La
interpretación de la Biblia y de
la tradición cristiana se ha hecho desde una perspectiva exclusivamente
masculina: los comentarios bíblicos han omitido la presencia de mujeres en el
texto (por ejemplo en Pentecostés) y han desfigurado el significado original de
los personajes femeninos (como veremos mas adelante con María y María
Magdalena). Urge hacer una
lectura del Evangelio desde el punto de vista de la mujer y transmitir la
buena noticia de que Jesús quería una comunidad de discípulos iguales. No
se puede utilizar a Jesús para discriminar a la mujer. JESUS APUESTA POR LA MUJERComo
antecedente, es importante visualizar la situación
de la mujer en la época de Jesús: basta con recordar la oración del judío
tradicional: “Bendito sea dios que no me ha hecho pagano, no me
ha hecho ignorante, no me ha hecho mujer”.
La mujer era un ser sin autoridad, marginado de toda decisión, hasta
sobre su propia vida. Soportaba muchas cargas y sufrimientos
desde la infancia: no podía estudiar, se la casaba siendo una niña y
sin su consentimiento, muchas veces era maltratada, sufría partos y
maternidades seguidas sin ayuda o, aun peor, si era estéril (situación esta
considerada vergonzante). Si era repudiada por el marido o enviudaba quedaba
totalmente desprotegida. Pero además se la consideraba impura: el judío
religioso debía evitar el trato con la mujer y no debía ni siquiera mirarla. Por
eso el Evangelio de Jesús es buena noticia sobre todo para ellas: Bienaventuradas
las pobres, las que tienen hambre, las que lloráis, cuando los hombres os
odien, os expulsen, os injurien... alegraos y saltad de gozo, que el Reino
que Jesús trae y es vuestro, va a cambiar esa Ley y esas tradiciones injustas. Las
Bienaventuranzas suenan especialmente bien a las mujeres. Ellas sabían mejor que los hombres de ese Reino de
paz y de amor, porque habían aprendido a amar a tantos enemigos: a los del
Templo, porque a pesar de todo vemos que seguían depositando sus ofrendas y, en
sus casas, cuidando con amor a los suyos, a pesar de su maltrato crónico. Esto
también podemos aplicarlo a la mujer de hoy: sigue ocupándose con amor de su
familia mas que el hombre, y en la Iglesia sigue siendo mayoría, aunque por
tristeza, fundamentalmente como mano de obra abnegada y gratuita. Pero
Jesús también denuncia las injusticias:
maldice al rico, al saciado, al poderoso... y en coherencia con sus enseñanzas,
no puede justificarse la sumisión, la obediencia o la menor dignidad de la
mujer respecto al hombre... Seria consolidar y dar por bueno un reino de
injusticia. A
lo largo del Evangelio, vemos muchos signos
de amor y de liberación de Jesús hacia la mujer: la resurrección del hijo
de la viuda de Naín, de la hija de Jairo, la curación de la hija de la mujer
fenicia, la de la mujer con hemorragias de sangre (considerada impura/
intocable)...Jesús rompe con las
prescripciones rabínicas misóginas: es acompañado por mujeres y se
preocupa y habla con ellas, incluso con pecadoras y extranjeras.
Es muy llamativo el caso de la samaritana, tanto en la llamada de Jesús pidiéndola
primero de beber (una llamada a la diaconía) y ofreciéndola luego el “agua
viva” (la vida en El como discípula) como en la respuesta de la mujer, que
entabla un diálogo teológico - “de igual a igual”- con Jesús y luego deja
todo y corre a transmitir a su pueblo la Buena Noticia. Jesús
también libera de su joroba a una mujer en sábado, la llama hija de
Abraham y la impone las manos.
La joroba simboliza el peso de la humillación de todas las tradiciones que
sometían a la mujer y la impedían crecer. Jesús la reivindica con hija de
Dios y portadora del Reino. Y la impuso las manos, esta ratificando que hombre y
mujer son iguales ante Dios.
