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Espiritualidad - Nº 6 - Abril 2003

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

 

El Dios de Jesucristo desde el reverso de la historia

  Juan Pablo García Maestro, O.SS.T.
 pascualvm@terra.es 

Ya de entrada quiero dejar claro que el tema que exponemos en estas páginas no va tener un matiz especulativo, sino demostrar que la fe en el Dios trinitario tiene unas consecuencias en la forma de comprometernos en la historia. No quiero caer en la definición irónica que hizo el arzobispo Willian Temple, quien, a la pregunta de qué era para él un teólogo, contestó: “El teólogo es una persona muy seria y sesuda, que pasa toda la vida dando respuestas exactísimas a problemas que nadie se plantea”.

            Y así nos ha ido después con el Dios de Jesús, el Dios Trinidad. Lo hemos presentado de forma tan compleja que, al final, la Trinidad no tiene ninguna incidencia en la realidad; y lo que es peor, en la práctica vivimos en un monoteísmo al estilo judío o islámico.

            Además, es importante aclarar desde el principio el motivo del   título de esta reflexión: “El Dios de Jesucristo desde el reverso de la historia”. Hace unos años el teólogo brasileño Leonardo Boff decía que esta historia ha sido escrita con mano blanca, europea. Pero es necesario que también la escriban desde el reverso de la historia, desde los excluidos, desde los vencidos. Pero este autor se olvidaba añadir, que esta historia ha sido escrita con mano blanca y de varón,  no desde la mujer, pues en muchas de nuestras culturas la mujer sufre de una doble opresión: por ser mujer y por ser pobre. Más aún, los trinitarios diríamos más bien que esta historia hay que verla desde los esclavos, desde el cautiverio, que es la mayor desgracia en la que puede caer una persona.       

            El tema que presentamos es una relectura del misterio de la Trinidad desde la espiritualidad de la Orden Trinitaria, pero a la luz de la situación eclesial y social del mundo contemporáneo.

            No nos vamos a detener en los datos históricos de la Orden, pues nuestra finalidad es hacer una reflexión teológica sobre fundamento doctrinal del cual fluye su espiritualidad y misión: Trinidad y Liberación.

            La Orden Trinitaria nace con una conciencia muy clara de ser Orden redentora-hospitalaria. Es más, es la primera Orden que nace con este propósito redentor: para liberar a cautivos cristianos. Esta conciencia fue siempre unánime dentro y fuera de la Orden. La Regla trinitaria, aprobada por Inocencio III en 1198, da por asentada esta finalidad redentora y determina que “de todos los bienes que lícitamente ingresen en casa, de cualquier modo, la tercera parte se reserve para la redención de los cautivos que, a causa de su fe en Cristo, han sido encarcelados por los paganos”. Los testimonios que atestiguan esta finalidad son innumerables en el siglo XIII, de ahí que se diera nombre a la Orden con el título: Orden de la Trinidad y de la Redención de cautivos[1].

            El prefecto de la Sagrada Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, recuerda que la verdadera teología está siempre fundamentada en la experiencia de los santos. Detrás de san Gregorio Magno está san Benito abad; detrás de la Suma Teológica de Tomás de Aquino está santo Domingo de Guzmán; otro tanto se puede decir de la obra teológica de san Buenaventura, pues viene a ser una sistematización de la espiritualidad de san Francisco de Asís. La teología está subordinada a la contemplación, a la caridad, a la santidad y alcanzar la pobreza espiritual[2]. Pues bien, teniendo en cuenta esta consideración, mi intento va a ser una reflexión sobre la experiencia de vida y el proyecto liberador de los Fundadores de la Orden Trinitaria, san Juan de Mata y san Felix de Valois, desde el mundo actual. Si yo puedo hacer esta reflexión del Dios de Jesucristo es porque otros ya lo han vivido y practicado.               

            Para ello vamos a tomar como método el ver, juzgar y actuar.

1. Ver la realidad

Partimos de la intuición de que todo miembro de cualquier creencia religiosa, al igual que todo teólogo, si desea encarnarse en los problemas reales de la sociedad será necesario que aprenda/aprendamos a ver.

            Esto podemos ilustrarlo con un pasaje bíblico tomado del Nuevo Testamento (N.T.). Me refiero al texto del óbolo de la viuda: “Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro” (Mc 12, 41).

