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Mujer - Nº 6 - Abril 2003

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

Iglesia abierta, Mujer que espera

Silvia Martínez Cano
asche@arrakis.es

Ponencia preesentada en el Multifestival David 2002 - Sigüenza, Guadalajara

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1. Introducción:  Exclusión, la pescadilla que se muerde la cola.

Exclusión, es una palabra que en castellano no tiene una sonoridad fuerte, y sin embargo su significación es  profundamente dolorosa, cuando no desgarradora. Nos encontramos en un momento en el que globalmente, se tiende hacia una sociedad donde los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, y las clases medias, el gran logro equilibrante fruto de las revoluciones del s. XIX comienzan a ser cada vez más indiferentes.. Mientras que 2/3 de la minoría occidental[1] permanezcan satisfechos con su nivel de consumo, ¿para qué cambiar?.

La exclusión, se recrea en el débil y desamparado por los organismos oficiales, empujando hacia la indigencia a todo aquel que no se ajusta a los requisitos del mercado: niños y niñas, negros e indígenas, pobres, marginados sociales, mujeres... insisto en que en nuestro sistema es necesario la reunión de una serie de requisitos para la acogida social oficial, proceso no siempre conseguido, en la mayoría de los casos. Insisto porque el proceso de exclusión es centrífugo. Se trata de círculos concéntricos en los que las fuerzas de exclusión siempre empujan hacia el exterior. Se parte de unos presupuestos centrales: hombre blanco, europeo, con trabajo. El resto de la población inicia el juego con desventaja, sobre todo las mujeres, los parados, los no-europeos.

La exclusión es la consecuencia de la discriminación, que es inducida por la desigualdad reinante en las sociedades civilizadas, por llamarlas de alguna manera. Es decir, la desigualdad que está en la base del funcionamiento social induce a la discriminación que genera la marginación; la forma externa de ésta es la exclusión.

2. Problemas de la Exclusión: feminización de la pobreza

En el caso concreto de la mujer la situación resulta alarmante. Si por un lado hemos conseguido acariciar las libertades y nuestros derechos como personas, por otro los índices de marginación y explotación de mujeres y niñas va en aumento. Desde hace unos años la cara de la pobreza es una mujer joven, africana, con niños a su cargo y sin trabajo. La pobreza afecta con dureza a las mujeres, que conforman el 70% (según en PNUD) de los pobres del mundo: asumen las responsabilidades en los hogares monoparentales, su situación laboral suele ser precaria e inferiormente remunerada, tienen que hacerse cargo de los más débiles: ancianos, niños y enfermos, su trabajo no remunerado no es reconocido socialmente, etc. Un dato: las mujeres trabajan un 80% de las horas trabajadas en el mundo, mientras que reciben el 20% de los beneficios. (del estado del Mundo 2001)

Es alarmante que el segundo negocio, en volumen de dinero, a nivel mundial, después de el tráfico de armamento es el de la prostitución y todas las acciones colaterales que de ello deriva: la trata de blancas, prostitución infantil, raptos, violaciones (tanto en sociedades en paz como en las guerras), venta de hijos e hijas a prostíbulos, el turismo sexual (del que somos culpables los europeos –si no hay demanda, no hay oferta-)...

Esta situación mundial no ha surgido sola. La violencia contra las mujeres y los niños y niñas forma parte de un sistema de dominación-sumisión en el que estamos inmersos y en el que el débil ha de soportar toda clase de vejaciones por parte del poderoso. Se trata de una compleja red de relaciones donde queda prefigurado como debe ser el ordenamiento del mundo. El sistema Patriarcal justifica y perpetua situaciones insostenibles como las que antes he nombrado, envenenando la raíz de toda estructura humana, ya sea económica, social, política o desgraciadamente religiosa.

Muchas veces las religiones han justificado la dominación del débil, apoyando situaciones de opresión para la mujer.

También esta realidad ha estado presente en el Cristianismo. Hemos incorporado imágenes y esquemas mentales que han servido de vehículo a veces para alejarnos de la acogida de Padre Amor y perpetuarla sumisión de las mujeres. Pongo tan solo un ejemplo: aunque cuando hablamos de Dios–Padre lo hacemos como analogía, como metáfora del amor de Dios, la identificación es tan grande entre Dios-masculino que la metáfora se convierte no pocas veces en identificación. Podemos verlo claramente en las representaciones pictóricas de Dios como patriarca venerable, con barba blanca, en trono, con el cetro y el sello de autoridad... (puedo exponer una imagen de cualquier pintor, y ver que los rasgos coinciden, Miguel Ángel, Velázquez, etc...)[2] Dios Padre-Amor puede desembocar en Dios Padre Autoridad y desde aquí justificar al Padre de Familia Autoridad, Rey (varón) Autoridad, etc