Tenemos
también el ejemplo de Marta y Maria. Maria
ha elegido la parte buena, que no le será quitada: la escucha de su
Palabra, apacible y sin distracciones, como lo hacían (hacen) los hombres, sin
tener que preocuparse de la intendencia o del servicio. Así, no esta fomentando
la vida religiosa contemplativa en la mujer, como se ha interpretado
tradicionalmente, sino que esta afirmando que las mujeres tienen derecho a
escuchar lo que dicen los maestros de la ley (nueva trasgresión de la Ley judía)
y hablar y conversar con él en igualdad con los hombres.
Relacionados
con la moral sexual, es
importante destacar dos puntos: -
Jesús pone como ejemplo de
verdadero amor a la mujer pecadora que en casa de un fariseo, lava sus pies
con perfume y lagrimas. Era y es, aun hoy, considerada impura, inferior, una
prostituta. Pero Jesús se deja tocar y lo agradece de corazón. Jesús la pone
como ejemplo de perdón, de fe y de amor, algo muy trasgresor hasta en nuestro
tiempo. -
La condena de Jesús del repudio o carta de despido, que aquella sociedad
machista permitía a los varones y que dejaban a la mujer totalmente desvalida,
tiene su causa en la defensa de la mujer y en la reivindicación de la igualdad.
Así, no es el divorcio lo que condena (y menos aun a los divorciados), sino el repudio o la carta de despido.
Se trata de remediar una injusticia y no de una norma de moral conyugal como
se ha interpretado tradicionalmente. Como
parece lógico, ante esta actitud de Jesús que quiere ser su maestro, el
Evangelio nos dice que un grupo de mujeres sigue a Jesús en Galilea y en su camino a
Jerusalén, y se cita el nombre de varias. Y
cuando Jesús muere en la cruz, como consecuencia de su vida y de su palabra tan
libre y tan valiente, las mujeres que le seguían desde Galilea
y otras de Jerusalén son testigos
de esta muerte y no le abandonan. González
Faus da un argumento interesante a favor del ministerio femenino: habla de la
soledad de Jesús en la cruz: ”Queda solo uno de los apóstoles y un grupo de
mujeres fieles hasta el final y más valientes que aquellos. Y en la medida en
que el sacerdocio de Jesús esta constituido por la entrega de su vida, como
dice la carta a los Hebreos, cabría afirmar que casi
solo las mujeres participaron de su sacerdocio”. LA
MUJER, PRIMER TESTIGO DE LA RESURRECCIÓN En
la Resurrección de Jesús, las mujeres, que no podían ser testigos según la
ley judía, son los primeros testigos de la Resurrección. corren a anunciarlo a
los once, pero “todas estas palabras les parecían desatinos y no las creían”...
(Lucas 24,1-12) Marcos
también afirma que Jesús resucitado se apareció primero a Maria Magdalena.
Los críticos conceden a esta frase una seria probabilidad histórica (por lo
extraordinario, teniendo en cuenta la situación de la mujer que no podía dar
testimonio legal). Esta frase anduvo compitiendo en la primitiva Iglesia con
otra presente en los evangelios que presentan a Pedro como el primer testigo de
la Resurrección. Tras esto datos, se presiente una discusión subyacente sobre
el papel de la mujer ya en la Iglesia primitiva. María Magdalena
reúne una serie impresionante de cualidades del apóstol de Jesús: se la dio
el título de apóstol de los apóstoles, en los Evangelios aparece como amada por
Jesús (equivalente femenino de Juan) y su seguidora desde los inicios, enviada
por Jesús a dar la buena nueva, testigo de su muerte y primer testigo de su
Resurrección. Anunció
la Resurrección con alegría y entusiasmo. Tuvo su comunidad y se escribió el
Evangelio de Maria Magdalena, declarado apócrifo por la tradición eclesial
(quizás era lo mas “conveniente”...) Con el paso de los años fue anulada y obviada, confundiéndola con la prostituta ¿porque? Parece que tuvo divergencias con el resto de los apóstoles (los exegetas dicen que acaso motivada por la envidia ...) González
Faus dice que “si Magdalena fue testigo de la Resurrección y si además había
acompañado a Jesús durante toda su vida, reúne todas las condiciones para ser
llamada apóstol en sentido pleno.