            No nos detenemos en el sentido claro y hermoso de la limosna pequeña que el Señor valora tanto. Más bien subrayamos que Jesús se sentó frente al arco del Tesoro. Se sienta y simplemente comienza a ver. ¿Qué es lo que hacía allí Jesús? Algo capital: si queremos servir, lo primero que hay que hacer es saber ver. ¿Por qué decimos saber ver? Porque el texto atestigua que había muchas puertas en el templo, y Jesús se pudo haber colocado en cualquiera de ellas, pero escogió ésta: esta puerta le pareció importante para detectar la actitud de fondo de las personas que se acercaban a dar limosnas. Y porque supo ver, pudo decir que la limosna de la viuda valía mucho más que las otras; es decir, la que a un observador poco atento le pudo haber parecido una limosna más, es resaltada por el Señor.

En este texto de Marcos, Jesús nos enseña a saber ver y para ello hay que saber escoger los sitios apropiados. Veremos dependiendo de dónde nos coloquemos.

¿Creéis que los nuevos esclavos y pobres están allí presente, hoy en día, simplemente porque algunas personas intentan o intentamos hablar mucho de ellos, o es porque son una realidad masiva e impostergable? Y sin embargo, sabemos que también es posible escoger un lugar de nuestras ciudades que impida ver la realidad de pobreza y cautiverio.

            Pero ¿qué vemos en nuestra realidad circundante?

            Yo veo en estos momentos de nuestra humanidad cuatro heridas que es muy necesario tomar en serio si de verdad se quiere servir con autenticidad. Me inspiro en esto en un antiguo Superior General de la Orden Franciscana, Francisco de Zúmel (siglo XVI). Este hablaba de tres heridas que atraviesan la historia de los hombres[3]. Por nuestra parte vamos a añadir una cuarta, que consideramos clave en estos momentos de la historia.

            a) La primera es la oscuridad ideológica (unida a la ignorancia). Sabemos que el Evangelio es la verdad, y que la ignorancia y la mentira destruyen al hombre. Pues bien, escribe Zúmel que Dios inspiró a santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de PP. Predicadores (o Dominicos), siglo XIII, para que trabajaran en la humanidad al servicio de la verdad,  conducir a las personas a la auténtica salvación y  combatir la ignorancia y los errores de la fe. Por este motivo quería santo Domingo de Guzmán que sus hermanos los dominicos fueran religiosos bien preparados en el estudio de la Teología y otras ciencias. La pasión por la verdad no se hacía con la espada, sino con la fe y la razón. Sabemos por la historia, cuántos hombres brillantes ha dado esta Orden, y cómo con su doctrina y santidad han ayudado a la Iglesia y a la sociedad a lo largo de los tiempos: santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno, etc...

            Sin duda que la humanidad pasa por una herida similar, sobre todo en los países en vias de desarrollo. La falta de acceso a la enseñanza digna provoca tanta pobreza y violencia. Según el diario chileno El Mercurio existen en el mundo 113 millones de jovenes que no terminan la etapa escolar, y muchos de ellos no tienen asceso a la escuela. De esos 113 millones, 110 se encuentran en los países como África, A. Latina y Asia.

            Pienso que aquí todos nosotros tenemos un enorme reto.

b) La segunda herida es la opresión económica (que crea tanta pobreza). El hombre es esclavo porque carece de bienes para vivir. Pero también puede ser esclavo por ambicionar sólo dinero y bienes materiales. Pues bien, afirma Zúmel que en la Iglesia surgió una Orden por inspiración divina, fundada en el siglo XIII por san Fancisco de Asís, cuya tarea fue demostrar a la humanidad y a la Iglesia que lo importante no es lo material, ni el poder, sino la austeridad, la humildad y el compartir con los más pobres nuestros bienes. Pues para el “poverello” de Asís el Evangelio es gratuidad, es compartir con los demás nuestros bienes, nuestro trabajo....

Si contemplamos un poco la historia del siglo XVIII, aproximadamente la diferencia de riqueza entre el Norte y Sur era de 2 a 1. En cambio, ya esa de 30 a 1 en 1965;  y ahora de 70 a 1; y va en aumento. El 20% de la humanidad ahora posee el 86% de toda la riqueza en el mundo (en relación al 70% de hace 30 años), mientras que en estos mismos años el 20% más pobre se ha reducido aún más su propia parte,  hasta disponer tan sólo el 1,3% de las riquezas del mundo. 1300 millones de personas viven en pobreza absoluta, con menos de un dólar al día y, de estas 800 millones sufren el hambre. En los últimos 25 años han muerto a causa del hambre alrededor de 200 millones de personas, más de cuatro veces  los muertos de la II guerra mundial[4].