Mujeres e iglesia

La Iglesia ha recogido muchas veces los anhelos e inquietudes de las mujeres. Estas últimas décadas nos han proporcionado el deleite de ir descubriendo muchas mujeres que permanecían en la sombra, pero que fueron forjadoras de nuestra iglesia con su esfuerzo y su vida en muchos casos. Tenemos ejemplos en la Iglesia primitiva, como Prisca y Lidia, o la, durante mucho tiempo masculinizada, Junia apóstola[3]. También a lo largo de los 20 siglos de historia cristiana encontramos mujeres, de las que destacamos su labor catequética (Hildegarda de Bingen o Santa Catalina de Siena) y su capacidad de cambio espiritual, como las Beguinas, como fuerza renovadora en lo espiritual y social de su momento. Desgraciadamente se pierde la pista de la aportación de las mujeres con el Renacimiento y la Contrarreforma, salvo algunas santas como Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Lisieux.

Sin embargo en su mayor parte la reflexión teológica queda, todavía hoy, en manos de  hombres. El vínculo entre jerarquía y género masculino sigue siendo muy estrecho. Frente a ello la gran ebullición en este último siglo del laicado, formado en su mayoría por mujeres, coloca en el primer plano de la vida eclesial la espiritualidad y acción cristianas femeninas. Encontramos por doquier mujeres que sostienen con su presencia la vida parroquial, que acogen entrañablemente a excluidos y marginados, haciendo verdad la caridad de la Iglesia, que educan a sus hijos cristianamente y asisten, incluso sustituyen a  los sacerdotes (como en muchos lugares de América latina y África). La mujer sostiene gran parte de la vida activa de la Iglesia pero sigue ajena a todo puesto de decisión y responsabilidad.

¿Qué es lo que hace que las mujeres se mantengan excluídas, aunque ignoradas sería la palabra más exacta, de la reflexión teológica? ¿qué es lo que hace que se pierda la experiencia cristiana de la mujer, con toda su riqueza? ¿cómo podríamos recuperar esta experiencia para la vida de nuestras comunidades como fuerza revitalizadora[4]? ¿cómo se pueden quebrar los mecanismos de exclusión de las mujeres dentro y fuera de la Iglesia? ¿desde nuestra vivencia cristiana, cuales podrán ser las dinámicas de acogida para con los excluidos? ¿hacia donde debemos mirar para buscar soluciones al problema?

3. Para contestar estas preguntas me he remitido a la Sagradas Escrituras como revelación del misterio de Dios en la Historia. De esta manera he querido elegir dos ejemplos de las Escrituras que nos pueden dar algunas pautas sobre la acogida y la exclusión.

a)     Rut y Noemí: la acogida de la extranjera

El Libro de Rut y Noemí, es pequeño entre otros de la Biblia pero de contenido sugerente, nos da alternativas a la rigidez del judaísmo del s. Iva.c. Se trata de un relato ecuménico y universalista frente al espíritu exclusivista y nacionalista que predomina en el judaísmo postexílico. La Pureza de fe es pureza de sangre, ante todo no a los matrimonios mixtos.

Explicamos la estructura del texto:

1 Noemí se queda viuda y sin hijos, con dos nueras.

Noemí toma la iniciativa y SALE (acción que lleva implícita la confianza en Dios)

Solo Rut la acompaña a su tierra por amor, para ella tierra extraña.

2 Rut mendiga las espigas para dar de comer a su suegra. FIDELIDAD

3 Rut se insinúa a Booz, que se ofrece a casarse con ella, cumpliendo la ley del levirato.

Dios sale al encuentro de Rut por medio de Booz, la acoge y la cuida como una hija. PROVIDENCIA.

4 se consuma el matrimonio que es fecundo y de él saldrá su biznieto David, rey y ascendiente de Jesús de Nazaret.. .

Lo realmente maravilloso del relato, y del misterio de Dios, es que una mujer, viuda y extranjera es capaz de entrar en la genealogía de Jesús, ascendientes de David, demostrando que la fidelidad y el amor a su suegra y la confianza absoluta en Dios, que las guía hacia lo desconocido, hacia una tierra hostil al extranjero, es capaz de superar cualquier obstáculo que impongan los hombres.

Lo importante para vivir en Dios no es cumplir las leyes a rajatabla. Lo importante es ser consecuente con el Amor de Dios que se recibe y acoger al diferente.

Se trata de:

  • Un Canto a la Providencia de Dios: Rut es la encarnación de la providencia divina para Noemí. Booz lo es para Rut. El dios escondido actúa con discreción, puntualmente y con eficacia. Dios acoge sin mirar la condición de su hija, su procedencia.

