1.
Introducción: Exclusión, la
pescadilla que se muerde la cola. Exclusión,
es una palabra que en castellano no tiene una sonoridad fuerte, y sin embargo su
significación es profundamente dolorosa, cuando no desgarradora. Nos
encontramos en un momento en el que globalmente, se tiende hacia una sociedad
donde los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, y las clases
medias, el gran logro equilibrante fruto de las revoluciones del s. XIX
comienzan a ser cada vez más indiferentes..
Mientras que 2/3 de la minoría occidental[1]
permanezcan satisfechos con su nivel de consumo, ¿para qué cambiar?. La exclusión, se recrea en
el débil y desamparado por los organismos oficiales, empujando hacia la
indigencia a todo aquel que no se ajusta a los requisitos del mercado: niños y
niñas, negros e indígenas, pobres, marginados sociales, mujeres... insisto en
que en nuestro sistema es necesario la reunión de una serie de requisitos para
la acogida social oficial, proceso no siempre conseguido, en la mayoría de los
casos. Insisto porque el proceso de exclusión es centrífugo. Se trata
de círculos concéntricos en los que las fuerzas de exclusión siempre empujan
hacia el exterior. Se parte de unos presupuestos centrales: hombre blanco,
europeo, con trabajo. El resto de la población inicia el juego con desventaja,
sobre todo las mujeres, los parados, los no-europeos. La exclusión es la
consecuencia de la discriminación, que es inducida por la desigualdad reinante
en las sociedades civilizadas, por llamarlas de alguna manera. Es decir, la desigualdad
que está en la base del funcionamiento social induce a la discriminación
que genera la marginación; la forma externa de ésta es la exclusión. 2. Problemas de la
Exclusión: feminización de la pobreza En
el caso concreto de la mujer la situación resulta alarmante. Si por un lado
hemos conseguido acariciar las libertades y nuestros derechos como personas, por
otro los índices de marginación y explotación de mujeres y niñas va en
aumento. Desde hace unos años la cara de la pobreza es una mujer joven,
africana, con niños a su cargo y sin trabajo. La pobreza afecta con dureza a
las mujeres, que conforman el 70% (según en PNUD) de los pobres del mundo:
asumen las responsabilidades en los hogares monoparentales, su situación
laboral suele ser precaria e inferiormente remunerada, tienen que hacerse cargo
de los más débiles: ancianos, niños y enfermos, su trabajo no remunerado no
es reconocido socialmente, etc. Un dato: las mujeres trabajan un 80% de las
horas trabajadas en el mundo, mientras que reciben el 20% de los beneficios.
(del estado del Mundo 2001) Es alarmante que el segundo negocio, en volumen de dinero, a nivel mundial, después de el tráfico de armamento es el de la prostitución y todas las acciones colaterales que de ello deriva: la trata de blancas, prostitución infantil, raptos, violaciones (tanto en sociedades en paz como en las guerras), venta de hijos e hijas a prostíbulos, el turismo sexual (del que somos culpables los europeos –si no hay demanda, no hay oferta-)... Esta
situación mundial no ha surgido sola. La violencia contra las mujeres y
los niños y niñas forma parte de un sistema de dominación-sumisión en el que
estamos inmersos y en el que el débil ha de soportar toda clase de vejaciones
por parte del poderoso. Se trata de una compleja red de relaciones donde queda
prefigurado como debe ser el ordenamiento del mundo. El sistema Patriarcal
justifica y perpetua situaciones insostenibles como las que antes he nombrado,
envenenando la raíz de toda estructura humana, ya sea económica, social, política
o desgraciadamente religiosa. Muchas
veces las religiones han justificado la dominación del débil, apoyando
situaciones de opresión para la mujer. También
esta realidad ha estado presente en el Cristianismo. Hemos incorporado imágenes
y esquemas mentales que han servido de vehículo a veces para alejarnos de la
acogida de Padre Amor y perpetuarla sumisión de las mujeres. Pongo tan solo un
ejemplo: aunque cuando hablamos de Dios–Padre lo hacemos como analogía, como
metáfora del amor de Dios, la identificación es tan grande entre
Dios-masculino que la metáfora se convierte no pocas veces en identificación.
Podemos verlo claramente en las representaciones pictóricas de Dios como
patriarca venerable, con barba blanca, en trono, con el cetro y el sello de
autoridad... (puedo exponer una imagen de cualquier pintor, y ver que los rasgos
coinciden, Miguel Ángel, Velázquez, etc...)[2]
Dios Padre-Amor puede desembocar en Dios Padre Autoridad y desde aquí
justificar al Padre de Familia Autoridad, Rey (varón) Autoridad, etc Mujeres e iglesiaLa
Iglesia ha recogido muchas veces los anhelos e inquietudes de las mujeres. Estas
últimas décadas nos han proporcionado el deleite de ir descubriendo muchas
mujeres que permanecían en la sombra, pero que fueron forjadoras de nuestra
iglesia con su esfuerzo y su vida en muchos casos. Tenemos ejemplos en la
Iglesia primitiva, como Prisca y Lidia, o la, durante mucho tiempo
masculinizada, Junia apóstola[3].