¿Cómo es posible que en el mundo haya tantos conocimientos acumulados y no se sepa que al año mueren de hambre alrededor de 40 millones de personas?

Por eso el teólogo Jon Sobrino ha señalado con precisión: “Cuando hablan de globalización como de la última e inefable noticia, nos están tomando el pelo, nos tienen por tontos. Con la moderna tecnología se acortan infinitamente las distancias entre la banca de Hong Kong y la de El Salvador (y también otras distancias), pero, ¿ha resuelto eso el que 1500 millones de hermanos vivan con menos de un dólar al día? Lo que ocurre hoy es que existe una doble globalización: la globalización de la riqueza y la globalización de la pobreza”[5].

c) Una tercera herida que deseamos añadir, es la que captaron

 los fundadores de la Reforma del Carmelo, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz (siglo XVI)[6]. Se trata del eclipse de Dios (Martin Buber) en la vida de las personas. Hoy día podemos ver que eliminando a Dios de las conciencias de los hombres, fomentando a cambio un materialismo puro y duro, lo que hemos hecho es dar muerte también al hombre. Es lo que el filósofo Friedrich Nietzsche supo ver a finales del siglo XIX cuando anunció la muerte de Dios (Gott ist tot), pero también profetizó la muerte del hombre[7].

            No está de más lo que el Cardenal y teólogo Henri de Lubac afirmaba en su obra El drama del humanismo ateo: “El hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero, al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre”[8].

d) La cuarta herida en la historia es aquella que no deja de ser la más humillante e indigna para toda persona. Es la de caer esclavo de otro, pues eclavo es reducir al otro a una “cosa”. El esclavo afirmaba Aristóteles se puede comparar a un animal doméstico. Pues bien, de nuevo, por inspiración divina surge la Orden Trinitaria, para rescatar y liberar a los cautivos y devolverles su dignidad. En realidad no hay mayor pobreza que perder nuestra dignidad como personas. Esta herida es la que captaron los fundadores de la Orden de la Trinidad, a partir de una experiencia profunda de Dios. Desde ahí se conmovieron a misericordia y quisieron que sus hermanos se dedicaran a trabajar contra la grave herida de la esclavitud. ‘Pues para la libertad nos liberó Cristo’. Querían que sus hermanos fueran libres para liberar a aquellos que padecían cautiverio.

            La Orden Trinitaria, pues, no nace como un proyecto humanitario-social, sino que hunde sus raíces en una experiencia de Dios. Su opción por el cautivo es teocéntrica. Nace de una experiencia del Dios Trinidad que quiere la liberación y libertad de sus hijos.

            Muchos se cuestionarán: ¿dónde están hoy los cautivos?

            En 1999 se publicó un libro de Pino Arlacchi, hoy vicesecretario general de las Naciones Unidas, titulado Schiavi. Il nuovo traffico di esseri umani[9]. Según la Asociación Anti-Esclavos de Londres (ASI) serían más de 200 millones de seres humanos en nuestro mundo los reducidos a la esclavitud. Todo esto a pesar que ya el 10 de diciembre de 1948 se aboliese la esclavitud, y se la prohibiese en todas sus formas. De los 200 millones resulta que desgraciadamente ‘los nuevos esclavos’ de nuestro tiempo son los niños y las mujeres. Se trata principalmente de la esclavitud económica y la sexual. Ahora bien, existen aún hoy viejas formas de esclavitud. Por ejemplo en el Golfo Pérsico existen cerca de un millón de emigrantes que trabajan con familias en condiciones de verdadera esclavitud, recibiendo un salario entre 170 y 300 dolares al mes. Tampoco faltan abusos entre los trabajadores domésticos en Europa, donde reciben un sueldo mínimo, a pesar de trabajar muchas horas.

            Sin embargo, la esclavitud económica que más llama la atención es la que padecen los niños. De los 250 millones de niños, de edad comprendida entre 5 y 10 años, aproximadamente la mitad trabajan a tiempo completo y al menos un tercio trabaja en situaciones muy peligrosas. Reciben sueldos miserables a pesar de que trabajen hasta 18 horas diarias, sin ver nunca la luz del sol, y se los priva de los derechos fundamentales, como la libertad de movimiento y de expresión.