  • Una historia de Universalismo como reacción frente a la corriente reformadora de Esdras legalista y exclusiva, sobre todo en el tema de los matrimonios mixtos.

  • Y un Evangelio de la mujer, al servicio de la vida y la paz como Abigail, al encuentro entre extraños y distintos, una lección de sencillez y gratuidad, en contraste con otras heroínas bíblicas como Yael, Ester o Judit. En 1,16-17 está la profesión de amistad más bella de toda la Biblia.

b)     La Samaritana: una palabra que decir

El otro relato que he escogido es el encuentro de Jesús con la Samaritana Jn 4, 1-42. Las exégesis tradicionales se han detenido generalmente en resaltar la actitud pecadora y engañosa de la Samaritana. Sin embargo hay otros muchos elementos que se han pasado por alto en el texto y que nos pueden dar luz a cerca de este dialogo algo difícil. Podemos desentrañar en el relato dos tramas diferentes que se desarrollan por separado. Por un lado la samaritana es invitada por Jesús a conocerle y seguirle, haciéndola discípula, con una palabra que decir a su pueblo, y por otro al más puro estilo de Juan la samaritana es el símbolo de el encuentro de Jesús con un pueblo despreciado por los judíos y el nuevo vinculo de acogida que Jesús establece con los excluidos.

 

Pozo: lugar de encuentro

Jesús y la Samaritana

Jesús se salta la ley: habla con una mujer en público

La invita a la diaconía “dame de beber”

La samaritana no se amedrenta: tiene una palabra que decir (se identifica como mujer, samaritana) habla de igual a igual, pregunta, indaga, pondera y descubre[5].

Jesús le ofrece “agua viva”  le ofrece la vida en Él[6], como discípula y apostola, trasmisora a su pueblo de la buena noticia del Cristo.

Ella toma la iniciativa, DEJA TODO[7], y corre a anunciar la acogida de Jesús.

Jesús se salta las formas sociales: habla con otro pueblo mal visto.

Le invita al nuevo vínculo

(se identifica como de otra etnia)

 

 

 

Por medio de uno de ellos se acerca y les trasmite la buena nueva.

 

La llamada al apostolado de la samaritana se trasmite a todo el pueblo. A anunciar lo que han visto y oído[8].

Jesús y sus discípulos

Juan presenta a la samaritana como modelo de dscípula.

Jesús se lo aclara a sus discípulos extrañados de que hable con una mujer[9], mediante la siembra y la siega.

Jesús y la Samaritana son sembradores, mientras que los discípulos deben recogen lo sembrado. (paralelismo con Mt 9, 37-38 “la mies es mucha y los obreros pocos...”)

 

Jesús y los samaritanos

La samaritana anuncia a su pueblo[10] “venid y ved” 4, 29, llama a otros a Jesús

y ellos corren a Jesús a rogarle que se quede con ellos.

Se ha producido el milagro de la acogida mutua

Los samaritanos acogen la palabra y experimentan el encuentro con Jesús.

 

Tan solo la primera frase que intercambian es ya significativa: “Dame de beber”. Jesús implica a las mujeres en su causa. Las hace protagonistas y participes de su buena noticia otorgándolas la misión evangelizadora. Y a la vez la acogida de un pueblo excluido, se convierte en un signo visible del Reinado Escatológico ya presente en la Tierra[11].

4. Entiendo que estos dos relatos han hecho surgir delante nuestro una dinámica de amor entre 3 polos: la acogida del diferente, la gratuidad vital, y la fidelidad a Dios.  La relación circular de estos tres ámbitos del vivir cristiano es una fuerza centrípeta que invita y empuja, e incluye hacia el centro, donde esta el Amor Absoluto esperándonos. Este girar siempre me recuerda a la actitud del Dios Padre de la parábola de los dos Hijos –el hijo pródigo-, amor sobreabundante que espera, actitud muy femenina. Si cerramos los ojos ¿no nos recuerda a la imagen de Dios Madre de pie en la puerta esperando?, postura en la que muchos de nosotros conservamos en nuestras retinas a nuestras madres. Dios Padre es también Dios Madre. Deberíamos plantearnos actualmente si la analogía de Dios Madre que espera al hijo o hija que está lejos nos resulta más fácil para comprender la realidad del amor de Dios (ante el contraste con los ejemplos de violencia domestica que día sí día no vemos en las noticias).

Otro aspecto de la parábola es la tensión entre la acogida del Padre-Madre y la exclusión del hijo mayor. Esto me hace reflexionar de cuales son nuestras actitudes como hijo mayor que nos hacen alejarnos de la dinámica de inclusión en el Amor de Dios. Lo dejo caer para la reflexión en grupos...