También a lo largo de los 20 siglos de historia cristiana encontramos mujeres,
de las que destacamos su labor catequética (Hildegarda de Bingen o Santa
Catalina de Siena) y su capacidad de cambio espiritual, como las Beguinas,
como fuerza renovadora en lo espiritual y social de su momento. Desgraciadamente
se pierde la pista de la aportación de las mujeres con el Renacimiento y la
Contrarreforma, salvo algunas santas como Santa Teresa de Jesús o
Santa Teresa de Lisieux. Sin
embargo en su mayor parte la reflexión teológica queda, todavía hoy, en manos
de hombres. El vínculo entre
jerarquía y género masculino sigue siendo muy estrecho. Frente a ello la gran
ebullición en este último siglo del laicado, formado en su mayoría por
mujeres, coloca en el primer plano de la vida eclesial la espiritualidad y acción
cristianas femeninas. Encontramos por doquier mujeres que sostienen con su
presencia la vida parroquial, que acogen entrañablemente a excluidos y
marginados, haciendo verdad la caridad de la Iglesia, que educan a sus hijos
cristianamente y asisten, incluso sustituyen a
los sacerdotes (como en muchos lugares de América latina y África). La
mujer sostiene gran parte de la vida activa de la Iglesia pero sigue ajena a
todo puesto de decisión y responsabilidad. ¿Qué
es lo que hace que las mujeres se mantengan excluídas, aunque ignoradas sería
la palabra más exacta, de la reflexión teológica? ¿qué es lo que hace que
se pierda la experiencia cristiana de la mujer, con toda su riqueza? ¿cómo
podríamos recuperar esta experiencia para la vida de nuestras comunidades como
fuerza revitalizadora[4]? ¿cómo se pueden quebrar
los mecanismos de exclusión de las mujeres dentro y fuera de la Iglesia? ¿desde
nuestra vivencia cristiana, cuales podrán ser las dinámicas de acogida para
con los excluidos? ¿hacia donde debemos mirar para buscar soluciones al
problema? 3.
Para contestar estas preguntas me he remitido a la Sagradas Escrituras como
revelación del misterio de Dios en la Historia. De esta manera he querido
elegir dos ejemplos de las Escrituras que nos pueden dar algunas pautas sobre la
acogida y la exclusión. a)
Rut y Noemí: la acogida de la extranjera El
Libro de Rut y Noemí, es pequeño entre otros de la Biblia pero de contenido
sugerente, nos da alternativas a la rigidez del judaísmo del s. Iva.c. Se trata
de un relato ecuménico y universalista frente al espíritu exclusivista y
nacionalista que predomina en el judaísmo postexílico. La Pureza de fe es
pureza de sangre, ante todo no a los matrimonios mixtos. Explicamos
la estructura del texto: 1
Noemí se queda viuda y sin hijos, con dos nueras. Noemí
toma la iniciativa y SALE (acción que lleva implícita la confianza en
Dios) Solo
Rut la acompaña a su tierra por amor, para ella tierra extraña. 2
Rut mendiga las espigas para dar de comer a su suegra. FIDELIDAD 3
Rut se insinúa a Booz, que se ofrece a casarse con ella, cumpliendo la ley del
levirato. Dios
sale al encuentro de Rut por medio de Booz, la acoge y la cuida como una hija. PROVIDENCIA. 4
se consuma el matrimonio que es fecundo y de él saldrá su biznieto David, rey
y ascendiente de Jesús de Nazaret.. Lo
realmente maravilloso del relato, y del misterio de Dios, es que una mujer,
viuda y extranjera es capaz de entrar en la genealogía de Jesús,
ascendientes de David, demostrando que la fidelidad y el amor a su suegra y la
confianza absoluta en Dios, que las guía hacia lo desconocido, hacia una tierra
hostil al extranjero, es capaz de superar cualquier obstáculo que impongan los
hombres. Lo
importante para vivir en Dios no es cumplir las leyes a rajatabla. Lo importante
es ser consecuente con el Amor de Dios que se recibe y acoger al diferente. Se
trata de:
b)
La Samaritana: una palabra que decir El
otro relato que he escogido es el encuentro de Jesús con la Samaritana Jn 4,
1-42. Las exégesis tradicionales se han detenido generalmente en resaltar la
actitud pecadora y engañosa de la Samaritana. Sin embargo hay otros muchos
elementos que se han pasado por alto en el texto y que nos pueden dar luz a
cerca de este dialogo algo difícil. Podemos desentrañar en el relato dos
tramas diferentes que se desarrollan por separado. Por un lado la samaritana es
invitada por Jesús a conocerle y seguirle, haciéndola discípula, con una
palabra que decir a su pueblo, y por otro al más puro estilo de Juan la
samaritana es el símbolo de el encuentro de Jesús con un pueblo despreciado
por los judíos y el nuevo vinculo de acogida que Jesús establece con los
excluidos. Pozo:
lugar de encuentro
Tan
solo la primera frase que intercambian es ya significativa: “Dame de beber”.