            Otra forma de esclavitud que envuelve a los niños es la inserción forzada en los ejércitos nacionales y en bandas locales. Es una práctica que se da mucho en países como Afgahmistán, Sierra Leona, Sri Lanka, Sudán y Uganda. Se estima que hoy existen en todo el mundo cerca de 300.000 niños soldados en los ejércitos nacionales y en las fuerzas guerrilleras en todo el mundo. Muchos de ellos no llegan a los 18 años de edad.

Y finalmente la segunda forma de esclavitud en nuestra sociedad es la sexual. La mayoría de los que padecen esta esclavitud son personas que proceden de América Central, Asia y países del Este de Europa. En la Unión Europea hay entre 250.000 y 500.000 las mujeres que ocupan la industria del sexo.

            Ante esta situación hay que recordar las palabras de Jesús: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en el mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! (Mt 18, 6-7).

2. Juzgar la realidad

            Desde una reflexión crítica a la luz de la Palabra de Dios vamos a juzgar la realidad, y queremos demostrar la relación inseparable que existe entre el amor a Dios-Trinidad y el cautivo, y cómo para san Juan de Mata, san Felix de Valois y el Reformador san Juan Bautista de la Concepción, Dios está de parte de las víctimas, de los que padecen cautiverio. Esto lo demostraron con sus vidas y obras.

            En la espiritualidad de la Orden hay tres textos de la Escritura que vienen a fundamentar el sentido bíblico de su carisma. Uno es el libro del Exodo. En este libro vemos cómo Dios por medio de Moisés libera al pueblo de Israel de la esclavitud que le tenían sometido el pueblo egipcio (cf. Ex 3, 8-9; 6, 4-8). Otro texto es el pasaje de Lucas 4, 18-19, donde Jesús, impulsado por la fuerza del Espíritu, va a la sinagoga y proclama su programa mesiánico. En este pasaje lucano es de interés para los religiosos trinitarios la frase: “el Señor me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos”.

            Finalmente otro texto central es el pasaje de Mateo 25, 31-46. Este pasaje es el juicio que Cristo realizará a las naciones al final de los tiempos. Este texto es para muchos exégetas lo esencial del mensaje evangélico. Aquí se plantea de forma clara los siguientes interrogantes: ¿Quiénes son las naciones juzgadas por el Hijo del hombre? ¿quiénes son los hermanos más pequeños con quien el Cristo se identifica?

            Teniendo en consideración estos interrogantes, Ungelaere distingue tres líneas de interpretación que se han dado generalmente:

a) La primera línea, la más numerosa, defiende que se trata de un juicio a todos los hombres cristianos y no cristianos, según el amor al prójimo, en particular al necesitado.

a) La segunda línea ve aquí más bien, un juicio a los cristianos en función de su comportamiento hacia los miembros más desfavorecidos de la propia comunidad (esa fue la opinión de Orígenes y Martín Lutero).

b) Y finalmente, una minoría piensa que estamos ante un juicio a los paganos basado en su actitud hacia los cristianos.

            No deseo pasar por alto la interpretación aguda que hizo San Agustín sobre este texto de Mateo: “Si ha de ir al fuego eterno aquél a quien Cristo diga: Estuve desnudo y no me vestiste, ¿qué lugar habrá en el fuego eterno para aquel al que le ha de decir: Estaba vestido y tú me despojaste?”[10].

            Porque de eso se trata en nuestra sociedad contemporánea: no sólo de no vestir al desnudo, o de visitar al preso, sino de desnudar y quitar la libertad a tantas personas de nuestro mundo.

            Por eso, en la Sagrada Escritura está bien claro que conocer a Dios es ‘obrar la justicia’. Despreciar al prójimo, explotar al jornalero humilde y pobre, no pagar el salario a tiempo, esclavizar a los demás es ofender a Dios (cf. Dt 24, 14-15; Prov 17, 5; 1 Jn 4, 20-21).

       No está de más el recordar las sabias palabras que un campesino pronunció en la III Coferencia Episcopal de Puebla (México): “Ateo no es el que no cree en Dios, sino el que desprecia al pobre”.

            Desde la espiritualidad trinitaria, adorar y creer en Dios Trinidad es comprometerse en la historia, especialmente con aquellos que padecen cautiverio y pobreza.