Y todas las objeciones actuales al ministerio de la mujer quedan devaluadas”. MARIA Y
LA MUJER EN LA IGLESIA PRIMITIVA
También
en Pentecostés, si leemos
atentamente los Hechos de los Apóstoles, se deduce que el
Espíritu Santo se derramó sobre todos los que estaban reunidos en el cenáculo:
los apóstoles, María y algunas mujeres. La
Iglesia primitiva parte de esa
afirmación radical de que para Dios no existe la diferencia de sexos: el
Espíritu se derrama por igual en
hijos e hijas de Dios, no hace distinción entre esclavo y libre, judío o
griego, hombre o mujer... porque
todos somos uno en Cristo. En
las epístolas se recogen las virtudes que deben tener las diaconisas y se
mencionan nombres de mujeres: Ninfas, Lidia, Prisca (cooperadora de Pablo), Febe
(diaconisa), Junia (a la que Pablo llama ilustre entre los apóstoles)... Según
estudios teológicos recientes, las mujeres ejercieron funciones ministeriales y
directivas en el cristianismo primitivo y podían presidir la celebración eucarística
de las comunidades. Existen
prescripciones conciliares de los siglos III y IV sobre el estatuto de la mujer
diaconisa. Pero se va a ir reduciendo progresivamente hasta un ministerio únicamente
masculino. En
todo caso la mujer aparece como profetisa, catequista, mártir, modelo de
cristianismo. Son las primeras que se convierten al cristianismo y van
arrastrando a toda su familia. Entonces como ahora, encontramos mas cristianas
practicantes que cristianos. Podemos
decir, en resumen, que existe una semilla
de igualdad, sembrada por
Jesús. Es importante dejar claro
que no se puede utilizar a Jesús para excluir o controlar a las mujeres. Esa
buena semilla se fue ahogando poco a
poco con la sociedad patriarcal y androcéntrica que existía ahora y sigue
existiendo. Lo
mismo sucedió con la esclavitud (también aborrecida por Jesús) o con el
mantenimiento de las estructuras capitalistas y autoritarias del imperio romano,
tan contrarias al mensaje de Jesús. Existen
dos posibles causas: pensaban que
el fin del mundo era inminente y no daba tiempo a cambiar la sociedad, y también
para no desatar aun mas las iras del Imperio romano (ya había mártires, sin
cuestionar las tradiciones romanas) Es
importante hacer un inciso también sobre la figura de María,
que el Evangelio presenta como la
profeta del Magnificat (que anuncia un Dios que derriba del trono a los
poderosos y a los ricos los despide vacíos),
mujer sencilla, orante, comprometida, valiente y seguidora de Jesús
hasta su muerte. Pues bien en el siglo II y III se desarrolla una Marianología
que presenta a Maria como un ser puro y angelical, una mujer divina a la que se
colma de joyas y títulos. Se trata de neutralizar su sexualidad y se separa a
la virgen diosa de la mujer real. En el fondo se utiliza
a Maria para despreciar a la mujer, porque la mujer normal que valora su
sexualidad y la relación en pareja es considerada impura y sucia. Como
consecuencia también se hace renunciar a los sacerdotes al matrimonio, por esa
negativizacion del sexo y de la mujer. LA MUJER, DISCRIMINADA EN LA IGLESIA DE HOY
En
la actualidad se reconoce
universalmente la igualdad de derechos de
hombre y mujer. No existe ni una sola institución en España que margine a
la mujer (ni las mas masculinas, como puede ser el Ejercito). Estamos, por tanto
ante una situación muy distinta a la que vivió Jesús y comenté al principio. Pero la Iglesia Católica sigue
prisionera de esos prejuicios tradicionales,
propios de la sociedad grecorromana y de esa concepción negativa de la mujer en
la que ha tenido mucho que ver el pensamiento de San Agustín y de Santo Tomás
de Aquino. Según
Hans Küng, en este pontificado se esta haciendo todo para expulsar de la
Iglesia de modo especial a la generación de mujeres jóvenes. Cuando se casa,
se encuentra con la doctrina de la Humanae Vitae contra los métodos
anticonceptivos y, en el caso de un posible fracaso matrimonial,
topará con la postura inflexible de la Iglesia ante los divorciados.