5. Acogida: el reto del s. XXI

Con esto he iniciado una serie de sugerencias o retos para eliminar la exclusión de nuestra Iglesia y de nuestro mundo. Además de esta dinámica inclusiva de amor, me gustaría tener en cuenta la Esperanza como actitud ante la vida. Si el Padre-Madre no hubiera depositado todos sus anhelos en la esperanza de volver a ver al hijo, tal vez no estaría esperándole en el camino. Dios es un Dios que espera, que espera de una forma infinita; así nosotros podemos asumir esa esperanza como preludio de lo escatológico, la posibilidad de vivir esperando que al fin podamos abrazar al otro; esto sería la Acogida Absoluta, el Reino venidero que llegó por fin.  

Como conclusión me gustaría nombrar algunos retos sugerentes para este tiempo de oportunidad –Kairós-

Se trata de retos para el trabajo diario por el Reinado de Dios, que son esfuerzos hacia la Acogida Absoluta de la mujer en la vida de la Iglesia:

  1. la renovación lingüística de nuestros términos de Iglesia, nos puede ayudar a vigorizar y transformar una realidad heredada muy rígida en ámbitos de libertad y de amor hacia la excluida, para que se sienta integrada en un proyecto común que no está solo en manos de hombres.
  2. la Participación activa de las mujeres en la vida de la Iglesia debe pasar por la posibilidad de la toma de decisiones en nuestras comunidades y estructuras eclesiales, aportando esa perspectiva femenina que hace a la Iglesia receptora del amor de Dios, como Madre que espera a sus hijos sin mirar su procedencia.
  3. la necesidad de feminizar a los hombres, sacando de ellos esa parte tierna y de acogida que cada ser humano tiene dentro de sí por la gracia de Dios y que por motivos culturales ellos no han podido desarrollar. La Ternura, en la relación con el otro es fundamental si queremos acoger como lo haría Dios.
  4. la necesidad de la concienciación y participación de los hombres junto con las mujeres en los procesos de inclusión de la mujer en la iglesia. Sin un trabajo conjunto es imposible que la acogida sea efectiva dentro de la iglesia y en la sociedad.
  5. por eso es necesario el trabajo diario de acogida con la gente que vive en los márgenes de la Iglesia, divorciadas, separadas, separados de las actividades parroquiales pero creyentes, los que sienten rencor por las estructuras eclesiales, etc... gentes que en cierta medida sienten el rechazo constante de los cristianos por su situación personal, en vez de el infinito y diario Amor de Dios a través de sus criaturas.

Me resta decir que, como he apuntado al principio, el problema de la exclusión de la mujer tiene sus raíces en la inclinación del ser humano de dominar lo que tiene alrededor. Practicando la Acogida Absoluta, no querremos poseer al otro o dominarlo, sino dejarnos, abandonarnos en él, como signo de nuestra ternura y esperanza en un mundo mejor, más humano y más divino a la vez.


[1] De los votantes de esa minoría – Margaret Thatcher y Kenneth Galbraith (nobel de economía) lo denuncia.

[2] Este es uno de tantos ejemplos que nos llevaría otra ponencia desarrollar, como el énfasis a lo largo de los siglos en calificar la Encarnación de Dios en un hombre y no en un ser humano, o la justificación a través del cristianismo de los ordenamientos  sociales que relegan a la mujer al ámbito doméstico  ................????

[3] Distintas y Distinguidas de Débora

[4] una cosa es que la experiencia esté realmente en nuestras comunidades, que actualmente se da en muchas comunidades con un liderazgo claro y otra cosa es que esto se exprese públicamente en la vida de la Iglesia tanto parroquial y eclesial. ¿deben solo hablar delante del cura?

[5] entabla un dialogo teológico con Jesús

[6] le dice que “busca adoradores en espíritu y en verdad” 4, 23

[7] deja su cántaro con la misma idea que los sinópticos dicen que los discípulos dejaron todo y siguieron a Jesús.

[8] Según Juan es el testimonio del discípulo el que lleva al encuentro de Jesús pero luego es la persona la que tiene que experimentar el encuentro personal con él.

[9] Algunos exegetas creen ver en la extrañeza de los discípulos la envidia de los sembradores 4, 38

[10] hay una tradición que dice que fue una mujer la que predicó y evangelizó a los samaritanos: ella hace a otros creer por su palabra

[11] referencias en “Las mujeres en la vida del Novio” DDB, col. En clave de Mujer, y “La Mujer en la Biblia” Publicaciones Claretianas, col. Débora


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