            Concluyo este punto con un pensamiento del reformador de la Orden Trinitaria san Juan Baustista de la Concepción que resume lo que acabamos de plantear:

                        “Oh Santo Dios mío! Ámete yo mucho y quiera mucho a tus pobres. Que aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú que eres misericordioso y gustas que tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre; porque sea Trinidad: Dios, el pobre de bienes temporales y yo pobre de los espirituales. Para que, siendo Trinidad perfecta, que consiste en unidad de esencia y Trinidad de personas, siendo tú, Señor, el pobre y yo tres personas, haciéndonos tú una misma cosa, seamos uno con una unidad y unión perfecta, como tú la obras en las almas que tú amas y quieres”[11].

 3. Actuar o hacerse cargo de la realidad     

                             No basta solamente aprender a ver la realidad o juzgarla, pues al Dios de Jesús no sólo se le piensa, sino ante todo se le practica. Por lo tanto no basta recuperar el sentido de la fe, o quedarse en espiritualismos cómodos, de una oración alienante, sino en una oración que nos lleve a liberar la realidad vigente de la miseria opresora.

                            El Papa Juan Pablo II dirigiéndose a los Trinitarios el 4 de marzo de 1990 en la Basílica de San Crisógono en Roma, decía: Vuestro carisma es actual, quizás más que en el tiempo de vuestros fundadores.

                            Por eso vamos a señalar algunos desafíos más importantes a los que estamos llamados en el presente y de cara al futuro. Creer en el Dios Trinidad, que es un Dios que ama la vida y no la muerte, tiene estas consecuencias:

a) La primera es el rechazo de la cultura de la muerte que nos rodea a causa de la pobreza masiva. Esta cultura de la muerte la ha creado el sistema capitalista-neoliberal que nos ha tocado vivir. Por eso estamos seguros que sólo lograremos crear el “homo humanus” y espiritual si nos liberamos del “homo economicus” ensalzado por el capitalismo[12]           

b) La segunda está en lo que llamaríamos una cultura de comunión.

Esta cultura tiene su origen en Dios Trinidad que es fuente y origen de comunión y diálogo.

            Sabemos por los orígenes de la Orden Trinitaria que hubo un intento entre trinitarios y musulmanes para trabajar en común por la liberación de los cautivos. El Papa Inocencio III mandó una carta a al-Nasir, príncipe del mundo musulmán occidental con el fin de promover un trabajo en común. No se sabe de una respuesta por parte del príncipe almohade[13]. Sin embargo, convendría que existiera hoy y en el futuro este deseo de colaboración y empeño mutuo con los musulmanes y demás religiones en favor de los pobres y esclavos.

            Al inicio de los años ochenta dijo el teólogo alemán Karl Rahner que “el cristiano del siglo XXI  será místico o no será”[14]. Yo diría que el cristiano del futuro, que en verdad cree en la Trinidad, fuente de amor y comunión, será una persona de diálogo con las demás religiones o no será cristiano.

c) La tercera consecuencia está en relación con el problema ecológico. Creemos que una Orden que nació para liberar y escuchar el grito de los cautivos, también deberá escuchar el grito de las esclavas, humildes y explotadas criaturas (Romanos 8) e integrar también en su comunidad la más amplia comunidad de todas las criaturas de la naturaleza.

d) A lo largo de estos años se viene reflexionando hasta la saciedad sobre el futuro de la Iglesia, del cristianismo ante el nuevo milenio. Pues bien, quiero recordar que ya en los años setenta el Cardenal y teólogo Joseph Ratzinger, en un artículo titulado Qué aspecto tendrá la Iglesia y el cristianismo del 2000 decía: “El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá de la fuerza de aquellos que tienen raíces profundas de su fe. Ese no vendrá solamente de aquellos que se adaptan a las modas pasajeras.

            Digámoslo en forma positiva: también esta vez, como siempre, el futuro de la Iglesia y del cristianismo está en los santos, y si tomamos el camino de aquellos que ya lo son”[15].

            Los santos nos dicen también hoy: que “solamente se ve bien con el corazón” (Antoine de Saint- Exuperi). Con un corazón que vive sólo para Dios y para los excluídos de la historia.

Conclusión

            Al final de esta reflexión, mi intención no ha sido especular sobre el  Dios el de Jesucristo con un lenguaje abstracto. De haberlo hecho, hubiese traicionado lo más original del carisma de nuestra Orden. Es decir, lo peculiar de la espiritualidad de la Orden es haber reflexionado sobre el Dios Trinidad a partir de la mayor herida de la historia: la esclavitud.