Jesús implica a las mujeres en su causa. Las hace protagonistas y participes de
su buena noticia otorgándolas la misión evangelizadora. Y a la vez la acogida
de un pueblo excluido, se convierte en un signo visible del Reinado Escatológico
ya presente en la Tierra[11]. 4.
Entiendo que estos dos relatos han hecho surgir delante nuestro una dinámica de
amor entre 3 polos: la acogida del diferente, la gratuidad vital,
y la fidelidad a Dios. La
relación circular de estos tres ámbitos del vivir cristiano es una fuerza centrípeta
que invita y empuja, e incluye hacia el centro, donde esta el Amor Absoluto
esperándonos. Este girar siempre me recuerda a la actitud del Dios Padre de la
parábola de los dos Hijos –el hijo pródigo-, amor sobreabundante que espera,
actitud muy femenina. Si cerramos los ojos ¿no nos recuerda a la imagen de Dios
Madre de pie en la puerta esperando?, postura en la que muchos de nosotros
conservamos en nuestras retinas a nuestras madres. Dios Padre es también Dios
Madre. Deberíamos plantearnos actualmente si la analogía de Dios Madre que
espera al hijo o hija que está lejos nos resulta más fácil para comprender la
realidad del amor de Dios (ante el contraste con los ejemplos de violencia
domestica que día sí día no vemos en las noticias). Otro
aspecto de la parábola es la tensión entre la acogida del Padre-Madre y la
exclusión del hijo mayor. Esto me hace reflexionar de cuales son nuestras
actitudes como hijo mayor que nos hacen alejarnos de la dinámica de inclusión
en el Amor de Dios. Lo dejo caer para la reflexión en grupos... 5.
Acogida: el reto del s. XXI Con
esto he iniciado una serie de sugerencias o retos para eliminar la exclusión de
nuestra Iglesia y de nuestro mundo. Además de esta dinámica inclusiva de amor,
me gustaría tener en cuenta la Esperanza como actitud ante la vida. Si
el Padre-Madre no hubiera depositado todos sus anhelos en la esperanza de volver
a ver al hijo, tal vez no estaría esperándole en el camino. Dios es un Dios
que espera, que espera de una forma infinita; así nosotros podemos asumir esa
esperanza como preludio de lo escatológico, la posibilidad de vivir esperando
que al fin podamos abrazar al otro; esto sería la Acogida Absoluta, el Reino
venidero que llegó por fin. Como
conclusión me gustaría nombrar algunos retos sugerentes para este tiempo
de oportunidad –Kairós- Se
trata de retos para el trabajo diario por el Reinado de Dios, que son esfuerzos
hacia la Acogida Absoluta de la mujer en la vida de la Iglesia:
Me
resta decir que, como he apuntado al principio, el problema de la exclusión de
la mujer tiene sus raíces en la inclinación del ser humano de dominar lo que
tiene alrededor. Practicando la Acogida Absoluta, no querremos poseer al otro o
dominarlo, sino dejarnos, abandonarnos en él, como signo de nuestra ternura y
esperanza en un mundo mejor, más humano y más divino a la vez. [1] De los votantes de esa minoría – Margaret Thatcher y Kenneth Galbraith (nobel de economía) lo denuncia. [2] Este es uno de tantos ejemplos que nos llevaría otra ponencia desarrollar, como el énfasis a lo largo de los siglos en calificar la Encarnación de Dios en un hombre y no en un ser humano, o la justificación a través del cristianismo de los ordenamientos sociales que relegan a la mujer al ámbito doméstico ................???? [3] Distintas y Distinguidas de Débora [4] una cosa es que la experiencia esté realmente en nuestras comunidades, que actualmente se da en muchas comunidades con un liderazgo claro y otra cosa es que esto se exprese públicamente en la vida de la Iglesia tanto parroquial y eclesial. ¿deben solo hablar delante del cura? [5] entabla un dialogo teológico con Jesús [6] le dice que “busca adoradores en espíritu y en verdad” 4, 23 [7] deja su cántaro con la misma idea que los sinópticos dicen que los discípulos dejaron todo y siguieron a Jesús. [8] Según Juan es el testimonio del discípulo el que lleva al encuentro de Jesús pero luego es la persona la que tiene que experimentar el encuentro personal con él. [9] Algunos exegetas creen ver en la extrañeza de los discípulos la envidia de los sembradores 4, 38 [10] hay una tradición que dice que fue una mujer la que predicó y evangelizó a los samaritanos: ella hace a otros creer por su palabra [11] referencias en “Las mujeres en la vida del Novio” DDB, col. En clave de Mujer, y “La Mujer en la Biblia” Publicaciones Claretianas, col. Débora Volver al sumario del Nº 6 Volver a Principal de Discípulos
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