Pero además toda la estructura de autoridad de la Iglesia es masculina, no solo
son los ministerios. Como ejemplos están la tutela masculina sobre las monjas,
la supervisión de los hábitos de las monjas por un cardenal, los cargos máximos
de las congregaciones de religiosos/ as que siempre corresponden al superior
masculino (aunque haya mas del triple de
monjas), la exclusión a las mujeres de estudiar en el seminario (en algunas diócesis,
donde solo hay seminario se impide a la mujer estudiar teología), las
prescripciones de Roma prohibiendo que las mujeres accedan al presbiterio (no
pueden ser monaguillos)...Tienen también carácter masculino la administración
de las finanzas en el Vaticano, los cargos políticos (embajadores del
Vaticano), o los jueces de la Rota. Esta postura en contra de
la mujer llega hasta el extremo de que la Congregación Romana de la Fe pretendió
el derecho a presentar como doctrina infalible “que era voluntad de Dios la
exclusión de la mujer del sacerdocio”. ¿Cómo se puede utilizar a Dios para
excluir a la mujer cuando, como hemos visto, Jesús comenzó un discipulado de
iguales? La
Iglesia Católica esta siendo un contraejemplo
en cuanto a la defensa del derecho, declarado universal, a la igualdad y a la
no-discriminación de la mujer. Está justificando, con su práctica y con su
lenguaje, la primacía del hombre frente a la mujer, con peligrosas
consecuencias en la sociedad actual: por ejemplo, en un tema tan sensible como
es el maltrato doméstico y la violencia de género, que hunden sus raíces en
esa pretendida superioridad masculina. Por
otra parte nos encontramos con las nuevas generaciones de mujeres,
educadas en la igualdad y conscientes de sus derechos, que
progresivamente rompen su vinculación con la Iglesia porque no se sienten
valoradas ni aceptadas. Como consecuencia, muchas rechazan
ser educadoras en la fe, con el agravante de que la madre
ha sido tradicionalmente su principal transmisora. La
mayoría de las demás iglesias cristianas así lo han comprendido y ordenan
mujeres, hay incluso obispas. En Occidente, la Iglesia Católica es la única de
las Iglesias históricas que no acepta ordenar mujeres. Existe
una realidad también que es la escasez
de sacerdotes, cada vez mas acusada. Son millones las comunidades católicas,
sobre todo en África y en América Latina, las que cada domingo no tienen
sacerdote y, algunas, solo reciben su visita alguna vez al año. El Papa en su
encíclica “Ecclesia de Eucaristía” no enseña que la Eucaristía es el don más importante de Dios a la Iglesia. ¿Qué
es más importante la Eucaristía dominical o mantener la tradición de excluir
a la mujer del sacerdocio? Muchas
mujeres sienten la vocación sacerdotal.
Es un signo del Espíritu que no podemos ignorar.
