación Música | Enlaces | Solidaridad | Recursos | Portadas | Escríbenos