            Si hace unos años el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez decía que el mayor reto para la teología hecha desde A. Latina es cómo decirle al pobre, y a las víctimas de este mundo que Dios es bueno y les ama, desde nuestro contexto y nuestro carisma el reto es: ¿Cómo decir al cautivo, al esclavo, que Dios es liberación?

            Somos conscientes que hablar y reflexionar sobre el Dios de Jesucristo,  no es una tarea fácil, pues no deja de ser un misterio que no podemos comprender en su totalidad. Ahora bien como afirma el teólogo Jon Sobrino: “Por mucho que Dios sea misterio, no se le puede manipular a tal grado que se oscurezca esta elemental verdad. Esta elemental verdad estriba en que el Dios de Jesús está a favor de la vida[16].


[1] Para esto remito a los siguientes estudios: J. Borrego, La Regla de la Orden de la Santísima Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 1973; G. Illona, Fundador y Redentor Juan de Mata, Secretariado Trinitario, Salamanca 1994, 148-150.

[2] Cf. A. Nichols, Joseph Ratzinger, Ed. Paoline, Milano 1996, 59.

[3] Cf. E. Zúmel, De initio ac Fundatione Ordinis, Salamanca 1588. Para un análisis más amplio de este tema ver: X Pikaza, Los santos redentores (Juan de Mata, Pedro Nolasco) y la Nueva Evangelización, en: “Trinitarium” 2 (1993), 23-55.

[4] Para un análisis más preciso sobre la situación mundial actual remito al artículo: S. Mosso, Globalizzazione, una sfida per la pace: solidarità o esclusione? en: “La Civiltà Cattolica” 1 (1999), 558-570.

[5] J. Sobrino, La institucionalización de tres pecados, en: “Vida Nueva”, 25 septiembre de 1999. Ver también desde mismo autor: El cristianismo en América Latina ante el siglo XXI. (Una reflexión desde la víctimas), en: “Actas del XIX Congreso de Teología, Evangelio y Liberación, Madrid 2000, especialmente pp. 105-108.

[6] Para un análisis de estos místicos del Carmelo envio a las sugerentes reflexiones de Juan Martín Velasco, “Santa Teresa de Jesús. Modelo, testigo y maestra de contemplación”; “San Juan de la Cruz. Experiencia de Dios en medio de la noche”en: Testigos de la experiencia de la fe, Ed. Narcea, Madrid 2001, especialmente pp. 125-162.

[7] Es lo que el teólogo Johann Baptist Metz analiza con precisión en: Gotteskrise. Versuch zur “geistigen Situation der Zeit” en: J. Habermas, D. Sölle y otros, Diagnosen zur Zeit, Patmos, Düsseldorf 1994, 76-92.

[8] H. de Lubac, Il dramma dell´umanesimo ateo, Morcelliana, Brescia 1965, 9-10.

[9] Rizzoli, Milano 1999. Nosotros seguimos el comentario que ha hecho a esta obra el teólogo Giuseppe de Rosa, I nuovi schiavi del nostro tempo: le donne e i bambini, en: “La Civiltà Cattolica” quaderno 3593,4 marzo (2000), pp. 431-443.

[10] Citado por G. Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, CEP, Lima 1992, 96.

[11] Citado en J. Pujana, “Juan Bautista de la Concepción”, en: Diccionario de Teología. El Dios cristiano, Secretariado Trinitario, Salamanca 1992, 768.

[12] Cf. H. Saña, Las esclavitudes de hoy, una consecuencia del sistema político-económico capitalista, en: Actas del II Congreso Trinitario de Granada, Secretariado Trinitario, Córdoba 1999, 109-123.

[13] Cf. G. Cipollone, Cristianità-Islam. Cattività e Liberazione in nome di Dio, Ed. Pontificia Università Gregoriana, Roma 1992, especialmente ver la última capítulo del libro.

[14] K. Rahner, “Elemente der Spiritualität in der Kirche der Zukunft”, en: Schriften zur Theologie, XIV, Benzinger Verlag, Einsiedeln 1980, 375.

[15] Este artículo está recogido en su obra: Fe y futuro, Sígueme, Salamanca 1973, especialmente 73 y 75.

[16] Citado por J. Vives, La Trinidad de Dios en la teología de la liberación, en: “Estudios Trinitarios” 31 (1997), 114. Lo subrayado es nuestro.


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