La Conferencia mundial sobre la ordenación femenina celebrada en Dublín
no fue radical ni desafiante, sino comprometida y llena de fe: sin mujeres
sacerdotes la Iglesia Católica tiene un solo ojo. Se quiere reivindicar la
santidad de lo femenino y lograr un lugar para la mujer detrás del altar. (Joan
Chittister, benedictina americana) El
teólogo Juan José Tamayo dice que “no
hay razones de fondo para la exclusión de la mujer del sacerdocio. La
actual discriminación de género contra la mujer en la Iglesia no tiene su
origen en Jesús y sus seguidores, sino en los contextos sociales y culturales
en que se desarrolla el cristianismo y a los que se adaptó acriticamente. En la
base de la exclusión hay dos problemas no resueltos: -antropológico:
valoración negativa de la sexualidad en general y del cuerpo de la mujer en
particular -teológico:
imagen masculina de Dios que impone una concepción jerárquico patriarcal de
Dios.” Como argumento final de la
necesidad de poner fin a esta situación de discriminación, voy a citar un
articulo de Vicente Verdú que me pareció muy acertado: “¿Puede hoy alguna
cultura, religión, situación política considerarse civilizada sin asumir la
igualación sexual? ¿Puede dudarse que una organización o Iglesia irradia
locura si discrimina todavía entre varones y no varones? El Islam corrompe su
pretensión de ser aceptada como una creencia contemporánea, sobre todo por el
tratamiento que reserva para esposas y niñas. La mujer se ha convertido en un nítido
patrón de valor para fijar el grado de progreso. Las religiones pueden poseer
sus peculiaridades doctrinales, litúrgicas, fiestas, pero no puede seguir
manteniendo, sin arriesgarse al descrédito la postergación de la mujer. Una
religión con dos clases de seres humanos es hoy una contrareligión”. ¿EXISTE
UNA ESPERANZA? Resultan
especialmente reveladoras las ideas de una teóloga muy conocida en América
latina, Ivonne
Gebara, religiosa brasileña: -
Los movimientos de mujeres son movimientos
de justicia social y de diálogo. No
quieren repetir los modelos actuales, sino crear una sociedad nueva que
tenga también rostro femenino. Se
valora especialmente el espíritu democrático y
el ecumenismo -
La Teología de la mujer esta intentando desconstruir el modelo
tradicional de Iglesia basado en la primacía del hombre, blanco, célibe,
intelectual, con necesidades de subsistencia garantizadas. Este modelo margina
no solo a las mujeres, también a los hombres casados, a los homosexuales, a las
personas no “intelectuales” o de otras razas y culturas. Es necesario
desordenar la iglesia para ordenarla de nuevo de forma que todos los cristianos
/ as se sientan bien en la iglesia. -
Es muy positivo el trabajo de muchas
teólogas que hacen una interpretación de la Biblia desde la mujer,
porque es necesaria una lectura critica
de la Biblia (lo que destruye a la mujer no es Palabra de Dios sino tradición
humana) y también rescatar la
tradición silenciada de muchas mujeres en la Iglesia. Según esta teóloga
brasileña la fuerza legitimadora de su quehacer teológico es la autoridad de
tantas mujeres que sufren. -
También es necesario contar con el apoyo de los teólogos masculinos (y
también sacerdotes) porque en general les cuesta aceptar el punto de vista de
la mujer. Muchos hombres dan su vida por los pobres y marginados, pero tienen
vergüenza de luchar por y con las mujeres. Pero
para avanzar en este camino, ¿que podemos hacer? En
primer lugar convencer a la mujer, que tiene que ser la primera
protagonista. -
No callar frente a la violencia física o espiritual. Los que tienen el
poder siempre te van a decir que “no hables”. pero hay que hablar y denunciar toda clase de violencia o injusticia -
No dejarse agarrotar por el miedo, los prejuicios o la comodidad. Pensar
y manifestarnos ante todo el mundo con libertad y autoridad porque también
hemos recibido el Espíritu. -
No
dejarnos vencer por el pesimismo.
Hay caminos nuevos, aunque difíciles
de encontrar. Tenemos que repetir sin cansarnos: hay caminos, hay esperanza. Bibliografía:
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